LXI

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   Brandon Lehane solía cerrar los viernes un poco más tarde. No solía ir nadie a esas horas, y si lo hacía, era para molestar con cualquier pregunta estúpida. Pero en esos momentos, el estudio estaba vacío, en penumbra, solo con la luz del despacho. Ya había oscurecido y en los oídos de Brandon, Green Day era su banda sonora mientras arreglaba las cuentas y guardaba todo el material.

Encerró las cámaras en el despacho, y dejó en su sitio los trípodes, las sombrillas los flashes. Todo perfectamente colocado como lo hacía cada dos viernes, cuando le tocaba a él terminar la faena del viernes y no a su tío.

Tras recoger su mochila, apagó las luces del despacho y cerró con llave. Miró en derredor y se repitió a sí mismo que todo estaba bien. Era muy escrupuloso. Había tardado un buen rato, pero no había nada fuera de sitio.

Lo bueno del estudio es que no habría los fines de semana y Brendan no tenía que soportar a todo el que pasaba y insistía en repetir sus fotos una y otra vez como si fuera a mejorar su cara, o pidiendo tímidamente que le quitara algún grano, peca o cualquier mierda de la cara.

No señor, el finde era para él. Y este iba a ser especial. A primera hora de la mañana iría a Brihgton, a un festival.

Salió al pequeño recibidor. Llovía. Unos regueros de agua recorrían a cristalera con pereza mientras el repiqueteo de las gotas al caer cada vez con más fuerza. Habría que mojarse.

Brendan se pegó al teclado que había junto a la puerta y puso la alarma a toda prisa. Se aseguró la mochila, e iba a salir cuando unos golpes en la puerta le hicieron dar un respingo.

Dudo unos instantes, pero en seguida vio dos sombras inclinadas tras la cristalera. Más toques en a puerta con los nudillos.

Brendan abrió la puerta rápidamente y las dos figuras entraron en el estudio.

-Gracias -masculló el hombre con una espesa barba pelirroja barriéndose el agua del pelo-. Veníamos a hacer unas preguntas. Parece que estaba cerrando, ¿no?

-Sí. ¿Quiénes son?

-Policía, de Homicidios. Agente Plock y Dumm.

Brendan tardó en ver el rostro de la agente Dumm. En la penumbra del estudio, alcanzó a ver la palidez de su piel. El pelo, prácticamente blanco, estaba empapado y se le pegaba en los hombros. Era una cara fotogénica, o por lo menos curiosa. Brendan estuvo a punto de pedirle hacerle un par de fotos, que quedarían perfectas en el escaparate, pero no parecía muy apropiada.

Se preguntó si debería llamar a su tío.

-¿Puede encender alguna luz? -dijo el tal Plock.

-Sí, ya.

Brendan se acercó al interruptor detrás del pequeño mostrador, y el estudio quedó iluminado por varios halógenos.

Dumm se acercó hasta el mostrador y sacó unos papeles.

-Y usted es...

-Brendan Lehane. Trabajo aquí. Soy fotógrafo.

Ninguno respondió. Plock se paseaba por el estudio y ojeaba las fotografías que decoraban las paredes blancas. Casi todas las había hecho el propio Brendan, que se consideraba el único fotógrafo de verdad en el estudio. Aquello se le quedaba pequeño.

-¿Recuerda a estos hombres? -preguntó ella.

Brendan cogió las fotos que le tendía. En ella salía un hombre de su misma edad con una perilla más que fina y unos ojos ambarinos mirando a cámara. En la otra, se podía ver a otro más mayor, larguirucho, con gafas y el pelo peinado a cepilllos. Ambos tenían unas fracciones redondeadas y las fotos no eran nada del otro mundo.

Huesos para Adhira Where stories live. Discover now