Cincuenta y cinco.

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No podía ser él, quizás era Mikey, pero tampoco quería que fuese él, a quién había confiado mi vida. ¿Ricardo? Él siempre estaba al lado de Abby, protegiéndola de todo y todos, era imposible que fuese él. Veía como él la cuidaba y la hacía reír cuando no tenía un buen día. Había sido una buena elección.

Pero no podíamos fiarnos de nadie.

Nuestro coche estaba aparcado en la entrada y me bajé de un salto del de Carl. Saqué mi juego de llaves del bolsillo y corrí hacia la puerta. Esperaba estar preocupado por nada. Esperaba ver ahora su ceño fruncido y su mirada de odio, pero no fue lo que vi cuando abrí la puerta. El pequeño mueble del recibidor estaba en el suelo junto con la lámpara rota. Tiré las llaves al suelo y me apresuré al salón, donde vi manchas de sangre en el suelo. La respiración se me hizo pesada mientras escuchaba a Carl entrar y murmurar un "oh Dios mío, llamaré a la policía". Miré a mí alrededor y seguí el rastro de sangre, sintiendo como estaba mareándome poco a poco. Estaba asustado y me daba miedo descubrir que había pasado. Necesitaba que esto no fuera real, que fuese una broma de mal gusto de su parte solo para asustarme. Las lágrimas se acumulaban en mis ojos y dejé escapar un suspiro tembloroso cuando vi el porche lleno de sangre, hasta llegar al césped y... la piscina. Un grito se quedó atrapado en mi garganta cuando lo vi. Su cuerpo yacía boca abajo en la piscina con el agua llena de sangre. Mi respiración se volvió agitada y me agarré a la cristalera. Reprimí las ganas de vomitar y salí corriendo.

— ¡Abigail! —grité.

Salté a la piscina y me acerqué a ella, dándole la vuelta, viendo su rostro pálido. — ¡Abby! —apreté sus mejillas, moviendo su rostro de un lado a otro. Puse mi boca en la suya entre abierta para poder hacerle el boca a boca—. Nena, reacciona —grité.

— ¡Acércala aquí! —la acerqué a Carl y él la sacó de la piscina.

Puse mis manos en el bordillo para impulsarme y no tardé en estar a su lado. — Inclina su barbilla —me ordenó y lo hice—, cuando te diga, le haces el boca a boca —asentí, con mis manos en su pequeño rostro, viendo su mejilla morada y su labio roto. Carl tenía sus manos en el pecho de mi chica mientras contaba—. Ahora.

Soplé varias veces y paré para que Carl siguiera. Mis lágrimas empezaron a nublar mi vista y volví a hacerle el boca a boca cuando Carl me lo ordenó. Observé su cuerpo mojado y miré su mano, tenía un corte en ella, también en su pierna, ya que su vestido estaba levantado, pero lo que más me sorprendió fue ver su ropa interior llena de sangre. Carl me sustituyó en la boca de Abby mientras yo la observaba sin poder creerme todo esto. Sentía cada parte de mi desprenderse, mi corazón estaba cayendo en pedazos mientras veía a mi prometida allí, tirada en medio del césped, con su rostro pálido, su pequeño cuerpo mojado y sin vida... Ella no estaba viva. Recé y recé mientras lloraba. Carl se rindió, las lágrimas cayendo por sus mejillas y la atraje hasta mi cuerpo, abrazándola.

— No —lloré—, no me dejes, lo siento, lo siento. Nunca quise decirte todo eso. Por favor, Dios, ayúdame, no te la lleves —sollocé.

Unas manos que no conocían me separaron de ella y grité. Vi a los paramédicos y a la policía ya allí. Ellos sacaron instrumentaría y Carl me separó de allí, abrazándome.

— ¡Tiene pulso! —escuché.

Levanté mi rostro y la vi toser. La pusieron de lado para que echara todo el agua y la pusieron en una camilla. — ¡Suero puesto! Vamos, vamos.

Levantaron la camilla y me levanté, tambaleándome. Vi a Jeff. — ¿Qué ha pasado? —me preguntó.

— No lo sé —limpié mis lágrimas—¸tengo que ir con ella.

Undercover // Justin Bieber Where stories live. Discover now