Trece.

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Los dos cenamos en el restaurante del hotel. Me metí una cucharada de helado en la boca y sentí el frío del helado arriba de mis labios, en mi bigote. Pasé mi lengua por mi labio superior y me encontré con la mirada de Justin.

— ¿Tengo chocolate? —miró mis labios y movió su silla hasta ponerla casi a mi lado.

— Si, tienes aquí —cogió una servilleta y limpió mis labios. Sonreí. — Me lo he pasado muy bien, Abby — dijo poniendo una mano sobre mi pierna.

Así que ¿Esas eran las tácticas de ligue de Justin Bieber? Pues funcionaban, porque me iba a dar un ataque al corazón.

Mordí mi labio. — No te muerdas el labio —con su mano libre tiró de mi barbilla haciendo que dejara de mordérmelo y él puso su mano en mi pierna, ya que tenía un tic nervioso en ella. En Barcelona no había estado así porque había bebido tanto para relajarme que apenas era capaz de recordarlo con la claridad suficiente.

Justin se acercó a mí—. ¿Por qué te pones tan nerviosa?

— Tengo que ir al baño —hablé rápido y me levanté mientras Justin reía entre dientes.

Me apresuré al cuarto de baño para poder estar un momento sola y que no se me saturara la mente. Me miré en el espejo para darme cuenta que mis mejillas estaban rojas. Mojé un poco mi nuca. ¿Que estaba intentando Justin? Si lo que quería era ponerme nerviosa, lo había conseguido. Cuando salí, lo vi sentado en la mesa mirando su teléfono, se veía jodidamente deseable. Choqué con alguien, escuché vasos moverse y un líquido frío caer por mi pecho. Mis altos tacones resbalaron en el suelo haciéndome caer de espaldas, otra vez.

— Lo siento, no la he visto —dijo un camarero dejando la bandeja a un lado y ayudando a levantarme.

— Lo siento, no había mirado —me disculpé ofreciendo su ayuda—. Gracias.

— ¿Estás bien? —me preguntó Justin poniéndose a mi lado.

— Sí —asentí mirando mi vestido mojado.

— Lo siento mucho—se disculpó de nuevo el camarero.

— No se preocupe, soy una despistada, debería de haber mirado —el camarero recogió su bandeja y se fue dejándome con Justin— ¿Has pagado? —le pregunté.

— Sí, ven —cogió mi mano—. Te prestaré algo de ropa.

— Vale —murmuré.

Cuando salimos de allí me quité los tacones para poder andar más rápido y no matarme en el intento.

— ¿Iras descalza? —preguntó frunciendo el ceño y me quitó los zapatos de mis manos.

— Mmmmm... sí, no es la primera vez —los brazos de Justin bajo mis rodillas y mi espalda me hicieron sobresaltarme —que lo hago — terminé.

— Puedes clavarte algo —Justin empezó a caminar.

Rodeé su cuello con mis brazos y apoyé mi cabeza en su hombro. Pulsó como pudo el botón del ascensor y este no tardó en llegar.

— Pulsa el dos —lo hice y las puertas se cerraron.

— ¿Peso mucho? —le pregunté volviendo a apoyar mi cabeza sobre su hombro.

— Para nada —negó con la cabeza y aspiré su perfume.

— Hueles muy bien —pensé en voz alta. Lo miré y una sonrisa arrogante tiró de la comisura de sus labios— Baja tu ego, Bieber —las puertas del ascensor se abrieron.

Undercover // Justin Bieber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora