XXV

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La habitación estaba completamente oscura, excepto por un rayo de luz que atravesaba un agujero del techo y chocaba contra el suelo. La luna menguante se atisbaba entre las nubes, que la tapaban como si quisieran privar de su belleza a los humanos. Una brisa corría silenciosa y las temperaturas eran mas que agradables. Debían de ser las cuatro de la mañana, si no calculaba.
Tumbado boca arriba, murmuraba una palabras, alargando las vocales durante minutos. Tenía una gran capacidad pulmonar y podía aguantar sin respirar bastante mas que los demás. Esa era una de sus capacidad sobrehumanas. Por eso era odiado y repudiado de la sociedad occidental. Él lo sabía, era un dios en el cuerpo de un gran hombre. Y servía a Adhira, para obtener su fuerza, el Poder del Relámpago azúl.
Con los párpados cerrados, sus ojos empezaron a revolverse nerviosamente en sus globos oculares, mientras sus labios repetían una oración jaina, para librarse de sus deseos internos. Una especie de manda la se extendía en su mente, lo tenía visualizado. Empezó a dejar de sentir sus manos, sus pies, el contacto con el frío suelo. Y empezó a flotar.
Le era difícil saber si estaba flotando en el mundo físico o estaba en un estado de meditación correcta. Al dejar de sentir su propia respiración y al tomar el control de su pulso, supo que había conseguido llegar al trance que tanto buscaba. Era una técnica que tardaba años en aprenderse. En ese momento, podía verlo todo mas claro: sus ideas a lo largo del día, los pensamientos de los demás, la sangre que en eso momentos bañaba sus músculos, y en que punto estaba el ritual...
Ya habían muerto tres, pero aún faltaban más sacrificios para la Magnífica Adhira. Y él se los ofrecería, ahora que tenía acceso a todos lo materiales necesarios. El siguente paso lo haría pronto, y seria...
Unos toques reverberaron en el vacío,traídos de una dimensión simple y burda que él odiaba: la real.
Novak Natoo sintió que la ira invadía su estado de paz como si fuera veneno vertido en un manantial. Sus dedos se acomodaron en el suelo y se levantó de un salto. Los toques se repitieron, pero esta vez se abrió la puerta.
-¿Que quieres?
Un niño de unos ocho años se acercó, con la cabeza gacha. Tenía las vestiduras de un verdadero monje. Sus brazos estaban llenos de cortes y de heridas que no había cicatrizado.
-Ha venido a verte.
Novak lo miró durante unos segundos. Era su sobrino, pero no se parecían en nada. Era un simple humano, pequeño, comparado con él. Tenía prohibido interrumpir su meditación a no ser que fuera por algo verdaderamente importante. Y aquello lo era.
-Dile que pase -dijo al fin.
Estaba desnudo, pero esa daba igual. Era su casa y la habitación estaba totalmente a oscuras. No se verían. Se sentó en un rincón y miró el jirón de cielo que arañaba el
agujereado tejado. La suave brisa se colaba por ese hueco, pero no podía competir con la pestilencia de la sala. El aroma de la hierbabuena seca flotaba junto a la pestilencia de las heces del corral que había al lado. Pero él ya ni sentía esos olores, estaba a otro nivel.
Se preguntó porque venía a verle a él. Seguramente le metiera prisa para que completara el Ritual, o para decirle como se sentía. Seguramente venia a decirle que su trabajo estaba funcionando, que era magnífico, que no parara.
La puerta se volvió de manera lenta. Unos pasos se arrastraron sobre la piedra fría y se detuvieron en la mitad del cuarto. Su figura apenas se adivinaba debajo de sari negro que vestía. Lo usaba para que nadie le reconociera, aúnque el hombre que estaba en el rincón le había asegurado que en esa parte de Londres, nadie le reconocería. Seguía llevando el sari, y para él era ofensivo que usara algo así.
-¿Que quieres? -preguntó el hombre del rincón, con su voz grave y profunda. Algunas personas se asustaban de su voz (aunque no tanto por su corpulencia), y eso le parecí infundir el respeto que merecía tener.
-Saber como va todo -respondió la otra voz.
