Cuarenta y seis (extra)

5.8K 411 133
                                    

JUSTIN

Paseé nervioso de un lado a otro fuera de aquel edificio. Mis manos estaban sudando y las pasé por mis pantalones vaqueros, el sol daba con fuerza y estaba sudando. Que jodida calor, ¿Cuántos grados hacía? Muchos, porque sentía que iba a derretirme.

Lamí mis labios y dejé salir el aire de mis pulmones. Tranquilo, Justin. Ella querrá verte.

Eso esperaba, porque yo estaba deseando verla. Desde que la había dejado allí sentía una presión en mi pecho que no me dejaba tranquilo. Tenía unos días libres de los conciertos que estaba haciendo por Europa ese verano y tenía a Josh en el coche.

- ¡Entra ya, joder! ¡Se va a acabar el horario de visitas!

Miré hacia atrás y lo vi con la ventanilla bajada y su cabeza fuera. Sonreí y le saqué el dedo de en medio haciendo que él también me lo sacara. Decidí entrar, sintiendo como mi corazón bombeaba rápido a cada paso que daba. Pregunté por ella y una enfermera me guió por el recinto, buscándola. Vi su pelo ondulado recogido en un moño, sentada en el patio bajo un techado, sola, fumandose un cigarillo.

Lamí mis labios bajo la atenta mirada de la gente que estaba allí y avancé hasta llegar al cristal. ¿Y si ella me había superado? ¿Y si no quería verme? ¿Y si me decía que me fuera? ¿Y si lo mejor es que yo no volviera a su vida?

Abrí la cristalera y la cerré, ella no me miró y me di cuenta que estaba escuchando música mientras escribía en un cuaderno. Con el corazón bombeando con fuerza contra mi pecho, me senté frente a ella, haciendo que mi pequeña chica levantara su mirada y se quedara confusa. Sus delgados y pequeños dedos se dirigieron a su iPod y lo paró, quitándose los auriculares.

Un suspiro se escapó entre sus labios y me fijé en sus bonitos y grandes ojos marrones y en su rostro sin maquillaje. Varios mechones caían por su rostro y ella estaba preciosa. Me fije que había adelgazado un poco, pero se veía saludable y las ojeras y la tristeza habían desaparecido de su mirada.

- Hola -saludé.

Ella cerró el cuaderno que estaba escribiendo y lo dejó sobre su regazo con el bolígrafo dentro. Lamió esos labios que estaba deseando besar y habló: - Hola, no te esperaba.

Pasé una mano por mi pelo corto y miré hacia abajo. Quizás había pensado que ella iba a tirarse a mis brazos. La volví a mirar y vi que sus ojos estaban sobre mí.

- ¿Cómo estás? -pregunté.

- Estoy bien, ¿Y tú?

- Bien. ¿Cómo te va aquí?

Se encogió de hombros. - Mejorando.

- ¿Te medican?

- Sí.

Lamí mis labios y reprimí mis ganas de llorar. - ¿Qué mas haces?

- Terapia.

- ¿Siguen las pesadillas?

- Están mejorando.

- ¿Y los ataques de pánico?

- Superandolos, no me dan tanto como antes -asentí-. ¿Cómo te van los conciertos?

- Bien, muy bien, con ganas de acabar. He comprado para nosotros una casa en Nueva Jersey -ella me miró y se quedó callada-. No sabes lo que me duele verte aquí.

Ella no habló y supe que quizás sobraba allí. Me levanté. - No debería haber venido.

Ella cogió mi mano cuando iba a irme, miré hacia atrás para ver sus ojos suplicantes. - No te vayas, me alegro que hayas venido a verme. Pensé que te habías olvidado de mí.

Undercover // Justin Bieber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora