Cincuenta y cinco.

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Siempre había escuchado que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Y tenía razón. Había echado a Abigail de mi vida para recuperarme y ahora, que la tenía, por fin, le había dicho cosas que en realidad no creía.

Porque ella estaba dándole clases a niños en vez de pedirme una tarjeta de crédito y gastar miles de dólares en ropa, belleza y demás.

Porque ella siempre se había mantenido humilde y real, por eso sabía que ella era para mí. No podía pensar en la idea que Carl fuese el que ayudaba a Carlos porque Carl me había animado a intentarlo de nuevo con Abigail. Él me había convencido que las heridas sanaban, pero que tenía que hacerlo bien. Tenía que darle todo de mí a ella y había estado dándoselo, pero estaba frustrado porque no podíamos ser felices mientras esa persona siguiese fuera.

Sabía que no debería haberle hablado así, que ella podía sospechar de quien le diera la gana porque la estaba rondando a ella, y es normal que ella sospechara pero... me dejé llevar. Había pasado una noche de mierda y ahora ella estaba sospechando de Carl. Ahora, me sentía como una autentica mierda por todo.

Esperé en el living del hotel a que Carl me avisara que estaba fuera. Ella se había llevado mi coche y no tenía otro aquí, ya que los demás estaban en Los Ángeles, de alguna u otra manera sabía que acabaríamos volviendo.

Miré mi teléfono y vi el número de Abby con el mote que le tenía puesto:

Mi amor.

Porque todo lo que tenía era para ella y por ella. Porque no podía imaginarme estar sin ella de nuevo.

La llamé y no contestó, como me supuse. Estaba enfadada conmigo y me lo merecía, me merecía cada palabra que dijo, porque tenía razón.

Carl me envió un mensaje y no tardé en salir, exponiéndome a los fotógrafos. Me monté en el coche y me puse el cinturón.

— ¿Qué ha pasado?

— Llévame a casa. ¿Laura está allí?

— No, está en el centro comercial —se puso en marcha—, ¿y Abby?

— En casa, no quería que la acompañara —lamí mis labios—, hemos discutido y le he dicho cosas hirientes...

— Siempre se dicen cosas hirientes cuando se discute.

— Sí, pero... me he pasado. He sacado el pasado a relucir y ella no ha tardado en hablar de él también, haciéndome ver como una mierda, que es lo que soy.

— No digas eso, ya verás que lo solucionáis.

— No lo sé, no lo sé —negué con la cabeza—, le he dicho cosas malas.

Carl me miró de reojo, sabía que no iba a decirle que le había dicho porque ni siquiera me atrevía a repetirlo de nuevo en voz alta. Mordí mi labio con fuerza odiando el tráfico.

— ¡Necesito llegar ya! —grité frustrado y volví a llamarla, no contestó.

— Dudo que el ataque de nuevo a tan pocos días del incidente —dijo convencido.

Lo miré, ¿y si era él? ¿Y si ella tenía razón? Lamí mis labios nervioso y me acomodé en el asiento, sintiéndome nervioso.

Pensar en Carl siendo el que ayudaba a Carlos me hacía querer saltar del coche en marcha. Él y la Iglesia habían sido mi gran apoyo para salir de donde estaba y sería un golpe duro si al final era él. Toda mi confianza puesta en él se iría por la borda.

— Seguro que está bien —me miró y me sonrió de lado—. Ella es fuerte, ha salido adelante de muchas situaciones, saldrá de esta cuando se descubra quién la acosa.

Undercover // Justin Bieber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora