XXXII

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Estaba en calma, sumergido en un colofón casi reconfortante. Los sueños se habían vuelto casi tan borrosos que parecían manchas de aceite por las que buceaba para perderse en las extrañas escenasque la ginebra recreaba. Flotaba como un feto en formol, creyendo que todo había pasado, pero algo tiró de él. Edric, con un gruñido somnoliento, sintió como alguien lo cogía del hombro y lo levantaba. Una voz irreconocible se derritió en si cabeza. Seguía flotando, pero sus pies intentaban andar dando pasos torpes como los de un pollo decapitado, aunque al final dejó arrastrase.
Edric había vivido esta sensación una docena de veces y conocía todas sus fases de sobra. Empezó a notar como su lengua trataba de balbucear algo en su boca pastosa. Estaba en calma. Algo valiente recorría sus venas, como un tranquilizante para el Ártico. Abrió los ojos y entre unas extrañas lineas negras que podían ser sus pestañas, atisbó un suelo formado por pequeños cuadrado. Era el baño del Criket's. Se pararon y una mano le barrió la cara con agua fría. Edric debía de seguir igual, porque alguien tomó la decisión de meter su cabeza en agua.
Atravesó la superficie y vio el agujero negro del sumidero. Burbujas de agua resbalaban por su tez mientras pensaba que no se estaba mal en aquel estado al borde de la muerte. Quizá fuera lo correcto quedarse ahí, viendo como se perdía por el sumidero...
Pero el mundo se le vino encima cuando alghine le sacó del agua. Lo primero que vio fue su propio reflejo en un cristal con un pequeña patina de polvo. Parecía haber envejecido treinta años: los ojos hundidos y la piel algo lánguida y pálida. Sumpelo estaba aplastado por el agua que bajaba por su cuello. Era él. Y detrás estaba Lynch, con un mirada que podía estar entre la protección y el odio paterno.
Era su ángel guardián, su cuerda en el vacío. Lynch le había sacado de mas de una cogorza, y sabía ponerle límites. Su expresión le habría helado el alma si la ginebra no siguera brincando por sus venas. Edric lo consideraba casi un padre. Su mano callosa estaba en su nuca, como un yugo en la realidad. Una carjcajado se ahogó en la garganta de Edric al recordar como Lynch había dicho que sus manos estaban llenas de callos por haber trabajado en el mar; acompañaba estas palabras echándose una crema de manos con olor a fresa.
-No te rías, imbécil -dijo Lynch, con tono gélido-. Venga, vamos. A Beatrice le ha pasado algo.
Edric ordenó sus palabras lentamente hasta que tuvieron cierto senrido.
-¿Que ha pasado? -las palabras salieron de su boca como un chapurreo, casi sin vocalizar.
La mirada serie de Lynch fue la única respuesta.


