Treinta y uno [II]

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Había abrazado a Justin con tanta fuerza que pensé que iba a hacerle daño, pero no se quejó. Sus brazos habían estado alrededor de mi cuerpo, apretándome un largo rato. Hasta que tuvimos que separarnos. No había ido a Miami con él. Había vuelto a España con mamá y Daniel.

Eran las 12:30 am del 1 de Enero y estaba sola en casa, mirando la televisión. Mamá se había ido con Miguel como me había dicho y Daniel se había ido a celebrar con sus amigos. Apagué la televisión y miré mi móvil, sintiéndome sola. Recibí un mensaje de Estefanía y lo leí.

"¿Vamos a tomarnos algo?"

"Por favor" le puse.

"Ponte guapa que voy por ti en una hora"

"Hecho"

Me levanté del sofá y apagué la calefacción. Fui a mi habitación a cambiarme de ropa, ya que estaba en pijama. Me puse un vestido que me había puesto varias veces y unas medias negras. Me maquillé y me puse los tacones.

"Ve bajando"

Cogí el bolso y eché todo lo necesario. Me puse el abrigo y salí de casa, cerrando la puerta con llave. Me puse frente al ascensor y esperé a que llegara y las puertas se abrieran. Cuando entré, me miré en el espejo, acomodando mi pelo. Suspiré pesadamente y salí del ascensor.

Cuando giré para ir hacia la puerta de salida, había un chico poniendo algo en un buzón.

— Hola - dije. Él me miró y vi lo que estaba metiendo en mi buzón. Un clavel rosa.

Me quedé mirando el clavel y luego lo miré a él. Su pelo era negro y sus ojos también. Me miraba asustado, al igual que yo lo miraba a él. El dejó caer el clavel y dio un paso hacia mí, haciéndome retroceder. Mi corazón golpeó fuerte contra mi pecho y empecé a temblar.

— Tranquila.

¿Tranquila?

Me apresure en ir al ascensor y pulsar el botón para que las puertas se abrieran. Sentí su agarre en mi cintura y una mano tapó mi boca. Me moví en su agarre y las puertas se abrieron, haciendo que nos viéramos reflejados en el espejo. Mi cara de terror y su rostro tranquilo y serio.

— ¿Nos ves? - me apretó contra él y grité en su mano. - Recuerda esta imagen.

Me retorcí y él me levantó fácilmente del suelo. Con mis manos intenté dar en su cara y recibí un mordisco de su parte. Grité, en pánico. ¿Nadie se enteraba? Necesitaba ayuda.

— Estate quieta - murmuró.

Abrí los ojos con pesadez y volví a cerrarlos. Sentí algo frío en mi frente y abrí los ojos sobresaltada. Me moví nerviosa, recordando lo que había pasado. ¿Dónde estaba? - No te muevas. - escuché una voz masculina. La misma que había escuchado en mi portal. Estaba atada una silla. La cuerda estaba alrededor de mi abdomen y mis brazos atados atrás. Tenía una cinta en la boca y me quejé a pesar de que no podía hablar.

Me moví nerviosa, deseando que ese hombre, de unos treinta años, dejara de tocarme la frente. - Tienes un cardenal, estaba echándote crema.

Vi que dejo el bote encima de una pequeña mesa. Me moví, haciéndome daño con las cuerdas. - Veo que tendré que relajarte. - Lo vi sacar una jeringuilla de un cajón y después un bote de cristal, que no pude ver lo que era debido a que estaba llorando. Se acercó a mí con la jeringuilla llena y vi la gran aguja. Negué con la cabeza. - Shhhhh - susurró. Me queje cuando me pinchó y sollocé. Cerré los ojos, dejando que las lágrimas siguieran mojando mis mejillas. - Ahora estarás más relajada.

Undercover // Justin Bieber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora