XXI

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Plock se apeó del coche, intentando alcanzar a Beatrice, que ya atravesaba Regent Street a buen ritmo. La vía estaba llena de transeúntes con prisas, por Plock sabía que eso no tenía nada que ver con los días de rebajas. Aunque los que visitaban Regent Street intentaban parecer estirados, no se resistían a ahorrarse algo de dinero. En su mano sopesaba un bollo, que se llevó a la boca, hambriento. Aún no había desayunado cuando la joven Dumm había picado su puerta. Plock había tenido que bajar corriendo, preguntándose como habría averiguado su dirección. Prefirió no preguntarle.


Un par de minutos después, ya se encontraban en la puerta principal de la Universidad de Wethminsterr, que parecía abierta para ellos. Era verano, los semestre había acabado hacía mas de un mes. Aunque no había nadie en el espacio entre la entrada al primer edificio y la puerta de la valla, el campus no debía estar vacío. Según había leído, habían residentes hasta en verano. También debería haber estudiantes en las bibliotecas, preparando sus tesis y trabajos de postgrado.


Tras hacer una pequeña parada en el pequeño despacho de una especie de conserje, se internaron por los fríos pasillos de la universidad. Plock se sorprendió al reconocer el rostro de la conserje al verla, y eso le traía un recuerdo frustrante. Meses atrás se había tropezado con el rostro ovejuno de la mujer cuando fue a pedir una beca para estudiar en la universidad. El plan de Plock no había sido ser policía, antes aspiraba a ser arquitecto.


Pero la vida da vueltas hasta hacernos vomitar los sueños.


Beca denegada y un joven llamado Ansel se vio sin trabajo ni estudios. Siempre le había gustado la idea de estudiaro arquitectura, pero al arrebatarle esa posibilidad, decidió mandarla a la mismísima mierda. Ese no era su futuro. Y era una lastima, recordaba los días de su niñez, construyendo puentes con palitos de madera y pegamento de contacto. Recordaba haber hecho el mejor puente de la clase.


«¿Como lo has hecho, Ansel?» había exclamado la profesora, con cierta teatralidad para animar al chico.«Seguro que serás arquitecto y construirás grandes edificios »


Ansel se encogió de hombros, entre orgulloso y avergonzado, con las mejillas ardiendo. En ese momento se propuso ser un arquitecto. El Arquitecto, entre los arquitectos. Creador de edificios, como Gaudí.


Pero ahora maldecía su suerte entre dientes.





-¡Ansel! -le llamó la suave voz de Beatrice.


Estaban en un pasillo. Plock no recordaba haberse movido, debía de haberse movido mientras soñaba despierto. El pasillo era largo, repleto de ventanas altas que lo bañaban de una luz amarillenta y agrable. Tenía un aspecto señorial, con las paredes de madera y el suelo pulido y abrillantado.


-Es aquí.


Plock asintió y Beatrice tocó la puerta con los nudillos. A la altura de los ojos había un cartel que ponía: Dwiht Goodwin-Profesor de Antropología. Se produjo un pequeño sulencio hasta que una voz atravesó la puerta:


-Pase, está abierto.


Entraron y les recibió un amplio despacho. El clima era el mismo del pasillo: señorial y con claros signos de que el propietario tenía los bolsillos bien hondos. En el suelo de fornica se reflejaba la luz que arrojaba la cristalera que había enfrente. En medio había dos escritorios,con papeles y libros esparcidos por ella. El suelo también parecía atestado de objetos. Entre ellos, la mirada de Plock se encontró con una madera cuya tierra había sido derramada por el suelo. La colocó del derecho y la dejó en una mesa.


El despacho parecí conformarse por al menos dos habitaciones, conectadas por un amplio arco sin puerta. Por el arco apareció una mujer con dos libros en la mano y un teléfono en la otra. Se detuvo al verlos y deshizo su cordial sonrisa por una expresión interrogativa.

Huesos para Adhira Where stories live. Discover now