Día 95

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Estaba con María y Horacio hijo en la habitación del hotel de Óbninsk que nos asignaron. Mirábamos las noticias en la televisión por cable, cuando tocaron la puerta. Era Román acompañado de Iván, el intérprete. Nos saludaron respetuosamente, luego tomaron asiento en las únicas dos sillas del cuarto; María y yo nos sentamos en la cama. Horacio hijo seguía concentrado en la televisión. Iván nos preguntó si estábamos cómodos en el hotel, respondimos que sí. Entonces Román tomó la palabra. 

—Bueno, este es el momento de responder algunas preguntas —tradujo Iván. 

Román estaba vestido con una chompa blanca, jeans, zapatillas deportivas; llevaba en el cuello una cadena de plata, de la que colgaba un cuarzo. Iván llevaba traje y corbata.

— ¿Cuál es tu papel en todo esto, Román? —se adelantó María, ansiosa.

—Empecemos en orden —tradujo Iván. La voz de Román era tranquila. Parecía seguir un protocolo. Como si se hubiera entrenado antes de hablar con nosotros y supiera exactamente lo que puede decir y lo que no—. Estamos trabajando en el Proyecto Sasha, que comenzó cuando una joven mujer rusa, llamada Sasha, despertó de un estado de coma de varios meses, producto de una extraña enfermedad. Esto sucedió a inicios del año 2014. Unas horas después de despertar, repitió constantemente el nombre y apellido de una doctora, a la que me referiré de ahora en adelante como la doctora Ruth, experta en ingeniería genética. Por cierto, ¿desean tomar un vaso de Kvas? Es una bebida muy popular aquí.

Iván cogió el teléfono y pidió traer botellas de Kvas a la habitación. Horacio hijo cambió de canal, encontrando un noticiero local donde se hablaba de árboles cayendo en un parque de Óbninsk, supongo que por los fuertes vientos. 

—Al principio, las enfermeras no le hicieron caso a Sasha —continuó traduciendo Iván a su compañero—. Pensaban que estaba delirando por el despertar repentino del largo coma. Hasta que una de ellas buscó en internet el nombre de la doctora Ruth. Existía un teléfono de contacto. Marcó el número y le pasó el celular a Sasha, que le habló a la doctora sobre una secuencia desconocida de ADN. Sasha no tenía ningún conocimiento científico antes del coma; sin embargo, lo que le dijo a la doctora fue tan impresionante, que esta tomó un vuelo en avión al día siguiente. Cuando se encontraron, Sasha le dijo que dentro de ella estaba la secuencia desconocida, y que un grupo de niños debía nacer con esa secuencia, a la que me referiré ahora como el ADN Mitocondrial Sasha, o ADN Sasha. Las cuatro botellas de Kvas llegaron rápido; Iván las abrió al instante. Era una bebida refrescante que sabían a pan. 

—La Coca-Cola comunista —dijo Iván, sonriendo. Román siguió hablando e Iván volvió a traducir.

—La doctora Ruth esperó a que Sasha saliera del hospital para poder hablar con ella, en secreto, sobre el proyecto. Se dio cuenta de que conversaba con un ser humano diferente. Sasha podía conectarse con las personas, sentir su energía, ver a través de ellas. El ADN Sasha le permitía eso. En unos meses la doctora consiguió el dinero para llevar a cabo el proyecto; proviene de un millonario filántropo cuyo nombre no puedo revelar. En fin, Sasha no se encontraba en buen estado de salud después de despertar del coma. Murió unas semanas después. La doctora tenía instrucciones de buscar un vidente para seguir con el proyecto. Según indicaciones de Sasha, la doctora podía reconocer al vidente indicado, si este era capaz de ver a los niños del proyecto. Cuando la doctora Ruth me visitó por primera vez para hacerse una consulta, yo pude ver a los niños formándose en el vientre de mujeres de varios países. Cuando le dije lo que había visto, me habló del proyecto Sasha y me contrató para trabajar con ella. Román tomó un sorbo de Kvas y cerró los ojos un instante. Se notaba cansado. Ni María ni yo lo quisimos interrumpir, queríamos que siguiera contando cosas. Horacio hijo se animó a probar Kvas de la botella de María.

—Tuve varias reuniones con la doctora Ruth. En las primeras, ayudado por mi oráculo, fuimos elaborando una lista de países donde se debía buscar a las futuras madres de los niños. Cuando completamos la lista, la doctora Ruth se contactó con delegados del proyecto en cada país para que publicaran avisos buscando "sujetos de prueba para un nuevo medicamento". Recibí una lista de mujeres que habían respondido el aviso en los diferentes países. Sobre esa lista, en consultas de videncia que tuve con la doctora, escogimos a las futuras madres de los niños X. De repente, el celular de Román sonó. Tuvo una rápida conversación con alguien y luego dijo que se tenía que ir enseguida. 

—No es justo —dijo María—, todavía tenemos preguntas. 

—Mañana, con calma —dijo Iván, traduciendo a Román que ya se ponía de pie. La niña con el bebé, ¿por qué no tiene la misma edad de los otros? —insistió María. Román suspiró, abriendo los ojos un poco incómodo. Volvió a sentarse. 

—El ADN Sasha tuvo 80% de efectividad en el grupo de niños. La niña se llama Amanda, nació en Estados Unidos hace doce años. La beba se llama Alanis y nació el primer día de este año. Ella recibió el ADN Sasha pero este no funcionó igual que en los otros niños X. La doctora Ruth siempre habló de un margen de error en el proyecto, que no todos los ADNs de los niños iban a reaccionar igual al ADN Sasha. Pero para mí no se trata de un error. Todos los niños X tienen campos energéticos diferentes. Pude sentir las vibraciones de sus espíritus en Arkaim, con mucha fuerza. Cada uno viene a aportar algo al proyecto. Si Alanis no envejece como los otros niños, es por una razón. Román se puso de pie, seguido de Iván.

Se despidieron rápidamente dejando una botella medio llena de Kvas, que Horacio hijo no dudó en llevarse a la boca.


La vida de HoracioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora