Día 87

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Diario de Marco

Tuve un nuevo sueño lúcido. Salí por la ventana y desde muy lejos algo parecido a una alfombra mágica se acercaba. No había ninguna persona encima, pero sí algo pequeño y blanco. Conforme se fue acercando, me di cuenta de que era el gato blanco de Horacio. Se quedó flotando encima mío, tranquilo, sentado sobre la alfombra.

—¿Eres X-4 que ha tomado la forma de un gato? —pregunté. El gato no dijo nada. Dio media vuelta por encima de la alfombra y continuó volando. Lo seguí, cruzamos varias ciudades hasta llegar al edificio Burj Khalifa. Entró por la ventana de uno de los últimos pisos. Hice lo mismo. En la habitación, un hombre sentado en una silla de madera nos esperaba. El gato bajó de la alfombra y se recostó encima de las piernas del hombre, que lo acarició con cariño. Vestía un sombrero negro, usaba lentes y tenía barba blanca. Lo reconocí, era Terry Pratchett.

—¿Eres X-4 que ha tomado la forma de Terry Pratchett? —pregunté.

—Sí —respondió el hombre.

—¿Vamos a seguir el entrenamiento?

—Sí. Ojalá pudieras entrenar junto a tus amigos, pero tú tienes más facilidad para conectarte conmigo.

—Horacio Papá y María están intentando tener estos sueños lúcidos, también.

—Lo sé. Pero tú eres el que lo intenta de verdad.

—Quizás tengo más facilidad para entrar en ellos porque cuando era chico...

—... practicabas con sueños lúcidos. Sí, comprendo.

—Pero antes que nada, dime, ¿qué nos espera en Óbninsk?

—Ya lo sabrás. No podemos perder tiempo en eso. Ahora tienes que pasar por una prueba. Es muy sencilla. Solo voy a dar un chasquido con los dedos. ¡Así!

Apenas X-4 hizo el chasquido, envejecí en cuestión de segundos hasta caer al suelo. Mi alma se separó del cuerpo, al cual vi tirado en el suelo.

—¿Cómo se siente eso? —preguntó X-4, pero yo no podía emitir palabra—. Sí, ya sé que no puedes hablar —continuó—. En fin, puedes experimentar con esto un rato y luego despertar.

Ver mi cuerpo viejo, olisqueado por el gato, fue una sensación muy rara. Era placentero ser tan liviano, pero a la vez, no sabía bien qué hacer sin mi cuerpo. X-4 sacó un pequeño espejo de un bolsillo. Me acerqué a él. Pude ver mi nueva forma. Una especie de figura geométrica, una estrella de varias puntas, como la piñata que le regalamos a Horacio alguna vez. Poco a poco me fui acostumbrando a esa levedad. Salí por la ventana y empecé a ascender más en el cielo. Era una experiencia más fuerte que flotar en el aire en un sueño lúcido. Me di cuenta de que podía ser mucho más veloz. Me elevé tanto que salí del planeta Tierra. Encontré muchas estrellas parecidas a mí. Nos comunicábamos sin lenguaje. Algo que en este momento no puedo expresar en palabras. Este intercambio energético entre las estrellas duró buen tiempo, hasta que escuché un nuevo chasquido y desperté en mi habitación.

La vida de HoracioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora