LXIII

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Al cerrarse la puerta de la Sala de Lectura con un eco espectral y solemne, Edric sintió un escalofrío que le hizo ponerse tenso. No era la primera ocasión que se colaba en un sitio, pero sí la primera vez que lo hacía sin conocer la razón.

Olivia le soltó la mano para pasear libremente por entre los escritorios de la grada en forma de caracola que orbitaba el centro. Sobre ellos, la cúpula parecía incluso más grande y monstruo en plena noche que por el día; no había ninguna luz encendida y las sobras de la noche se alargaban hasta la claraboya del centro. Una tibia luz se filtraba por ella entre ríos de lluvia.

-A que es mágico.... -susurró Olivia, que en un momento, ya estaba al otro lado de la sala- Siempre me ha gustado venir aquí a estas horas.

-¿De dónde has sacado la llave?

Ella se encogió de hombros acariciando los tomos de una estantería.

-Se la pedí a Cranston. Le dije que la necesitaba para las noches que me quedaba aquí trabajando. EL responsable de cada sección tiene una, así que no le importó demasiado.

La voz de Poleman retumbaba débilmente bajo la cúpula, aunque el murmullo del agua contra la claraboya lo apagaba hasta el mínimo. Olivia se acercó hasta una de las mesas y encendió una de las lámparas. A través de un vidrio verde, un tibio rayo de luz iluminó un poco a su alrededor. Sí, era un lugar mágico.

La antropóloga se sentó e el escritorio mientras Edric se acercaba con pasos desinteresados.

-Pensaba que ibas a mostrarme la exposición -sugirió cuando se encontraba en el centro de la Sala-. Como habíais trabajado tanto en ella....

-Solo son datos -interrumpió ella-. Datos, escritos, papitos, altares, esculturas, pinturas, huesos... Algo que una vez significó algo trascendental para alguien hace mucho tiempo, pero que ahora, expuestos como casi una atracción, son datos. Eso es lo que servimos aquí: datos interesantes, incluso conmovedores o emocionantes, pero han perdido la magia.

Edric pensó en lo que significaba para él la magia. Algo fuera de lo natural, que sobrepasaba los límites lógicos de la ciencia. Había visto muestas de ella, pero nunca había pensado en esa esencia que se perdía con el paso del tiempo, y de cuyos restos alguien se podía lucrar.

-Esas piezas siguen rezumando su magia -replicó llegando hasta ella-. Se pueden sentir cuando las ves. Te pueden transportar. Lo sabes, Olivia.

-Bueno....

Dejó la copa, ya vacía, en el escritorio.

-Puede que sigan teniendo esa esencia a simple vista, pero no tiene nada que ver con su momento. Por ejemplo: antes, cuando veíamos las máscaras, nos sorprendía su aspecto, pero no podíamos sentir lo que sentía quien se las ponía para vivir una experiencia mística.

-Entonces deberíamos poner en fila a todo el mundo para ponerles una de las máscaras y que bailen hasta el extasis. Sí, es una gran idea -sonrió Edric, procurando no parecer un ímbecil.

Para su alivio, ella también sonrió.

-Aún hay magia, ¿no crees? -preguntó ella, y las palabras quedaron suspendidas en el aire con un exquisito eco.

-Como este sitio. Por eso hemos venido hasta aquí, ¿no?

-Más o menos. Creo que ya lo vas entendiendo.

-¿El qué?

Olivia levantó la mirada, y la luz de la lampara arrancó un destello de las dos esferas ambarinas de sus ojos. Dejó escapar una sonrisa entre sus finos labios.

-Para crear algo de magia.

En un instante, Edric se descubrió a sí mismo fundiéndose en un beso con la antropóloga. Se habían acercado lentamente hasta que ella terminó de inclinarse con sutileza hasta su boca. Una descarga fría seguida de otra más caliente, azotó las piernas de Edric cuando pasó sus manos por el pelo de Olivia y sintió que las de ella se encaramaban a su espalda. Se acercó más.

Inclinándose hacia delante, noto que el cuerpo de Olivia lo atraía hacia ella mientras caían sobre el escritorio y una lengua traviesa salía a pasear por su boca. Edric, con miedo a abrir los ojos y descubrir que no era real, que todo era una ilusión de puberto, un sueño de un coma etílico, se apoyó en la madera para no aplastarla.

Oyó como un trueno replicaba en el cielo lejano y una pierna se enrollaba por su cintura y le tiraba de lado. En un momento estaba ella encima. Olivia dio una especie de patada al aire para librarse de los zapatos, dejando a la vista algo que hizo que el corazón de Edric se detuviera.

Una cicatriz destacaba en la parte alta del pie. Había cicatrizado hacía tiempo, pero el dibujo de una especie de trisquel seguía viéndose claramente.

Armello Fabricci. Edric lo recordaba: el cuerpo que habían encontrado en el río tenía esas mismas marcas. Las escarificaciones que se había echo el día de su muerte y un año antes. Un año antes...

-Olivia.

Edric se había quedado petrificado. Intentó hablar con ella, pero Olivia no parecía oírle.

Una marea salida de un oscuro subconsciente impactó en sus pensamientos con una agria revelación. Las frases que Olivia le había regalado desde que la había conocido y que eran una especie de burla.

En su laboratorio el día que se conocieron, Edric le había preguntado si tenía idea de porque alguien había matado a su compañero Armello:

"No creo que nadie le pudiera haber hecho daño sin razón... Solo sé que no entendería porque está pasando esto. No entenderán nada hasta que pase"

Y estaba pasando. Edric sintió que lo que había estado pensando todos aquellos días se desmoronaba. Le había atraído hasta ella. Sí, lo había hecho el día que llamó para contarle los papeles que había encontrado en el despacho de Fabricci:

"Puede venir al Museo a por ellos...O puedo ir y dárselos

Nos podemos ayudar para llegar al fondo de todo esto"

En su momento no había sentido nada, solo algo como hundido en su mente que no quería salir y romper aquella mentira tan cálida. Es misma sensación había susurrado algo cuando fueron a ver a Sibilla y esta miró como si fuera un demonio a Olivia.

Sibilla la había calado de inmediato, pero tampoco sabía lo aquella extraña escondía. La magia de Sibilla casi lo había sacado a relucir cuando la piedra que Olivia tenía entre manos

"Olivia, esperas un hijo, ¿verdad?", había preguntado Sibilla, poco antes de que le confesara a Edric ante de salir de casa que la antropóloga no le daba buena espina.

Beatrice podía tener razón incluso. Era un rito de fecundidad, según ella, y que Olivia estuviera dentro de algo así.... Era inaudito, pero lógico.

Ella lo había traído hasta allí: a aquel lugar mágico a hacer algo de magia.

Las palabras de Chandra Barthwal entre convulsiones y el aliento de su propia muerte, salieron a flote:

"Agente Dumm. Usted es parte de todo esto"

-Olivia, para un momento...

Seguía sin escucharle mientras más ideas y emociones atosigaban la mente de Edric. Los finos dedos de Olivia se colaron por su pelo hasta agarrarle el cráneo.

-Espera....

Dos chasquidos y el mundo se apagó.

Huesos para Adhira Where stories live. Discover now