Día 149

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Tenía insomnio y María me recomendó leer su diario. Solo leí los últimos días porque no me es fácil volver al comienzo del año. Eso me llevaría a un punto donde volvería a procesar la existencia de Horacio en mi vida y no puedo agregar más interrogantes a todo lo que está pasando.

Según María, me quedé dormido con su diario abierto, encima de mi pecho. En verdad, dormí demasiado bien. Dentro de lo que soñaba percibía una sueñe de capas, cada vez más profundas. Al comienzo eran imágenes aleatorias que armaban las secuencias de historias con poca lógica, pero luego las historias tenían mejores secuencias y en la capa más profunda del sueño me vi caminando en la ciudad, viendo a las personas como esqueletos andantes, tal como María lo contaba en su diario.

Entonces vi una señora, acompañada de varios gatos y que llevaba de la mano a un niño. La estrella dentro del cráneo del niño, era mucho más brillante que la de las otras personas alrededor. Poco a poco vi que la estrella se transformaba en una figura geométrica. Me acerqué al niño para verla mejor: se trataba de un teseracto, que entraba sobre sí mismo una y otra vez. Recordé que Carlitos, X-4, era el que podía pasar de la tercera dimensión a la cuarta. Y que el teseracto es una figura de la que solo podemos ver una proyección, porque está en una cuarta dimensión. Así confirmé que, caminando en frente mío, estaban Gertrudis, sus gatos y el verdadero X-4. Los seguí tratando de pasar desapercibido, pero luego me di cuenta de que nadie dentro del sueño me podía ver y pude caminar más tranquilo.

Entraron en un departamento, subieron hasta la habitación de un tercer piso. Les abrió la puerta un señor que vestía de forma sencilla pero pulcra. Tomaron asiento. Por lo que conversaron, entendí que era un experto en regresiones. Sacó una cadena de plata de la que colgaba una moneda antigua y la movió a la manera de un péndulo, por varios minutos, en frente de Carlitos. Luego le dijo que cerrara los ojos. Le hizo preguntas cuyas respuestas fueron más o menos así:

—Soy un matemático inglés... me llamo Charles... nací en 1888... he intentado que la gente pueda ver la cuarta dimensión... con un libro...

Gertrudis se tapaba la boca con la mano, por la sorpresa de ver a su hijo hablar como un adulto. En el sueño a ratos los veía como personas, y luego como esqueletos, con una estrella brillando en sus cráneos y como siempre, la luz de Carlitos era mucho más brillante. En medio de la hipnosis, otra luz, muy brillante también, se acercó a la luz de Carlitos. Hacía como un ruido molesto. El regresionista se dio cuenta de esa presencia extraña y preguntó: "¿Quién es él?".

—Es mi hermano, que me odia. No ha querido reencarnar de nuevo y siempre está cerca mío —respondió Carlitos, bajo la hipnosis. Su madre escuchaba todo con la boca abierta y tocándose el pecho con las manos.

—¿Cómo se llama? —preguntó el señor que trataba de tranquilizar a Gertrudis extendiendo la mano de forma dócil ante ella.

—Se llama Charlie porque yo me llamo Charles, y quiere vivir su vida a través de la mía, porque no quiere reencarnar en otro cuerpo. Yo quiero ayudar a la humanidad a que aprenda sobre las dimensiones y él quiere que la humanidad sufra, que nunca aprenda nada.

—¡Esto no está bien! —dijo Gertrudis, que dejó unos billetes encima de la mesa y cogió a su hijo para llevárselo enseguida—. ¡Esto es un engaño!

Después de escuchar esas palabras, me fui alejando de la habitación del regresionista y empecé a subir a capas de sueño más comunes, hasta que poco a poco fui despertando.


La vida de HoracioWhere stories live. Discover now