-Tuve que matar a un hombre en el teatro, y fue por culpa de Goodwin. Tiró el criptex al teatro y tuve que ir a buscarlo. No lo encontré. El hombre tuvo que morir, yo estaba furioso.
-Lo sé. La noticia ya se ha extendido en los medios. ¿De verdad es tan importante el criptex?
Novak Natoo suspiró, con creciente enfado. Se lo había explicado en muchas ocasiones y seguía preguntando cosas estúpidas.
-Lo importante no es el criptex, es lo que hay dentro. Sin eso no podremos culminar el Ritual.
-Entiendo. ¿Como vas a recuperarlo?
-Buscaré a la Mujer Blanca. Es un demonio, y yo estrangularle su cuello.
La figura de sari se movió, quizá estremeciéndose por la brutalidad de Novak . Ersa débil, pero tenía lo que él buscaba. Ambos se beneficiarían, aunque podían perder mucho en su trato.
-No tienes porqué hacerlo tú -repuso la voz-, puedo encargárselo al alguien. Ya te éstas manchado las manos tú sólo.
Novak se levantó de un salto, enfurecido
-¡No! -fue un estruendo salido de su garganta, luego bajo la voz-. Y no te refieras a mis actos como "mancharme las las manos", es un medio para un noble objetivo. No vuelvas a insultarlo.
Un silencio se apoderó de la estancia, mientras sus ojos se cruzaban sin mirarse en la oscuridad. Novak carraspeo revolviendo su agrietada garganta. Solía fumar desde los catorce y a los treinta y dos ya sentía que sus pulmones replicaban por algo de oxígeno puro. Era su única debilidad, el único dolor que podía sentir.
-Han encontrado el primer cuerpo esta noche -dijo la figura de sair
Novak asintió. Eso era sorprendente. El cadáver de aquel vagabundo había estado a la intemperie en Hide Paro y nadie se había topado con él hasta ese momento, pero alguien lo había heco ahora, cuando el Ritual estaba a punto de completarse.
-No importa.
-Sí, sí que importa -interrumpió la otra voz-. La policía está estrecháis el cerco. No creas que estas jugando con niños, ellos te van a encontrar. Tiene el criptex, los cuerpos, y seguro que andas por todo Londres dejando pruebas. O alguno de tus amigos nos delata.
Novak se acercó al hueco del techo. A pesar de que el techo estaba era mas alto de lo normal, el caos podía tocarlo con la frente. Normalmente, con sus dos metros y pico de altura, tenía que andar agachándose. Y su cuerpo no le ayudaba a moverse; era ágil, pero sus hombros parecían una estantería repleta de palpitante músculos. Al estar debajo del agujero, la tímida luz de la lunalp iluminó.
Su pecho estaba recubierto de una maraña de tatuajes que representaban figuras religiosas y mitológicas, que se mezclaban unas con otras, en un confusa fusión de colores y formas. El amplio pecho descendía hasta la oscuridad, con marcas de cortes recorriendo toda su extensión. La manera de cicatrizar de estas heridas había sido de lo mas rara, pues había sido un proceso lento, sin medicamentos, y, aveces, el solo se acordaba de que las tenía cuando las miraba. La mas estaba justo en el centro del pecho, que era el corte que mas usaba para impresionar a su público. En alguna que otra ocasión había atravesado su pecho por completo con cuchillos, deleitándose de las miradas y exclamaciones que eso traía.
Sus ojos, grandes y negros, miraron fijamente a la figura de sari. Se había conocido hacia unos meses, y juntos, habían matado a aquel mendigo. Juntos se habían embarcado en aquel viaje que cambiaría sus vidas por completo. Juntos burlarían a la naturaleza.
Entre ellos no había nada padecido al amor. Novak también era insensible a ese tipo de cosas. Pero había un vínculo como el de la simbiosis que los mantenía unidosz necesitándose el uno al otro.
Con su gran mano, palpó su vientre.
-Todo saldrá como planeamos -dijo Novak-. Adhira nos lo dará.
Otra mano se posó en el vientre y, aunque era imposible que ahí pudiera nacer la vida, empezó a retumbar el latido de un corazón.

Huesos para Adhira Where stories live. Discover now