Treinta y ocho [II]

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JUSTIN

Solía alejar a la gente que me importaba de mí para no hacerles daño. A los meses de dejar a Abigail, lo intenté con Hailey. Pensé que estaba recuperado, que sería diferente a las relaciones qué había tenido antes. Me equivoqué. A pesar de que Hailey era una chica estupenda y me sentía bien con ella, Abigail estaba en mi mente cada día. Su rostro derrotado cuando la dejé era algo que me atormentaba. Después de haber pasado tanto, de haberle hecho tanto daño, la dejé porque me di cuenta que estaba roto y la estaba rompiendo también a ella. Si es que no la había roto ya.

Mi pequeña novia dormía a mi lado solo en bragas. Se había quitado la camiseta porque su cuerpo estaba achicharrado. ¿Pensaba que lo de blanco nuclear era una broma?

Toqué su pelo, escuchando su pausada respiración y me levanté de la cama. Las ventanas y cortinas estaban abiertas así que podía ver perfectamente con la luz que desprendía la luna. De un pequeño bolsillo de mi maleta, saqué la caja de terciopelo. Lamí mis labios y la abrí. Allí vi el anillo que le había comprado. Ese anillo que estaba dispuesto a poner en su dedo para demostrarle al mundo que ella era mía, que yo había cambiado, que la quería.

Guardé de nuevo el anillo y antes de salir de la habitación, cogí el paquete de cigarrillos de Abby. Todos estaban en sus habitaciones por lo que no había ninguna luz encendida. Caminé hasta la piscina y me senté en una de las tumbonas.

Saqué un cigarro y no tardé en encenderlo. Lo sostuve con mis dedos mientras miraba al frente. Desde aquí se veían las luces de la ciudad. La piscina estaba iluminada con los focos y me tranquilizaba. No se escuchaba nada y podía dejar que mis pensamientos fluyeran con claridad.

No tardé mucho en escuchar unos pasos. Miré hacia atrás y vi allí a mi novia con su camiseta de nuevo puesta. Se quedó parada, mirando mis ojos y volví a mirar hacia el frente para volver a poner el cigarro en mis labios.

La sentí ponerse en la tumbona, tras de mí. Sus brazos envolvieron mi cintura y su cabeza se apoyó en mi espalda. — No estabas.

— ¿Te he despertado?

— No. No te sentí a mi lado, tengo el sueño ligero.

Ambos nos quedamos callados, disfrutando del silencio y de la compañía del otro.

— ¿Recuerdas nuestra primera cita? —dijo en voz baja.

Sonreí. — Cómo olvidarla. Te chocaste con un camarero y te caíste.

— Fue desastrosa.

— No tanto. Me lo pasé muy bien. Aún tengo guardado tu vestido.

— ¿En serio?

— Sí.

Apagué el cigarrillo y lo dejé a un lado en el suelo para después tirarlo, haciendo que Abby se separara de mí. Ni siquiera habíamos tenido citas. Yo no las quería. Y no es cómo si hubiéramos podido tenerlas.

Me giré para mirarla.

— Ese día te caíste unas cuantas veces —recordé.

— Oh, sí —arrugó su nariz haciendo una mueca.

— Espera aquí —me levanté y entré corriendo de nuevo para ir a la habitación.

Entré y no tardé en coger la guitarra. Cuando salí de nuevo, ella estaba de pie, mirando las vistas. Me senté en la tumbona y pasé mis dedos por la guitarra, haciendo sonar la melodía que quería. Abby se giró y se acercó a mí. Se puso a mi lado mientras seguía tocando.

Undercover // Justin Bieber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora