— Ya está, mi vida. Estás bien, a salvo, aquí conmigo. No dejaré que nunca te pase nada. Te lo prometo.

Me permití relajarme entre sus brazos e ignore el hecho que mi estómago se estaba revolviendo tanto ante los recuerdos que quería vomitar. Dejé que él me cogiera en brazos y me levantara para dejarme sobre la cama, donde me acurruqué, como si fuera a desaparecer si lo hacía.

Justin me quitó los zapatos y me incorporé para poder ponerme el pijama. Volví a acostarme y no cerré los ojos. Observé como Justin se quitaba la camisa y la dejaba en el suelo, como siempre.

— Mañana deberías llamar a Jorge y contarle que ha pasado. Aunque me gustaría saber también que ha pasado.

Se sentó en el borde de la cama y pude ver su espalda, donde tenía varios arañazos míos de estos días mientras lo hacíamos.

— La pulsera era de mi madre —Justin giró su cabeza hacia mí—. Se la quité una de las veces que la ingresaron y la guardé en la mochila. No volví a verla.

Mi prometido frunció el ceño y volvió a mirar a los zapatos. — ¿Quién sabe dónde estamos? —preguntó.

— Todo el mundo, hay fotos en las redes sociales, también sale nuestro coche. Ya no sé qué pensar —suspiré pesadamente.

Observé a Justin, su ceño fruncido y su mirada amenazante. — Llamaré a Mikey para que venga lo antes posible, también a Ricardo.

— Vale —susurré.

Justin no tardó en tumbarse a mi lado y lo vi alzar su mano para apagar la lamparita. — No, déjala encendida, por favor.

Justin me miró y la dejó encendida. Se giró hacia mí y tocó mi pelo. — Duerme, Abby. Estaré toda la noche despierto si eso te hace sentir segura, pero duerme.

Mis ojos estaban pesados pero cuando los cerraba, los abría de nuevo, asustada por quedarme dormida.

— ¿Quieres las pastillas que te recetaron?

— Por favor —susurré.

**

Desperté aturdida, miré hacia el lado y no vi a Justin allí. Me incorporé y puse una mano en mi cabeza. — ¿Justin? —murmuré.

Me levanté y me quedé un momento sentada en la cama, esperando que mi cabeza se pusiera en orden. Me puse de pie y salí de la habitación para ir al salón, donde vi a Justin sentado en uno de los sofás y dormido con la boca abierta. Su teléfono estaba en su mano y me acerqué para quitárselo y dejarlo en la mesa.

— Justin —susurré—, Justin —puse mi mano en su brazo y él se sobresaltó, asustándome.

— ¿Qué ocurre?

— Ve a la cama.

— No, no, estoy bien —se frotó los ojos.

— Venga —tiré de su brazo—, no seas cabezota.

Justin se levantó y besó mi frente para ir a la cama. Antes que él se acostara, cogí la ropa y el teléfono y cerré la puerta para dejarlo descansar.

Fui al cuarto de baño y encontré la pulsera en el suelo. La cogí y la lavé, quitándole los restos de sangre. Lamí mis labios y la apreté entre mis manos. Cerré los ojos y fue como sentirme cerca pero a la vez tan lejos de ella. Aún no podía asimilar con total claridad que nos había dejado también. Toda la gente que quería acababa muriendo o alejándose de mí y llegué a pensar que yo tenía algo que ver. Pensé que quizás el destino me quería ver sufrir.

Undercover // Justin Bieber Where stories live. Discover now