Seis.

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Respiré nerviosa y sentí su respiración en mi rostro. Cuando sus labios fueron a tocar los míos giré mi rostro haciendo que sus labios besaran mi mejilla.

— Mucha gente —dije en su oído.

Justin se separó de mí y volvió a ponerse la visera hacia delante. Mordí mi labio y volví a coger mi botella de agua.

Justin ni siquiera me miró en todo lo que duró lo del maldito club, ni siquiera lo hizo cuando estuvimos en el coche. Fruncí el ceño y salí del coche cuando pararon frente al hotel.

Me abracé a mí misma por el frío y entré en el hotel casi tiritando. Miré hacia el ascensor, pero mientras esperaba y no, coincidiría con ellos. Abrí la puerta que daba a las escaleras y empecé a subir. A mitad de camino me quité mis botas de tacón y me quedé en calcetines. Así era mucho más cómodo subir.

Llegué al cuarto piso sudando. Me dirigí con la respiración agitada hacia mi habitación y metí la tarjeta para abrir la puerta. Entré y suspiré dejando el bolso y los tacones a un lado. Me quité la chaqueta tirándola en uno de los sofás y me tiré en la cama boca arriba. Bostecé. ¿Justin se había molestado porque no había dejado que me besara? Bufé. A veces pensaba que le encantaba que montáramos drama.


No tardaron en llamar a la puerta y me incorporé un poco en la cama. No me quedó más remedio que levantarme y abrir la puerta para ver a Justin allí.

— ¿Por qué estas enfadada? —se quitó la gorra y pasó una mano por su pelo desordenado para después volver a ponérsela.

— Yo no estoy enfadada.

— Claro que sí, saliste del coche casi en marcha —frunció el ceño—. Lo que no entiendo es por qué estás enfadada.

Le dejé espacio para que pasara. Cerré la puerta. — Pensaba que tú estabas enfadado conmigo.

— ¿Por qué iba a estarlo? —preguntó confuso.

— Bueno, después de intentar besarme no me miraste ni me hablaste. Supuse que estabas molesto conmigo —me senté en el borde de la cama.

— ¿Por qué las mujeres lo malinterpretáis todo? —lo miré y le tiré un cojín que él cogió antes de que le diera.

— Eso es porque ustedes sois muy confusos —Justin me tiró el cojín de vuelta y puse mis manos en la cara para que no me diera—. ¿Entonces no estás enfadado conmigo? —mordí mi labio mientras pasaba mis manos por el cojín.

— No, claro que no —se sentó a mi lado—. Fue lo mejor, no debería ni haberlo pensado, fue un error.

— Si —susurré.

— Bueno, ahora que estamos solos, ¿Me cuentas por qué te salve la vida?

— Oh bueno...—mordí mi labio—, mi padre murió y tu música fue a lo que me aferré.

Resumí el dolor de años en una sola frase, cosa que me enorgulleció. No quería aburrir a nadie con mi pasado o mis problemas.

— Siento lo de tu padre —dijo suavemente. Me encogí de hombros porque eso ya era pasado y estaba sanada aunque su recuerdo siguiera dentro de mí.

Su brazo se puso alrededor de mis hombros y me estrechó contra él en un abrazo que recibí gustosa. — ¿Sabes? —Empezó—, A veces pienso que Dios quiso que te encontrara —alcé mi mirada para encontrarme con su mandíbula—. No creo que encontrarnos a mitad de la noche, en la puerta trasera de un club, sea casualidad.

— La verdad es que no había pensado sobre eso. Pero bueno supongo que Dios quiso que cumpliera mi sueño, y tú estabas de ánimo para cumplirlo.

Undercover // Justin Bieber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora