XLIV

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El eco del disparo a través de los pasillos hizo que se girara. Entonces se encontraron. Edric se topó con unos ojos a pocos metros de él. Una sombra gigante, capaz de aplastarle.

La sombra se lanzó hacia el. Con el hombro izquierdo, derribó al agente, que sintió que volaba hasta estrellarse con la pared mas próxima. Sus pulmones se vaciaron por la colisión. Levantó una nube de polvo al chocar, mientras que su arma desaparecía en las tinieblas.

¿Qué había pasado? Edric miró al frente. Novak se acercaba cuando levantó la pierna para asestarle el golpe de gracia, pero Edric se echó a un lado y el pie chocó contra la pared. Dumm oyó como la madera se hacía añicos a su lado y levantó la mirada y se encontró con que la borrosa figura de Natoo le miró desde lo alto.

Solo se le ocurrió una cosa: lanzar la linterna. El tubo de metal rebotó en el rostro de Natoo antes de volar hasta acabar en un rincón, iluminando la estancia.

Edric aprovechó el momento para levantarse y alejarse un poco.

Novak le miraba desde la otra esquina de la habitación, junto a la puerta. Un hilo de sangre recorría su rostro desde la frente hasta gotear por su pómulo. No parecía haberse percatado de ello, pues seguía mirando a Edric con ojos serios, autoritarios. Debía de estar enfadado, y esa debía de ser a única emoción que dejaba ver. Llevaba una camiseta grisácea con marcas de sudor. Su brazo izquierdo había sido torpemente vendado para intentar curar el daño que Beatrice le había causado; pero las vendas tenían un aspecto sucio y a punto de caerse a pedazo entre girones de tela ensangrentada.

-No tenía que venir -la voz de Natoo, resonó en la habitación. Sonaba severo pero calmado-. Ahora tiene que desaparecer.

Dio un paso atrás y alargó la mano. Edric no se atrevía a dar un paso en falso.

Novak cerró la puerta. Y con otro movimiento corrió un par de pestillos.

Edric sabía lo que aquello significaba: ahora estaba solos, sin ayuda. Miró en derredor, buscando su arma, pero había desaparecido en la negrura. Sería una pelea mano a mano.

-La policía tiene rodeada tu casa, Novak. Entrégate y nadie resultará dañado.

Tenía que ganar tiempo. Si no daba señal de vida, el resto le entrarían. Seguramente ya estuvieran esperando una respuesta. Quizá Ansel y Mell ya estaban preparados para ir a buscarle. Solo era cuestión de tiempo.

Novak negó con la cabeza. EL gigante controlaba la situación.

-No puedo entregarme. Tenemos que acabar el ciclo, sino todas las muertes habrán sido en vano.

Se movío hacia la derecha, y Edric dio un par de pasos de igual modo para mantenerse a la misma distancia. Pero Novak no quería alcanzarle a él, sino a una vara de madera que cogió con su brazo sano. Era como un taco de billar, perfecto para partir el cráneo del agente.

Dio un paso hacía él.

-Escucha, Novak, te entiendo. Pero tienes que para con esto ya.

El gigante gruñó como un jabalí enchido de rabia.

-¡No entiende nada! -gritó, descargando un golpe ha dodne estaba Edric, que se apartó en el último momento- No puedo abandonarla ahora.

Subió el taco para dar con él hacia el lado. Edric no pudo esquivarlo y notó como algo si algo estallara en su costado. Cayó de nuevo, arrastrándose para apartarse. Se topó con la pared.

Cuando quiso mirar, Novak sostenía el taco en lo alto. Edric saltó antes de que la madera chocara contra el suelo de alfombras. Aprovechó el instante para lanzarse hacia Natoo y asestarle un gancho en la barbilla. LA cabeza de Novak se echó atrás, y Edric le encajó un crochet. Su puño trazó una línea paralela al suelo antes de impactar contra el pómulo de Natoo.

No pareció importarle. Apartó al agente, dejando el espacio justo para dar otro golpe al aire. Edric se alejó sin apartar la mirada de su adversario. Se preguntó dodne estarían los demás.

Calculó sus posibilidades. Novak era físicamente muy superior a él, con una espalda de nadador y unos brazos como jamones, lo destrozaría si llegaba a cogerle. Era mas lento, pero no mucho. Estaba armado, y había demostrado saber usar el taco sin titubeos. Y para colmo, no conocía el dolor. Insensible a ello desde nacimiento. Aunque le golpeara, no serviría de mucho ya que no se echaría atrás.

Edric se preguntó si tendría sentido del daño. Hacer algo de verdad grave, que pusiera en riesgo su vida, haría reaccionar a Natoo.

El gigante dio un paso y Edric se alejó un poco hacia el lado. Ninguno se atrevía a hacer nada, pero Natoo debía de ser consciente de que llevaba las de ganar.

Pensó en sus opciones. Lo único parecido a un arma era el altar del fondo, construido con cañas. Pero eso no era suficiente.

Para cuando quiso darse cuenta, Natoo lo había encerrado en una esquina y levantaba el taco. Edric se quedó quieto.

La madera pasó a su lado cuando se echó un poco hacia atrás. Novak gruñó al ver por lo poco se le había escapado. Un instante, eso duró. Eso tardó adelantarse y lanzar otro golpe. Pero no al rostro, sino al cuello.

Tras encajar el derechazo, Natoo saltó hacia atrás, con las manos al cuello. No soltaba el taco, pero dio un par de zancadas violentas hasta que se arrodilló junto a la pared que separaba a Edric de la puerta. No podía respirar. Al menos no mucho. Su pecho se contraía sin control.

La situación había cambiado. Ahora Edric estaba a mayir altura que Natoo, controlaba la escena. Por el momento. La puerta estaba ahí, pero Edric sabía que no era la mejor acción. Aún sin respiración, Natoo podía alzancarle.

Corrió hacia el gigante. Levantando la pierna, Edric llegó hasta él y la dejó caer sin piedad sobre su brazo malherido. Oyó como su codo crujía cuando la articulación se hizo trizas.

Natoo perdió el equilibrio y chocó contra la pared. Pero seguía impasible frente al dolor. Incluso parecía en mejor estado, había recuperado su profunda respiración. Miró a Edric desde el suelo antes de lanzarse sobre él.

Cargó todo el peso del agente sobre sus hombros, arrastrándolo en el placaje. Edric sintió como su respiración se quebraba y la zona abdominal se hundía. Fue como volar, hasta que cayó por su propia gravedad; siempre pasa.

Cuando su espalda chocó con la pared, oyó comounos chasquidos agudos que le envolvieron. La luz mortecina del final del díale dio de lleno en los ojos cuando la ventana se hizo añicos. Sintió como caía muerto.    

Huesos para Adhira Where stories live. Discover now