Cuarenta y seis (extra)

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Fruncí el ceño y me agaché para estar a su altura. Puse mis manos sobre sus mejillas y miré sus ojos. - Jamás voy a olvidarme de ti. Estoy completamente enamorado de ti, no sé como decírtelo.

- Lo sé.

- No lo sabes porque sigues dudando de mí.

- No dudo de tí -puso una de sus manos encima de la mía y juntó nuestras frentes-, estoy intentando aceptar todo lo que pasó. Me siento muy sola -susurró.

- Estoy aquí, siempre.

Abrí mis ojos y vi su labio inferior temblar. Ella cogió una de mis manos y abrió sus ojos cuando la colocó en su corazón. Sentí los latidos bajo la palma de mi mano, iba rápido. - Me duele, todo me duele -susurró.

- ¿Qué puedo hacer, mi amor? Dime que puedo hacer para que estés bien -ella negó con la cabeza y con sus ojos cerrados-. ¿Soy yo, nena? Cariño, ¿Es mi culpa? Si alejarme es la solución para que estés bien, lo haré por ti.

Ella abrió sus ojos y pude ver terror en ellos. Me asusté cuando ella empezó a temblar. - Tengo miedo -apretó mis manos con fuerza.

- ¿De qué tienes miedo?

- Va a venir a por mí -susurró-, dijo que iba a venir a por mí. Tengo miedo de dormirme por si está ahí cuando abra los ojos. Sé que todo va a seguir, sigue ahí.

- Abigail -susurré. Ella separó sus manos de mí, el cuaderno cayó de su regazo al suelo. Ella apoyó sus codos en las rodillas y cubrió sus rostros con sus manos. Ella empezó a murmurar algo en español que no entendía y me dolió. Todo esto me dolía como si estuviera quemándome en el infierno.

Unos enfermeros me separaron de ella cuando se dieron cuenta del estado en el que estaba. ¿Qué le estaba pasando? ¿Ataque de pánico? Me sacaron de allí y me senté en el escalón de fuera, dejando las lágrimas salir de mis ojos.

Lo entendía, mis mentiras, la prensa, las críticas, Rafael, el secuestro, la muerte de su madre, el acoso... lo entendía tan jodidamente bien que eso estaba destrozando mi alma.

Recordaba verla tan feliz, con su mirada llena de vida y su sonrisa que podía iluminar al mundo. Siempre sonriendo, aguantando todo lo que le hice, volviendo a mis brazos una y otra vez mientras la llamaba loca.

Loca...

Yo la había llamado loca y no había entendido que ella estuviese tan enamorada de mí como yo ahora lo estaba de ella.

Me levanté y volví a entrar, exigiendo verla de nuevo. La única chica que parecía hablar inglés por allí, me dijo que ella no estaba en condiciones de ver a nadie.

- Vengo de Suiza para verla y apenas he estado con ella. Necesito verla -exigí.

- No es recomendable.

Puse mis dedos en el puente de mi nariz, sabía que si me dejaba llevar por los nervios, me iban a echar de aquí a patadas. Intenté relajarme y hablar con la mayor tranquilidad posible.

- Necesito despedirme aunque sea, por favor.

Ella me miró no muy convencida y suspiró pesadamente. - Solo cinco minutos -levantó su dedo.

- De acuerdo, cinco minutos.

La volví a seguir y me llevó por la parte donde estaban las habitaciones. Ella abrió con una llave una puerta y antes de dejarme pasar me paró.

- Ella tiene sus manos atadas porque cuando tiene un ataque se araña los brazos y se hace daño. La soltamos cuando consigue controlarlo y tranquilizarse.

Undercover // Justin Bieber Where stories live. Discover now