LXIV

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    En una sala con las paredes recubiertas con plásticos negros y enterrada en la comisaría, un hombre impregnad de sudor y temblores, miraba nervioso a todos lados. Volvió a volcarse el vaso de agua vacío en el gaznate. Era el tercero que bebía desde que había llegado.

Lynch lo observaba con fascinación a través de una cámara. Tras la escenita en la entrada, Grégorie no había dicho mucho más. Tan solo que tenía ser y que debía contarle algo urgentemente al agente Knowlton. Parecía haberse calmado un poco en la sala de interrogatorios, como a salvo de aquellas sombras que veía; aunque sus brazos seguían moviéndose en una especie de espasmos. Sus ojos estaban enrojecidos y palpitantes, como a punto de salirse de su cuenca y decir: ¿quién anda ahí?

La puerta del cuarto de se abrió y Elsie Wood entró con un par de papeles cuidadosamente doblados en su mano. La forense llevaba el pelo recogido en una coleta algo greñosa, concorde con su rostro cansado.

Había sido un día largo para ella, y Lynch supuso que el debería estar así si hubiera hecho la mitad que la forense.

-Lleva morfina como para tumbar un elefante en sangre -anunció Elsie, haciendo un movimiento con el cuello hacia el monitor en el que Grégorie se movía nerviosamente.

-Pero.... -Lynch titubeó- si estuviera colocado de morfina, debería estar por los suelos, ¿no?

-Supongo que no lleva solo eso encima. Aún hay que analizar las muestras de sangre y orina. Quizá se haya tomado algo más. Setas alucinógenas, alguna droga experimental, algún tóxico.... Al menos eso explicaría su comportamiento.

Lynch negó con la cabeza.

-Parece desquiciado por otra cosa.

-Bueno, ese es tu trabajo. Yo me voy a casa. Estoy muerta.

Lynch estuvo a punto de soltarle algo como: "al igual que tus pacientes", pero no le apreció un buen chiste. En realidad, no se le ocurría ninguno. Solo pensaba que él también quería acabar con todo eso.

-Está bien, Elsie. Buenas noches.

La forense desapareció por la puerta, pero esta no se cerró porque un pie se puso en el quicio. Un agente uniformado se asomó y le mostró a Lynch una bolsa de un puesto de comida rápida.

-Gracias, Charlie -dijo cogiendo la bolsa y sintiendo que la sangre del otro agente hervía por aquel nombre por el que solo le llamaba Lynch.

Entró en la sala de interrogatorios sin llamar y Grégorie saltó en su silla. Tamborileaba la mesa con los dedos mientras Lynch tomaba asiento.

En cuanto le tendió la bolsa de cartón, Lynch la vio desaparecer entre las manos del animal asustadizo que se revolvía al otro lado de la mesa. Con movimientos rápidos, desenvolvió la hamburguesa de tres libras y le hincó el diente como.

-Gracias -masculló con la boca llena.

-De nada, Grégorie. Te lo merecías. ¿Te puedo llamar Greg?

El hombre asintió antes de tragar y asestar otro mordisco.

Lynch lo observó en silencio. El manojo de nervios solo se había enfriado, peor aún parecía a punto de estallar. Debía ser delicado con él.

-Dime, Greg, ¿qué querías contarme?

Un sonido inarticulado se retorció en la boca de Chevré.

-Espera. Mejor hablamos cuando termines de comer. No hay prisa.

Chevré volvió a asentir casi con histeria antes de dejar la hamburguesa y engullir como un cerdo. Dejó la comida en la mesa y se barrió los restos de aceite del rostro con la mano. Luego miró a Lynch.

-E-e-ellos mataron a Armello. Y también querían matarme a mí. Pero he llegado hasta aquí y....

-¿Quiénes son ellos, Greg?

Un nudo en la garganta de Chevré se reflejó en sus ojos.

-Ella lo organizó todo y nosotros... lo encontramos a él. Los tres lo conocimos aquí en Londres después de volver de la India.

-¿Te refieres a Novak Natoo?

Otro asentimiento, tan fuerte que parecía que iba a partirse el cuello.

-Sí, N-n-atoo. Él le lavó la cabeza a ella, y a Armello también. Los inició en todo eso, pero yo me resistí, pero les prometí que no lo c-c-ontaría.

-Vale -Lynch lo miró tratando de parecer relajado, aunque él también estaba a punto de saltar por los aires- Pero ahora estás a salvo, Grégorie. Así que dime... ¿Quién es ella?

Chevré levantó la mirada. Volvía a derrumbarse por los nervios, pero trataba de soltar de una vez aquel peso que le hundía en el fondo de aquella locura.

-O-o-o-o-o... -cerró los ojos en un espasmo que azotó sus rostros. Suspiró y preguntó- ¿Puedo llamar a mi primo Basile para que venga a buscarme?

Esta vez fue Lynch el que suspiró, cansado.

-Aún tienes que responder a algunas preguntas, Greg. Has dicho que nos ayudarías, y nosotros lo necesitamos.

-Sí, s-sí. Le contaré todo lo que quiera, p-p-pero quiero irme con Basile. Podría llamarle y que venga mientras le cuento t-todo.

Lynch lo miró con rostro severo. No parecía mentir, y el radar de Lynch rara vez fallaba. Colaboraría. El propio Grégorie lo necesitaba.

-Está bien. Te voy a dejar mi móvil para que lo llames. De mientras, iré a traerte más agua.

Lynch se llevó el vaso de plástico y se dirigió a la puerta. Salió al pasillo sin darse cuenta que la dejaba abierta y Grégorie la mirándola con una misión en mente.        

Huesos para Adhira Where stories live. Discover now