Dentro del Jaguar xs, Plock esperaba mirando la puerta del Criket's. Ya no quedaba nadie y en menos de una horas amanecería. Una vomitona unos metros más adelante le confirmó que en aquel lugar no se solía tomar el té, sino algo mas duro. El alcohol nunca le había sentado nada bien, y por lo que vio a continuación, pensó que Dumm tampoco. Lynch apareció primero, ayudando a andar a Edric, que tenía la mirada perdida y los pies confusos.
Entraron en el coche. Edric se dejó caer en el asiento de atrar y Lynch como copiloto el asintió para que fueran a la casa de los Dumm. Arrancó el motor con un profundo ronroneo y enfilaron para salir del callejón. Plock se sentía nervioso, y no sabía si era por el miedo a lo que podían encontrarse o a la reacción de Edric al verlo. Lynch se mantenía inexpresivo.
Como ya había ido una vez, Edric buscó una ruta que les llevó a la casa en pocos minutos. Aparcaron delante y Plock vio la linea que trazaba la calle, que moría en el vacío negro de Hide Park. La lunes se había escapado por el horizonte mas temprano de lo normal, y el sol no daba signos de querer salir. Edric se apeó solo y subió con cierta soltura las escaleras. La puerta estaba entornada como si los esperaran. Ansel corrió para seguirle.
Nada mas entrar, se sorprendió al ver lo que había pasado. Un charquero oscuro se extendía por la entrada; esquirlas de maderas flotaban en la sangre como los restos de aquella noche. Una escalera subía junto a una baranda destrozada. La sangre había salpicado los escalones y la pared. Plock vio que a su derecha había una salita con esquirlas de madera por suelo y un casquillo perdido.
-No toquéis nada -advirtió la voz suave y pausada de Beatrice, que apareció por el otro lado-. He llamado a Elsie y viene ahora para recoger las posibles pruebas.
Plock sintió algo extraño retorcerse en sus entrañas cuando vio a la joven bajo la luz ambarina del salón repleto de vitrinas. Tenía el superior partido en una herids con muy mala pinta. Unas marcas rojizas recorrían su cuello pálido. Llevaba una chaqueta negra que parecía de Edric. Beatrice les indicó que se acercaran sin pisar nads. Cojeaba un poco de un pie, pero no se veía que tuviera ninguna herida mas. No parecía nada descompuesta tras lo que había pasado apenas una hora antes.
Edric pasó de largo y se perdió por el pasillo. Plock escuchó como se cerraba una puerta y el capitán echaba su alma por la boca. Lynch hizo una mueca de asco mientras se sentaba un un sillón. Beatrice había hecho lo mismo; a su lado había una mesilla con un montón de papeles que seguramente fuera parte de la investigación.
Plock empezó a vagar por la habitación recibierta de formica mientras Lynch comenzaba una especie de interrogatorio con voz calmada y comprensible.
-¿Quien ha hecho esto, Beatrice?
-Novak Natoo, creo que es evidente.
Plock se sorprendió por la cantidad de botellas que habían colocadas en una vitrina, pero le sorprendió más la cantidad de huecos libres. Era casi tan atemorizante como la otra vitrina, llena de armas meticulosamente limpiadas y colocadas en felpa clara. La luz ambarina que salía de ellas era lo único que iluminaba la habitación. Beatrice continuaba con su explicación:
-Se coló por la vieja despensa cuando Edric ya llevaba rato fuera. La construyó el anterior propietario con una puerta al callejón de atrás para meter mercancía. No la hemos usado, es un cuarto inútil porque la comida la guardamos en la cocina, y la puerta cayó de un golpe.
-¿Lo oíste antes? Tuvo que hacer algo de ruido.
-No, al menos al pricnipio. Me encontraba en mi estudio, y solo lo escuché cuando pasó por encima. Luego le intenté reducir, pero no tuve en cuenta una característica de el señor Natoo.
-¿Cual? -preguntó Lynch, aunque Plock quería preguntar donde estaba ese estudio donde Beatrice pasaba la noche.
-Creo que aún es pronto para confirmarlo, pero cuando Elsie analice la sangre de Natoo nos dirá algo claro. De momento, no hay nada mas que antes. Salvo el arma que dejó cuando le disparé. Una lastima que no le alcanzara.
Beatrice se levantó y señaló hacia una vitrina. Plock se asomó y descubrió que bajo sobre el tapiz descansaba una pistola idéntica a la que había en el pasillo junto a la despensa. Tenía un diseño simple, con gatillo fino y una culata que trazaba una ligera curva para acomodarla palma de la mano.
-Browning GP-35 -dijo Beatrice a su espalda. Plock se preguntó como habría sido la pelea entre ella y Novak Natoo, un hombre de mas de dos metros. Tras ver como había quedado la casa, no quería enfadarla por nada. Seguramente Natoo tampoco.
-Es un modelo bastante viejo -repuso Lynch-. Hace medio siglo a que no se fabrican y es difícil encontrarlas. Podríamos preguntar a coleccionista y distribuidores, a ver si nos pueden decir algo.
-Novak era un animal de circo, no está adaptado por completo al mundo occidental, y menos al ambiente del coleccionismo de armas. Y por como vi, no sabe manejarlas especialmente bien. Alguien se la tuvo que facilitar antes de venir.
Aunque se apartaron de la vitrina, nadie parecía tener intención de volver a sentarse. Plock acabó observando las botellas de la vitrina de enfrente. Beatrice se había parado frente a una de las manchas de sangre del suelo. La forense no debería tardar en llegar, y Plock se recordó que no debía tocar nada. ¿Y que mas da? Ya sabían que era Natoo. O no. Ansel pensó en lo poco que conocía a Beatrice y en lo extraño de su comportamiento. En vez de llamar a la centralita y pedir una patrulla y una ambulancia, le había llamado a él con la voz mas calmada del mundo. Quizá se lo hubiera inventado todo, quizá...
Unos pasos en el pasillo llamaron su atención. Edric Dumm volvió a hacer acto de presenciar: la expresión de pesadez casi había desaparecido y su andar era firme. Se había cambiado los vaqueros por otros mas elegantes y una camisa de algodón. Seguía con el pelo revuelto, pero Plock pensó que eso daba igual, considerando que hacía veinte minutos estaba siendo arrastrado por Lynch al baño del Criket's.
-Bien, tenemos que ponernos en marcha -anunció, frotándose las manos- Ya.
Lynch se acercó desde el fondo de la sala y le tendió una cartera negra. Edric pareció sorprendido mientras la hacía desaparecer en su bolsillo.
-Gracias -dijo, antes de girarse hacia Plock -. Ansel, tú y Lynch iréis a ver a un amigo que sabe mas que yo sobre el mercado de armas. Beatrice, espera a Elsie y después ve a comisaría, necesito que busques en los archivos desapariciones de hace un año en la zona metropolitana; necesitamos saber quien es el primer cuerpo, el que encontramos en Hide Park. Yo tengo que ir a ver a quien ya sabes.
Plock analizó lo que acababa de escuchar. El trabajo de Beatrice era bien parecido a no hacer nada. Seguramente, aquel cadáver (encontrado a tan solo medio kilómetro de la residencia de los Dumm) fuera de algún vagabundo con la mala suerte de encontrarse con Novak. De todas formas, aquel trabajo quizá solo fuera para mantener controlada a Beatrice. No podía culpar a Edric, después de que la joven fuera atacada directamente por aquella bestia, de que quisiera mantener a salvo a su hermana. Sin embargo, le parecía que poner a alguien con tal potencial a bucear entre papeleo.
Plock iba a proponer buscar en los archivos el mismo, que ya tenía innumerables horas a su espaldas chupando despacho, pero Beatrice se adelantó con calma.
-Está bien. Iré con Elsie cuando acabe con esto.
Edric asintió en el mismo momento en el que el viejo teléfono que descansaba en la mesilla, chilló con un retorcer de tuercas. Ambos hermanos se miraron como sie eso ocurriera solo en ocasiones excepcionales. Edric llegó al teléfono de un salto y lo cogió con cierta tensión. Se llevó el auricular al oído.
-Vale. Voy enseguida, no hay problema.
Colgó y volvió el rostro, algo mas serio que antes.
-Sigo encontrandome algo mareado. Plock, ¿serías tan amable de llevarme?


Huesos para Adhira Where stories live. Discover now