Cincuenta y tres.

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Me despedí de Becca y su madre antes de cerrar la puerta. Me dirigí a la habitación que había utilizado para dar las clases y empecé a recoger los lápices y a meterlos en su sitio. Borré lo que había escrito en la pizarra y me giré cuando escuché la puerta. Justin apareció y se apoyó en el marco.

— Parece que va muy bien.

— Va muy bien —sonreí.

No solo tenía a niños pequeños, también lo tenía de dieciséis a dieciocho años.

— He visto que algunos son más altos que tú.

— Sí —sonreí suavemente.

— ¿Estás feliz?

— No sabes cuánto.

No había rastro del acosador, estaba ganando dinero mientras hacía lo que me gustaba y la relación con Justin iba viento en popa. Los niños me caían muy bien y aunque eran algo traviesos, podía manejarlos. Había tenido que dejar a Esther en el jardín para que los niños no se acercaran a ella, ya que no llevaba muy bien eso de que la gente desconocida la tocase.

Me acerqué a Justin y puse mis manos en su cintura para alzarme y chocar mis labios con los suyos.

— Arréglate, vamos a ir a cenar con Patrick y su novia —puso sus manos en mi cuello.

— Vale —el volvió a besarme—, ¿a qué te refieres con arreglarme? ¿Vas a ir en sudadera?

— Es lo más probable.

— Pero ponte unos vaqueros —rocé mis labios con los suyos.

— Solo por ti —una de sus manos bajó a mi trasero y lo apretó.

Sonreí en sus labios, seguramente como una tonta enamorada y saqué mi lengua, pasándola por su barbilla haciendo que él bajara su rostro y abriera su boca, capturando la mía. Seguí su beso exigente y gemí en su boca.

Me separé de él y miré sus ojos. — ¿A qué hora hemos quedado?

— ¿Me estás rechazando el sexo antes de salir? —alzó una ceja.

No pude evitar reírme y me agarré a su cuello, haciendo que él pusiera sus manos en mi cintura. — Depende de la hora a la que hayamos quedado —Justin me cogió, subiéndome en sus pies.

— Mmmm... No pasa nada si llegamos tarde.

— Claro que pasa, intentemos ser puntuales, seré toda tuya después.

— ¿Toda mía?

— Toda tuya —me acordé de Esther—. Esther está en el jardín —me separé de Justin y abrí la cristalera para que ella entrara.

— Ve a arreglarte —dio en mi trasero y me giré con la mano puesta en él.

— ¿Tienes que ducharte?

— No —se quitó la camiseta dejándola en el sofá.

— Vaya —dije al borde de la escalera—, podríamos habernos duchado juntos —lo miré y me encogí de hombros sabiendo que él vendría detrás.

No me equivoqué, cuando ya estaba en la ducha, él entró, haciéndome reír.

— ¿Sabías que vendría?

— Por supuesto —cogí su mano y lo acerqué más a mí, metiéndolo conmigo debajo del chorro, aunque yo estaba casi pegada a la pared.

Pasé mis manos por su torso mientras él tenía los brazos levantados, pasándolos por su pelo. Me encantaba, desde siempre. Incluso cuando estaba delgado me había parecido sexy, ahora, saludable, no podía evitar sentirme feliz por verlo así, recuperado.

Undercover // Justin Bieber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora