Cuarenta y uno.

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Respiré hondo, sintiendo el aire entrar en mis pulmones, tranquilizándome —o intentándolo— y después lo solté. Seguí a Jorge, el policía que llevaba mi caso, hasta el piso donde había vivido Carlos. Quería ver con mis propios ojos lo que me habían mostrado en fotos.

Carlos vivía solo después de que su novia lo dejara por estar obsesionado conmigo. Lo habían despedido porque faltaba demasiado y era porque estaba siguiéndome las veinticuatro horas.

Los vellos se me erizaron al pensarlo.

Cuando Jorge entró, miró hacia atrás para asegurarse de que lo seguía. Estaba decidida a entrar, no pensaba que esto fuese un choque emocional ni nada por el estilo, ya lo había visto en fotos, me equivoqué.

Su piso era pequeño, dos habitaciones, un cuarto de baño, una sala de estar y una cocina pequeña. Observé una foto que estaba en la entrada de él y una chica morena, su novia, quizás. Ambos se veían bien y felices, estaban sonriendo y no pude entender que iba mal en la cabeza de ese chico para destrozar su vida como lo había hecho.

Seguí a Jorge por el pequeño pasillo hasta llegar a una habitación. Abrió la puerta, y entró. Lo seguí y me quedé parada en la puerta, mirando a mi alrededor como no había ningún hueco libre en la pared. Desde los plintos hasta el techo.

Mi respiración se hizo pesada mientras me acercaba a la pared más cercana. Pasé los dedos por mis fotos. Saliendo de la universidad, en ella, comprando, haciendo ejercicio, bailando, de fiesta... había fotos desde que yo tenía dieciocho. Un escalofrío recorrió mi cuerpo mientras observaba toda la habitación, mareándome. ¿Cómo no lo había visto nunca? Siempre había estado ahí y nadie se había dado cuenta.

— ¿Por qué decidió hacer contacto conmigo ahora? —pregunté a Jorge.

— No lo sabemos. No quiere hablar. Suponemos que es porque el nivel de obsesión creció.

¿Cómo alguien podía obsesionarse conmigo? No era nadie, no era nada. Era una chica corriente, no era alguien que llamara la atención y se caracterizara por su belleza.

— En el ordenador —dijo Jorge señalándolo—, hay muchas más fotos y videos.

— ¿Videos?

— Sí. En la mayoría estás caminando o con tu familia y amigos. Incluso cuando estabas en silla de ruedas. Hay fotos tuyas con Justin —cogió una foto— donde ha destrozado su cara.

Cogí la foto, donde salíamos en los amFar. La cara de Justin estaba agujereada. Lamí mis labios.

— Creemos que no solo quiere secuestrarte, Abigail. Ha estado haciendo todo lo posible durante los años que has estado con tu novio para que rompas con él.

Parpadeé varias veces y recordé la fotografía donde Adrián me da un pequeño beso. Había estado recordando innumerables días el momento, intentando recordar si había algún fotógrafo por allí. Ya sabía quién había sido.

— Pensamos que quizás quiera hacerle daño a él, pero no ha hecho ningún movimiento —continuó Jorge—. Hasta ahora todo se ha basado sobre ti. Asustándote. Estamos intentando averiguar sus contactos, investigando a todos a su alrededor.

— Vale —susurré mirando las fotos de nuevo.

— Hay otra cosa—lo miré—, enviamos el sobre donde iban tus fotos privadas a analizar las huellas. Hemos encontrado unas huellas que no son tuyas ni de Diego y Víctor.

Sí, mis amigos habían tenido que ir a comisaría y todos estaban siendo investigados. ¿Les molestaba? Sí. ¿Me importaba? No. Quería vivir tranquila de una vez. No pensaba que alguno de los chicos me hubiera hecho eso. O por lo menos eso creía.

Undercover // Justin Bieber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora