Día 302

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Diario de Marco

Después de estar un par de horas en el bar de la ciudad, regresé a casa. Pero antes de abrir la puerta decidí ir a la casa de Horacio Papá, a pesar de lo tarde que era. Me abrió María que justo trabajaba en la traducción de una revista filosófica.

—Quiero hablar con Horacio.

—¿Horacio Papá?

—No, con X-7.

—¿Es una broma? Está durmiendo.

—No es una broma. Quiero hablar con Horacio hijo.

—Pero Marco, ¡son las tres de la mañana!

—Estamos en una misión. Soy un niño X, tengo que hablar con otro niño X. El horario no importa cuando uno va a hablar de la misión.

—Sabes que Horacio hijo no habla.

—Y tú sabes que tiene formas diferentes de expresarse.

Se encogió de hombres y me dejó pasar. Horacio papá roncaba levemente, Horacio hijo dormía en su colchón. Moví su hombro con suavidad. No se despertó. Lo moví con un poco más de fuerza, sin resultados.

—¿Puedo usar este vaso de agua? —dije cogiendo el vaso en la mesa de noche. María dijo que sí y eché un poco sobre la cabeza de Horacio hijo que abrió los ojos al instante. Abrí la silla de ruedas, lo cargué y lo senté encima de ella.

—¿Tenías que ser tan tosco? —dijo María, que abrigó a su hijo con un jersey, acariciando su espalda, y nos dejó salir.

—Trátalo con cuidado —me dijo cuando ya estábamos afuera.

A unas cuadras de la casa, Horacio dejó su silla y se acomodó en la banca de un parque. Me senté a su costado.

—¿Tienes algo que decir X-7? —pregunté a Horacio que con sus ojos entreabiertos se quedó en silencio.

—¿Alguna pista sobre el futuro? ¿Algún dato que deba saber? —insistí.

Horacio cogió unas piedritas con la mano derecha y las dejó caer en la palma extendida de la mano izquierda. Las ordenó de tal forma que una piedrita estaba al centro y las otras parecían girar a su alrededor.

—¿Es un sistema planetario? —pregunté.

Horacio asintió con la cabeza.

—¿El sistema solar?

Horacio volvió a asentir. Dejó las piedritas encima de la banca, las cambiaba de posiciones como si estuviera jugando algo.

—Hay un jugador... —dije, intentando interpretar a Horacio—, que nos da instrucciones.

Horacio asintió y siguió moviendo las piedritas. Luego las arrastró hasta que cayeron de la banca, en un movimiento rápido.

—Y el jugador perdió el juego.

Horacio levantó un pulgar arriba, recogió las piedritas, las volvió a poner encima de su mano extendida.

—Y el jugador volvió a jugar.

Horacio movió la cabeza en señal de negación.

—¿Llamaron a otro jugador?

Horacio dijo "sí" con la cabeza.

—El jugador anterior cometió un error. El error del año 2017. El grupo que quiso traer la figura el año 2017 sufrió las consecuencias... Y llamaron a otro jugador.

Horacio siguió asintiendo con la cabeza a las cosas que decía, sin dejar de mover las piedritas encima de la banca.

—Un nuevo jugador... Un maestro multidimensional más experimentado. Él fue quien nos convocó para reparar el error. Nos envió al 2015, con más recursos para traer la figura y quizás...

Horacio, con cara de sueño y seriedad, se puso a aplaudir sin hacer mucho ruido. Luego volvió a su silla de ruedas y enrumbó de regreso a casa. Lo acompañé en silencio.

Ya en mi casa, recordé lo que la mujer del buzo verde le había dicho a Eva en su sueño lúcido. "Tanto esfuerzo para ni siquiera abrir la primera fase". Pensé en el maestro multidimensional a cargo de la misión del 2017 como alguien a quien le habían hecho un mate pastor.


La vida de HoracioWhere stories live. Discover now