XXXVII

25 14 0
                                    

Edric notó que el aire se podía cortar por la tensión dentro del Impala. Empezaba a arrepentirse de haber traído a Olivia a casa de Sibilla. La mujer parecía apagada, pegada al cristal y con la mirad perdida. Entre sus manos seguía llevando la piedra que la strega le había confiado.

Lo cierto era que la impresión entre ambas mujeres había sido prácticamente igual. Sibilla le había confesado que no confiaba en ella. "Esconde algo, querido. Algo oscuro. Creo que ha acabado con gente que no le conviene. No te equivoques, querido, deberías seguir con ella, su corazón no es malo". Trató de ignorar sus palabras mientras le prometía que iría verla con Beatrice la semana siguiente.

La voz de Olivia rompió el silencio.

-Es muy curioso que se llame Sibilla -su voz parecía tranquila, como si no recordara nada-. Las Sibillas eran las adivinas de la Antigua Grecia.

-Me temo que esta Sibilla hace mas cosas que quemar libros proféticos porque el rey Tarquinio se negaba a comprarlos.

Oilvia se giró para mirarle. Aquel resplandor ambarino hizo que algo se retorciera en las entrañas de Edric.

-Me alegras que sepas eso.

Claro que lo sabía, era una noción de historia básica. Según había leído, la sibilla de Cumas se presentó un día en la corte del rey romano Lucio Tarquinio y le ofreció nueve libros que según ella profetizaban. El rey, apodado como "el soberbio" se negó a comprarlos y la sibilla destruyó tres de los libros, negándose a negociar su precio. Dos días después, volvió para ofrecerle los seis restantes, pero el Tarquinio se negó de nuevo. La sibilla quemó otros tres libros, por los que el rey pagó por los restantes aterrado por la idea de perderlos para siempre; para colmo, la mujer le vendió los tres libros por el precio de nueve.

-Una historia interesante -añadió Edric.

-Ya lo creo. Hice mi tesis doctoral sobre eso -repuso ella haciendo un marco en el aire-. "Estudio sobre las referencias a los libros sibilinos en la literatura medieval"

-Suena incluso mas interesante. Me gustaría leerla.

-Claro. Fue toda una odisea acabarla. Vaya, otra referencia griega -dijo con una sonrisa divertida-. Tuve que ir a Hipona para estudiar la vida de San Agustín.

Edric la miró.

-¿Y qué tiene que ver San Agustín de Hipona con las sibilas?

Olivia se acomodó en su asiento. Parecía satisfecha de dar otra de sus clases.

-En "Ciudad de Dios", de este santo, se nombra la sibila eritrea. Según él, esta escribió un acróstico en cuyas iniciales podía leerse: Iisoús Christós, Yiós tou Theoú, Sotíras.

-Lo cierto es que estoy algo oxidado con el griego antiguo.

-La traducción sería algo así como: Jesucristo salvador, hijo de Dios.

Edric negó con la cabeza. Aquello no tenía lógica.

-Eso es imposible. Los tres Libros sibilinos se quemaron con el Templo de Júpiter, y eso fue casi un siglo antes del nacimiento de Cristo.

La sonrisa de Olivia se había acentuado incluso mas. Era lista. Muy lista, y era deliciosamente consciente de ello.

-No me gustaría estropearte el final.

Edric se rio entre dientes. Le gustaba de verdad, ahora lo sabía

-Está bien. Olivia, ¿puedo hacerte una pregunta?

Huesos para Adhira Where stories live. Discover now