Prólogo

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Me desperté en una habitación que no era la mía. Me dolía todo el cuerpo. Estaba agotada. Volví a cerrar los ojos llevada por el cansancio cuando algo se movió en el otro lado de la cama. Abrí mis ojos asustada y me incorpore un poco para ver que había a mi lado. Lo que vi, o mejor dicho, a quien vi, me dejó helada.

Justin Bieber.

Estaba en la misma cama que Justin Bieber. Recuerdos de la pasada noche se agolparon en mi cabeza.

Joder, joder, joder.

¿Qué se suponía que tenía que hacer ahora? ¿Irme? ¿Despertarlo? ¿Qué hora era? ¡Tenía que coger un avión para volver a casa! Mordí mi labio y salí de entre las sábanas mientras lo miraba una última vez. Se veía dulce y sexy durmiendo, también irreal, muy irreal.

Vi mi ropa en el suelo y me di cuenta que llevaba puesta una camiseta, que suponía que era de él. ¿Por qué no me acordaba de nada?

Aspiré su aroma antes de quitármela y dejarla encima de la cama. Anduve dolorida coger mi ropa y me agaché para ponérmela. Observé mi camiseta donde ponía la palabra Belieber. Ni siquiera recordaba cómo había llegado aquí.

Al hotel sí, pero a su cama no.

Recogí mis zapatos y mi sudadera del suelo y caminé sin hacer ruido hacia la sala, donde observé en la mesa una botella vacía y dos vasos. Me acerqué a leer lo que ponía. Vodka.

Claro.

Me senté en el sofá y me puse los zapatos ignorando el leve dolor de cabeza que tenía.

Me puse la sudadera y cogí mi mochila del suelo.

Antes de irme, miré a la habitación una última vez no pudiéndome creer lo que había hecho. ¿Me lo había tirado en serio? No podía creérmelo.

Cuando me acerqué a la puerta, me miré en el espejo que allí había.

Jesús, que horror.

Tenía que lavarme la cara. Busqué mi móvil en la maleta y vi la hora. No me daba tiempo, tenía que salir ya. Pasé mis dedos por debajo de mis ojos y me colgué la maleta, dispuesta a salir.

Un brazo pasó por mi derecha y apoyó la mano en la puerta, impidiéndome llevar a cabo mi misión; llegar a mi vuelo a tiempo.

— Te ibas sin despedirte —dijo en voz baja.

Miré de reojo los tatuajes de su brazo e intenté calmarme.

— Mmmm... sí. Estabas dormido, no quería despertarte.

Agradecía a mi madre haberme apuntado a una academia de inglés cuando era pequeña.

— ¿Por qué no te esperas y desayunamos?

— Tengo que coger un vuelo dentro de dos horas —murmuré.

— ¿No eres de Barcelona?

— No, soy del Sur de España.

— Está bien.

Quitó la mano de la puerta y respiré tranquila, más o menos, porque se apoyó en la puerta de costado para mirarme. Bajé un poco la cabeza para que mis pelos hicieran de cortina y no pudiera ver mi rostro.

— ¿Volveré a verte? —preguntó.

¿Quería volver a verme?

Houston, tenemos un problema. Pulsaciones acelerándose, riesgo inminente de mejillas sonrojadas.

— Cómo sigan poniendo las entradas tan caras creo que no —murmuré.

Puse la mano en el pomo para que entendiera que necesitaba irme.

— ¿Por qué evitas el mirarme?

— Estoy avergonzada por lo que hice ayer —admití.

— ¿Por qué?

— —Porque yo no soy así.

La puerta se abrió y retrocedí para que no me diera en la cara. Kenny apareció y me miró extrañado, intimidándome.

Entonces me acordé de que Lourdes me había dado una carta por si conseguía conocerle.

— Oh, espera.

Quité mi maleta de mis hombros y busqué la maldita carta. Cuando la encontré cerré mi mochila y me la colgué, y —por primera vez desde anoche— miré esos ojos que estaba acostumbrada a ver tras una pantalla.

Le tendí la carta y él la cogió.

— Una amiga no pudo venir al concierto y me dio eso. Léela, por favor.

— Lo haré —asentí y miré a Kenny para que me dejara pasar. Él se apartó y pasé.

Caminé rápido por el pasillo y cogí las escaleras en vez del ascensor, tenía que salir de allí.

//

— ¡Abby! —gritó Sonia cuando pasé el control de seguridad del aeropuerto—. ¿Dónde has estado? Estábamos preocupadas —me abrazó.

— Estoy bien.

— ¿Qué te ha pasado? Te estábamos esperando anoche. ¡No contestabas las llamadas!

— Lo siento, es que...

— ¡OH DIOS MIO! —gritó Sandra— ¡SALES CON JUSTIN EN BIEBER NEWS ENTRANDO A SU HOTEL!

— ¿Qué? —susurré y miré la pantalla de su móvil.

Había varias fotos nuestras entrando en su hotel.

— ¿¡TE LO HAS TIRADO!? —Sandra me miró impresionada.

— ¡NO! —mentí.

Ellas me miraron y agaché la mirada.

— ¡Se lo ha tirado! —gritó Sonia—. Dios, no me lo puedo creer

— ¿Es bueno en la cama? —Sandra habló rápido—. ¿Cómo la tiene?

— No me acuerdo, bebimos y... es todo borroso. Necesito mi móvil.

Me quité la mochila y rebusqué. Al final las chicas tuvieron que dejarme un móvil para llamarme.

Las tres estuvimos pendiente de si el móvil sonaba dentro de la maleta. Pero no, al contrario. Alguien cogió el teléfono.

— Hi? —escuché al otro lado de la línea y me sentí desfallecer.

— ¿Quién eres? ¿Dónde me he dejado el móvil? —hablé rápido.

— ¿Abby?

— ¿Justin?

Mierda.

Undercover // Justin Bieber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora