XXXVI

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        La aguja resbaló por el vinilo con la mayor calma del mundo. Tras un delicioso chasquido, las notas afiladas del "Rain falla down" bailaron el aire. Los Rolling Stones eran parte de su momento de descanso, una parte imprescindible. Enjaulado en su despacho del museo Lance Cranston sospesaba una taza de té mientras veía el ajetreo regular de Bloomsbury. El sol estaba en todo lo alto y el aire acondicionado susurraba en un extremo del despacho. Respiró profundamente el aroma del té negro antes de sorber un poco. Dejó la taza y miró el techo pensando en los asuntos del museo.

Faltaban tres días para la gran apertura y todo el museo hervía en n caldo de nervios y prisas mientras Cranston apreciaba el momento desde su posición. Había muchos contratiempos, sí. Pero eso no haría que le temblara el pulso. Todas las piezas que les habían cedido para la ocasión ya estaban recibidas y catalogadas. El mayor trabajo ahora eran colocarlas en las salas que habían cerrado para ellas. Eso no era uno de los principales problemas de Cranston.

Esta era la tercera gran exposición a la que se enfrentaba, y probablemente su favorita. El tema de las religiones arcaícas siempre le había interesado. Y aquella exposición iba a ser diferente a todas las demás. Mas contundente, mas inolvidable. Los planes de Cranston para aquella noche eran perfectos.

En el momento en el que dejaba la taza sobre el escritorio, la puerta del despacho se abrió sin que nadie llamara. Antes de verla, ya sabía que era ella. Adeline le saludó desde la entrada.

-Lance, necesito que vengas. Han traído algo. Del Antalya Muzesi, en Turquía.

Lance se revolvió en el asiento.

-¿Turquía?

-Sí. Sígueme, nos están esperando.

Lance se levantó pensando en aquella mujer con las que llevaba casado siete años y la que le llevaba casi doce años en la carrera de la vida. Si ella le hubiera pedido cuando se conocieron que la siguiera al fondo de un barranco, el joven y atontado Lance no habría podido resistirse a los encantos de Adeline. A pesar de la diferencia de edad, seguía profundamente enamorado de ella aunque asaran los años. La única traba con la que se había topado su relación, la imposibilidad de ella para tener hijos, parecía una estupidez del pasado.

Atravesaron los pasillos con rapidez hasta llegar a la parte de atrás del museo. Lance aun se maravillaba de la cantidad de piezas expuestas, pero ahora tenía la mirada puesta en otro lugar. Pasaron a una zona restringida al público, un laberinto de pasillos oscuros en el que uno tardaba en memorizar un simpe camino. Por suerte, Lance conocía el museo a la perfección y en seguida llegaron a un pequeño muelle de carga. La luz entraba a raudales, y le cegó unos instantes.

-Por fin llegan -gruñó una voz muy cerca.

Cuando Lance alcanzó a verlo, se sorprendió de su baja estatura. Era un hombrecillo de piel morena que contrastaba con el traje claro y hecho a medida que vestía. Removía algo dentro de su boca, porque su barbilla cuadrada se movía rítmicamente.

-Cahil Yildif, representante del Antalya Muzesi y responsable del envío. –se presentó el hombre con un tono molesto, estrujando la mano de Lance. Tenía un tacto calloso-. Supongo que usted será Armello Fabrici.

Lance sintió contraerse algo en su pecho y corrigió al hombre.

-Armello no trabaja para nosotros ya, señor Yildif. Pero nos alegra tenerle aquí con lo quenos trae del Antalya Muzesi.

El hombre volvió a gruñir, como si la explicación le cabreara aún mas. Había cuatro personas mas, esperando ara descargar. El ambiente era bien tenso.

Huesos para Adhira Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα