Día 277

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Al fin pudimos ver a Horacio. Estaba tranquilo en su silla de ruedas, mirando la repetición del partido del West Brom, que había perdido 2 a 0 contra el Crystal Palace.

—Siempre se queda despierto hasta altas horas de la noche —nos dijo la doctora Ruth mientras nos llevaba a su habitación—. Era el día 276 y nuestro hijo cumplía 69 años. Aunque aparentaba mucho menos. Pusimos el número 6 y 9 encima de la torta. Queríamos ver cómo reaccionaba Horacio ante eso. Saber si era el Horacio de siempre.

Apenas nos vio, nos "miró". Es difícil definir lo que significa la mirada de Horacio. Cualquiera podría decir que es inexpresiva, o fría. Ellos no pueden ver lo que nosotros vemos cuando lo saludamos y él permanece callado. Parece que nos saludara a través de ondas magnéticas que entran en nuestros cerebros y nos reconfortan.

María lo abrazó, yo le mostré la torta. Horacio se estiró desde su silla y quitó los números con calma. Luego nos observó esperando algo. María se alegró mucho y sacó la vela número 8 de su cartera. Lo vimos sonreír. Allí estaba un hombre de 69 años feliz de ver a sus padres, poniendo su vela favorita encima de su torta.

Me quedé viendo el resto del partido con mi hijo.

—¡Brom! —gritó Horacio, levantando las manos, alentando a su equipo a pesar de estar viendo una repetición— ¡Brom!

Después vimos las noticias, como en los viejos tiempos, durante horas. Ya era el día 277.


La vida de HoracioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora