LVIII (Segunda parte)

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-Me alegra volver a verle, agente Dumm. Sabía que vendría. Algo me lo dijo.

La mujer entró en la cabina de vitrinas con el contorneo discreto de una pantera a la caza. Edric le hizo un hueco y Adeline Host lo miró a los ojos como si lo analizara. Sintió que sus pupilas grisáceas le recorrían cada nervio hasta colarse en su mente.

Su sonrisa apenas era una fina línea entre sus labios, pero daba escalofríos.

-Sí... -dijo Edric al darse cuenta del silencio- También me alegra verla de nuevo. He venido como acompañante de Olivia.

La mujer asintió, como si las palabras del agente fueran las que esperaba. Ya era más alta que él, aunque no llevara tacones, y su figura se estilizaba a su edad bajo un combinado de vestido y traje gris.

Quizá sí debería haber llevado corbata.

-¿Le gusta la historia, agente? -quiso saber la mujer, con cierto aire despreocupado, pero siempre consciente de todo.

-Sí, claro. Siempre he pensado que conocer la historia vale mas que imaginar en el futuro. A veces se encuentra algo irrepetible.

-Sin duda. Me recuerda usted a Armello.

Las palabras de la mujer le helaron las venas. Se había prometido no hablar del caso en toda la velada. Ni siquiera quería pensar en él. Sin embargo, la sospechosa número uno de Beatrice acababa de compararle con la víctima más importante de la investigación.

-¿Y eso por qué?

-No lo sé... Armello era un joven brillante, y se proponía grades cosas. A mí me habló de ellas. ¿Sabía que él y su compañero tenía un proyecto de nanotecnología?

-Eso tengo entendido. Pero no entiendo qué tiene que ver la nanotecnología de la que me habló su compañero Grégorie con... bueno, un museo.

La mujer le sonrió. Sabía más que él. Tenía el control de la situación y de todo. Con la luz ensalzando su figura felina, Edric sospechó que Adeline Host era infinitamente poderosa. Movía sus hilos sin que nadie sospechara nada, en las sombras.

-Tiene mucho que ver, se lo aseguro. Armello me lo demostró muchas veces y yo le creía. Pero se lo contaré más adelante, si no le importa. Estas piezas... son magníficas.

Adeline se inclinaba hacia una de las vitrinas repletas de máscaras con un gesto de admiración. Era, de algún modo, la dueña del museo, se maravillaba con algo que casi era suyo.

-¿Se imagina en lo que diría esta máscara si pudiera hablar., agente Dumm?

Nada, se respondió a sí mismo. Las máscaras no pensaban, solo eran ilusiones para esconder algo y formar una imagen nueva. En psicología, soñar con máscaras podía simbolizar la intención de ocultar algo. Quien se escondía tras una de ella, tenía un secreto que mantener a salvo.

Los payasos eran iguales. Sonrientes, felices... Sin mostrar el rostro que se econdía tras su maquillaje. También eran extraño, y Edric sentía que le ponía los penos de punta al pensar en ellos.

Su piel también chispeaba por los nervios de ver a aquella mujer con las máscaras.

-Pero mira a quien tenemos aquí. A la parejita que buscábamos.

Cuando Edric se giró, se encontró con el rostro radiante de Lance Cranston. Los ojos azules del hombre parecían mas vivos que nunca. Su traje, hecho al milímetro con el mayor cuidad, le quedaba como un guante. Llevaba corbata, por supuesto.

A su lado, Olivia le saludó con una ligera sonrisa. Se había recogido el pelo por el lado izquierda mientras que el cabello le caía con suavidad sobre el hombro derecho. Edric se fijó en como el vestido, de un verde turquesa, era un poco holgado y dejaba traslucir algo de escote. La pierna morena de la mujer, se abría paso entre los pliegues del vestido.

Lance le estrechó la mano sin dejar de lado su sonrisa.

-Sabía que vendría, capitán -dijo mirando de refilón a la antropóloga-. Estaba claro. Y me alegro. Pero ahora debo robársela un rato.

Apartó la mano para señalar a Host y se acercó hasta ella. Abrieron las bocas como salmones hambrientos cuando sus labios se juntaron. La lengua de Cranston saltó a la boca de ella antes de que volviera empujada por la de Adeline.

Se giró hacia los otros dos al terminar y dijo:

-Supongo que tienen cosas de las que hablar. Adeline, querida, deberíamos ir a ver si está todo preparado para el discurso. ¿No te parece?

-Aún es pronto. Queda más de media hora.

-Lo sé. Pero quiero hablar con Poleman. Me ha parecido nervioso y no conviene que la fastidie. Esta noche todo debe ser perfecto.

-Lo será, querido.

Con una inclinación de cabeza, se despidieron. Edric suspiró aliviado al verlos alejarse de las máscaras y perderse por el Museo.

Tras unos instantes de silencio, los ojos de Edric y Olivia toparon sin aviso. Se sonrieron.

Huesos para Adhira Donde viven las historias. Descúbrelo ahora