Día 120

4.2K 312 7
                                    

Tuve un sueño que no fue lúcido. Podía ver un salón de clases con varios niños sentados alrede­dor de una mesa. Cada uno tenía un cubo de Rubik con el que jugar. Horacio hijo estaba sentado con ellos, pero estaba muy triste. La profesora le entregaba un cubo de Rubik para que juegue, pero él no lo aceptaba. Cuando la clase terminó, los niños salieron del salón. Mi hijo se quedó solo, observando la mesa llena de cubos de Rubik que los otros niños habían dejado. Vino la profesora y le preguntó por qué no se iba a su casa. Horacio dijo: "Porque estoy esperando mi juguete". La pro­fesora le entregó un cubo de Rubik otra vez, pero él lo rechazó. Entonces llegó María con un juguete que Horacio sí recibió de buena gana. Era una especie de cubo de Rubik pero que tomaba una forma más alargada en las manos de mi hijo. Y en un lado tenía dibujado el número 8 de un color que al comienzo era blanco, pero luego se volvía mora­do. En los otros lados había un símbolo parecido a un ocho pero con tres círculos en vez de dos, y en cada lado de la figura este símbolo tenía un color diferente. "Yo inicio el movimiento" decía Horacio mientras giraba los lados de la figura, buscando que cada uno tuviera un símbolo del mismo color. "Yo soy el número ocho, yo inicio el movimiento", repetía.

Cuando desperté, celebramos los treinta años de mi hijo con la vela número ocho en una torta, como siempre.

En la noche llegó su juego de Senet, que Román había mandado traer apenas le contamos sobre el regalo de Dora, después de salir de su oficina en nuestra última reunión (alguien lo fue a recoger a nuestra casa y le avisamos a Marco para que lo entregara).

Ahora estoy intentando dormir, pero no puedo. Ten­go la fuerte sensación de que el juguete del sueño existe, y que es vital para Horacio tenerlo lo más pronto posible.


La vida de HoracioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora