Cincuenta y ocho

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Canción: Ellie Goulding - Mirror

Vi a Abigail sentada en el borde de la cama, mirando hacia la ventana. Lo más seguro es que le dieran el alta cuando el médico llegara porque podía curarse en casa perfectamente siguiendo unas pautas. Quería volar lo antes posible e irme de aquí, pero no lo haría hasta que no se pusiera mejor.

Daniel estaba hospedándose también en nuestro mismo hotel y Marta y Adrián habían vuelto a sus respectivos hogares. Mamá había visitado a Abigail y había pasado un gran rato hablando con ella y dándole su apoyo. Papá se había ido a Toronto antes de Abby despertar y me dijo que iría a verla a Los Ángeles cuando pudiera. También habían estado aquí Carl y Laura, dándonos apoyo.

Abigail no sabía lo del embarazo, no estaba preparado para decírselo, y supongo que ella no estaba preparada para oírlo, no ahora. Vi su pálida piel metida en ese camisón blanco de hospital y su pelo recogido en una trenza que le había hecho mamá, ella también me había ayudado a ducharla y ambos nos habíamos quedado sorprendidos a verla desnuda.

Su abdomen tenía un gran hematoma y podíamos ver perfectamente los cortes en varias partes de su cuerpo. Ni que decir de su mirada triste y sin vida a pesar de que intentaba decirle a todo el mundo que estaba perfectamente.

Yo sabía que no lo estaba.

Me apoyé en un lado de la ventana y la miré, haciendo que sus ojos se posaran sobre los míos.

— ¿Qué ocurre? —preguntó.

— Nada, me gusta mirarte.

Ella sonrió de lado un poco y volvió a mirar por la ventana. — Seguramente estoy preciosa ahora.

— Siempre lo estás.

— Eres un mentiroso —negó con la cabeza con una sonrisa.

Me acerqué a ella y puse mi mano en su mejilla. — No lo soy —me acerqué y besé castamente sus labios—. ¿Te duele algo?

— Ahora no, a no ser que vuelva a toser de nuevo, entonces ahí, te pido, que me des con un bate de béisbol para quedarme inconsciente.

— Tú sí que eres inconsciente —ella rio un poco e hizo una mueca de dolor—. Lo siento, nada de hacerte reír.

— Por favor —sonrió suavemente y mordí todo mi labio inferior mientras la miraba.

Ella había vuelto su vista a la ventana y pude fijarme en su clavícula marcada. La veía más delgada que cuando volvimos de España, no me había dado cuenta de eso hasta esta mañana. Quise decirle que estaba embarazada, quise decirle que habíamos perdido a nuestro hijo pero que no pasaba nada, que aún nos quedaba mucho tiempo para tener ocho.

— Mi hermano me ha dicho que has cancelado el Tour.

— Sí.

— No deberías haberlo hecho.

— Claro que sí. No voy a irme de tu lado.

Su vista se posó sobre mí. — No quiero interferir en tu vida profesional.

— Nena.... —suspiré—, mi vida profesional está ligada a la personal. Si yo o mi prometida no se encuentra bien, créeme que voy a cancelar toda una gira si hace falta.

— Pero...

— Lo sé, sé que te preocupa la gente, a mí también, pero no iba a terminar la gira sabiendo que estabas aquí. Así que, preocúpate por nosotros, ¿vale? —me acerqué a ella—. Que le den a la gira, no puedo quitar de mi cabeza cuando te encontré.

Undercover // Justin Bieber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora