Sesenta y siete (extra) Penúltimo

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— Volverá pronto —le ayudo a ponerse el pijama, primero la ropa interior a las dos, después la camiseta y luego los pantalones—. No quiero ver las zapatillas fuera de los pies.

Ellas salen del cuarto de baño y gritan que van a poner la televisión. Empiezo a recoger las toallas del suelo y me miro en el espejo del baño, que está empañado. Me apoyo en el lavabo y dejo una de las toallas allí para darle con mi mano al espejo y poder ver mi reflejo. Me agarro con fuerza al lavabo e intento mantener los recuerdos a raya. Sabía que este día llegaría, pero no que lo haría tan pronto. No que nos llegaría mi primer anillo de compromiso en un sobre el día de Navidad.

Miro la palma de mi mano y recuerdo el corte que tenía en ella.

"Por favor" susurré.

"¿Por favor? No sirve de nada rogarme"

Aprieto mi mandíbula y las imágenes vienen a mí como si hubiese sido ayer, como si ayer hubiese estado a punto de morir a manos de la persona a la que confiamos mi seguridad. Una lágrima rueda por mi mejilla y no tardo en quitarla con el dorso de mi mano. Pongo los mechones sueltos de mi moño detrás de mi oreja y respiro hondo. Cuelgo las toallas y pongo las ropas de las niñas para lavar. Bajo y voy a la cocina para empezar a hacerles la cena. Las observo reírse con los dibujos y el miedo que tengo no es porque me pase algo a mí, sino a ellas.

Ahora que había conseguido una estabilidad en mi vida, no quería que nadie me la quitase. Nadie tenía derecho a quitarme mi felicidad. Podía creer en la palabra de Jorge, en los informes de la psicóloga, pero nada de eso me aseguraba que él no hubiera mentido. Era astuto, ya nos lo había demostrado en todos estos años. ¿Por qué confiar en él?

Observo a las niñas cenar mientras miran atenta la televisión y juego con el teléfono entre mis manos esperando que ellas se acuesten para llamar a Justin. Me acerco a la alarma de seguridad cuando cierro la puerta del jardín y me aseguro que cada puerta y ventana esté cerrada.

— ¿Habéis terminado ya? —pregunto acercándome a ellas.

— Sí. ¿Nos dejas un ratito? —preguntan las dos a la vez.

— Lavaos los dientes y a la cama, mañana es viernes y podréis ver la televisión.

Ellas se quejan, como todas las noches, y al final, suben a lavarse los dientes. Meto las cosas en el lavavajillas y subo a su habitación donde las veo jugando con unas muñecas.

— Venga, a la cama, princesas —doy una palmada y abro sus camas para que ellas puedan acostarse—. Vamos a llamar a papá, ¿Vale?

— ¡Sí! —gritan las dos.

— Ven aquí —le digo a Jade abriendo mis brazos.

Ella sale de su cama y la subo conmigo para que se acueste en la cama de Jia. Saco el móvil de mi bolsillo trasero y me recuesto al lado de mis hijas. Busco el número de Justin en llamadas recientes y pulso. Las tres esperamos la llamada en altavoz y sonrío cuando escucho su voz y lo veo a través de la pantalla. Las niñas les responden con un hola.

— Hola, preciosas —dice Justin al otro lado de la pantalla—. ¿Cómo estáis? ¿Me echáis de menos?

— ¡Síííí! —responden las dos.

— Hoy hemos aprendido las tablas de multiplicar en el cole —le informa Jia.

— Vaya, eso es genial... ¿Cuánto es... 2x2? —pregunta.

— ¡Cuatro! —responde Jia.

— ¡Muy bien! ¿Os estáis portando bien?

— Sí —responde Jade.

Undercover // Justin Bieber حيث تعيش القصص. اكتشف الآن