LXV

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   Sintiendo que el mundo se caía sobre su cabeza, una especie de zumbido comenzó a recorrerle las piernas como si quisiera despertarle. La gravedad le aplastaba contra algo que se clavaba en su espalda sin piedad. Se humedeció los labios con la lengua pastosa mientras la realidad se iba a formando a su alrededor.

Abrió los ojos. Parpadeó entre pequeños latidos de dolor hasta que visualizó el pasillo librerías de un metro que conducían hasta el centro de la Sala de Lectura.

Otro trueno, como si hubiera estallado en su oído, terminó de despertar a Edric Dumm.

Masculló algo entre la confusión y el miedo a no saber lo que pasaba mientras se encogía conta la pata del escritorio. Un escritorio. Unos de tantos habían escogido para apresarle, como si no tuviera importancia. Pensó que lo típico en aquellas situaciones era escoger un lugar centrado, como para enmarcar la acción, pero.... ¿Qué coño era eso? ¿Tenía algo de típico?

Zarandeó la gruesa soga que lo mantenía contra la pata del escritorio, y una brutal punzada de dolor le recorrió los brazos. Un hilo de sangre descendió entre sus manos casi insensibles y Edric se obligó a mirar. Forzó el cuello hacia atrás hasta que vio los clavos.

Eran dos, cada uno clavado desde un lado de la pata del escritorio firmemente atad¡

Gruñó, tratando de enfocar mejor en la penumbra. Un sórdido rayo de luz, casi inexistente, bajaba por la claraboya del techo. La oscuridad se fundía entre las estanterías del fondo, pero podía ver los espacios muertos del centro. La lámpara que había encendido Olivia seguía iluminada.

¡Olivia! No veía a nadie cerca, pero...

¿Le había hecho ella todo eso? Sí, eso parecía. Edric recordaba como unos dedos habían rodeados su cabeza y... ya

No recordaba nada más. Había tratado de hablar con ella. Quería una explicación de por qué ella aquel fantasma que había estado persiguiendo durante días sin saber que lo tenía delante y que lo llevaba a una trampa sin escapatoria. Con un siseo frío, algo en sus venas le dijo que iba a morir.

Controló la respiración y se dijo que había una salida. Debía de haberla. La que fuera. Solo tenía que pensar con claridad.

El trisquel. Eso fue lo que se le vino a la mente. El trisquel aún a medio cicatrizar en el pie de Olivia. Eso le había demostrado que ella había estado detrás de todo. Ella había matado a Fabricci. Ella lo había engañado desde el principio. Ella siempre había escondido un secreto. Ella había comenzado aquel ritual con Natoo. Y ella iba a concluirlo matándolo a él.

Algo se movió a su lado y una gran figura pasó sin mirarle. Edric se sintió invisible mientras la mole de sombras se inclinaba sobre uno escritorio para coger algo.

Giró la cabeza y Edric sintió que la mesa la soga le iba a desmembrar las muñecas de la presión. Los ojos de Novak Natoo lo miraron desde el techo, sin expresión.

-Se ha despertado -gruñó al aire-. Decías que no lo haría.

-Te dije que "creía" que no lo haría.

Olivia se acercó hasta Edric por la izquierda, emergiendo de las sombras de las estanterías con los brazos cruzados. Tampoco parecía alterada, sino que observaba todo con calma, segura de que nada se le escapaba de manaos.

-No importa -concluyó antes de doblar las rodillas hasta quedar de cuclillas frente a Edric-. Es una pena, me gustabas. No tanto como fingía, pero me gustabas. Pero ahora debes entregarte por un bien mayor.

Huesos para Adhira Where stories live. Discover now