XIX

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Plock se sonrió al pensar en la suerte que tenia, aunque seguía estando nervioso por los últimos acontecimientos del caso. A pesar de no ser investigador, podía servirse que estaba al mando de una investigación de "homicidio". Beatrice debía de haber movido algún que otro hilo para poner a Plock en esa situación. Quizá no furra lo normal, pera era genial. Ya llegarían los momentos de aburrimiento en comisaria. Le gustaba que no tuviera que estar el primero en cuanto se encontraban los cuerpos y luego retirarse, ahora podía llegar el último y realizar un trabajo mas instructivo que acordonar lo zona.

Ya eran casi las once de la noche, pero las terrazas de Covent Garden estaban completamente llenar, tanto como los típico transeúntes como personas elegantemente vestidas que habían tenido que abandonar el teatro Linbury. La luna menguante flotaba sobre un manto negro por el que se adivinaba la luminiscencia de una cuidad frenética.

Ansel atravesó las puertas del museo pensado que aquello iba a traer mierda para rato. Según le habían informado, el cuerpo había aparecido en medio de la función. Ha caído en medio del puto escenario, había dicho un compañero de la brigada, hasta a salpicado a los que estaban cerca.

En el recibido varias personas que trabajaban en el teatro hablaban con algunos agentes: acomodadores, técnicos, actores...

Ansel sd encaminó por un pasillo y empujó una doble puerta blanca y entró en la tribuna. El espacio estaba tapizado con un desgastado terciopelo marrón, algo resultón a la vista y al tacto. Varias luces ulimaban las interminables filas de butacas como expectante fichas de dominó. El escenario, también iluminado con todos los focos posibles, estaba ocupado por un par de agentes y la forense, que vestía un sobrio traje de plástico blanco.

Subió unos escalones para llegar al escenario, y se sorprendió al ver el cuerpo.

Había caído con los brazos extendidos -como la primera víctima-, pero su pierna derecha estaba partida, con el hueso sobresaliendo por encima de la rodilla. El rostro contraído parecía afectado por el rigor mortis, al igual que los dedos retorcidos como garras, pero el resto del cuerpo parecía ya lánguido. La pierna izquierda estaba doblada de una forma muy extraña, casi vuelta del revés.

No podía verle la cara, la forense se había puesto en medio mientras tomaba unas muestras en cuclillas.

Ansel carraspeó para intentar llamar su atención. Elsie Wood le saludó con la mano. Apenas se conocían, solo de verse en escenas así.

-¿Que me puede contar del cuerpo? -preguntó Plock, nervioso. No estaba muy seguro de si esa pregunta era la correcta. No tenía ni idea de como encauzar esa conversación, así que repitió esa frase que se repetía tanto en los dramas policíacos de la tele.

-No murió por la caída -repuso la forense-, eso está claro: no hay muchas salpicaduras, la sangre estaba casi seca.

Plock maldijo la información que le habían dado, la sangre no había llegado hasta el público. Solo uno pequeño charco oscuro casi seco, nada que ver con el cuerpo de esa misma mañana.

-Este no ha saltado por su cuenta -dijo la forense-, llevaba muerto... casi un día. El rigor mortis ya está desapareciendo. Cayó con los brazos y las piernas extendidos. La pero parte se la llevó las piernas y la cabeza.

Elsie Wood se hizo a un lado para que Plock pudiera ver la desfigurada forma de la cabeza. Sintió que la cena volvía a su garganta.

La parte anterior del cráneo estaba partida contra el suelo y esa zona se había achatado. La cara parecía tensa, recubierta de sangre seca, con los dos maxilares desencajandos y los labios flácidos hundido en la dentadura. Entre el pelo ralo sse adivinaban pequeña protuberanzas. La cabeza parecía unida a cachos con el suelo, sobre todo por la masa parecida a picadillo que parecía moverse sobre la madera.

Huesos para Adhira Where stories live. Discover now