Treinta y tres [II]

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Abigail se mostraba serena y tranquila, o eso es lo que intentaba. Había estado hablando con la funeraria, arreglándolo todo y pagando el entierro. Me había ofrecido a ayudarla pero se había negado.

Me puse bien la gorra mientras ella se dirigía a mí. Llevábamos horas aquí y esperaba que todo estuviese listo ya.

— Todo listo.

Salir del hospital no había sido nada fácil. Daniel había aparcado un poco lejos y tuvimos que pasar por la marea de fotógrafos y de gente que allí había. Había agarrado a Abigail y la había arrastrado conmigo durante todo el camino, dejándole mi gorra y cubriendola con mi cuerpo.

Preguntas sobre el estado de su madre y su secuestro volaban de aquí para allá.

Ahora, nos encontrábamos en la misma situación. Abigail vio a través de la puerta de cristal a las cámaras y me miró.

— ¿Puedes conducir tú? —me dio las llaves.

— Claro.

Las cogí y después cogí su mano.

— ¿Lista?

Escuché la voz del hombre que nos había atendido y nos giramos.

— ¿Qué ha dicho? —pregunté.

— Hay otra puerta —Abigail se vio aliviada.

Lo seguimos por el tanatorio, donde había gente velando a su familiar o amigo. El hombre nos abrió una puerta y vimos el parking desde otra perspectiva. Abigail se asomó.

— Abre el coche desde aquí.

Me asomé y lo hice. Abigail le dio las gracias al hombre y ambos salimos corriendo hacia el coche. Mi chica no tardó en llegar a la puerta del copiloto y se montó antes de que todos llegaran corriendo. Me monté y cerré el seguro.

Suspiré pesadamente.

— ¿Puedes salir y darles la noticia? —Abigail me miró—. Pide también respeto -escupió-. Aunque dudo que sepan lo que es.

— ¿Y si son españoles?

— Que traduzcan.

Salí del coche, haciendo que un hombre con su cámara se apartara para poder salir.

Cuando pude mandar a callar a todos me preparé para hablar.

— Hoy, hemos tenido la desagradable noticia de que Luisa, la madre de Abigail nos ha dejado. Pedimos un poco de respeto para la familia y amigos. Es duro perder a la persona que quieres, así que, por favor, dejadnos en paz.

Dicho esto, me monté en el coche ignorando las demás preguntas, incluso escuché algún «Lo siento».

Arranqué y me dirigí a casa, donde su hermano estaría llamando a la familia de su padre como Abigail le había ordenado.

Cuando llegamos, ella no dudó en sentarse en el sofá, luciendo derrotada. Había limpiado sus lágrimas en el hospital y no la había visto soltar ni una más. Su hermano apareció y dejó el móvil en la mesa que había frente a ambos sofás. Me quité la gorra y me senté al lado de Abby.

— Ya les he dado la noticia -murmuró en inglés.

— Bien —suspiró ella en español—. ¿Van a venir?

Daniel asintió y Abigail cerró los ojos.

— ¿Cuándo llevan a mamá al tanatorio?

— Esta tarde —susurró.

Su móvil no tardó en sonar y soltó un quejido, alzando su mano para coger del bolso su móvil. Pude leer el nombre de Diego en la pantalla.

La vi deslizar el dedo para coger la llamada y se puso el móvil en la oreja. Ella habló y no tardó en colgar.

Undercover // Justin Bieber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora