Día 234

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Diario de Marco

Escogieron a Gunter para acompañarme. Según Eva, estar cerca de un sanador efectivo me iba a dar tranquilidad para hablar con Nimrod, pues si bien mi salud había mejorado, todavía no me sentía del todo bien y seguía necesitando de una silla de ruedas.

Conversaba con Horacio Papá sobre mi vejez. El código Sasha me alineaba con la edad de los otros niños X en forma veloz. En verdad, no tenía tiempo ni siquiera para procesar lo que estaba pasando. Les dije a Horacio Papá y a María que no se preocuparan por mí. Como si fuera fácil. "En serio, Marco. ¿Cómo te sientes? ¿Qué pasa por tu cabeza" insistió María. "Otro día lo hablamos" respondí, porque en verdad no quería hablar del tema. Mi preocupación más grande era la conversación en la casa abandonada.

Horacio Papá, María, Horacio hijo, Ivo, Román. Ellos me acompañaron unos metros saliendo de la puerta. Después, Gunter —que cogía los mangos de empuje de la silla— y yo hicimos el recorrido solos. Todo el camino hasta la puerta de la casa fue tranquilo. Relacioné esa calma a la presencia de Gunter. Comprendí lo importante que era en la misión, pues supuse que cualquier niño X de alguna forma estaba protegido de cualquier daño si Gunter estaba cerca.

Justo cuando acercaba mi mano a la manija, alguien abrió la puerta. Era un tipo que parecía el hombre de seguridad de un presidente. Vestía traje elegante, con corbata, llevaba un audífono blanco, el cabello corto. Extendió una mano dejándonos pasar. Al momento de bajar los escalones que llevaban al sótano, cargó la silla junto con Gunter. El sótano estaba rodeado de varias velas prendidas en candelabros antiguos. En el centro, un hombre alto estaba sentado; con sus brazos sobre una pequeña mesa de madera, tan antigua que parecía una pieza de museo. En las patas tenía una serie de inscripciones que no quise descifrar. Más hombres de seguridad se colocaban detrás de la mesa, todos con las manos unidas detrás de la espalda. Por un momento pensé que llevaban armas escondidas, pero confié en Eva, que nos había dicho que no tengamos miedo de estar allí. El hombre alto vestía traje y corbata como los otros. Sin embargo, no llevaba ningún audífono. Esa era la única característica que me permitía diferenciarlo de los otros.

—Mi nombre es Nimrod. Bienvenidos a una de mis tantas casas —nos dijo—. Es un honor recibir a dos niños X aquí. Como no tenemos mucho tiempo para conversar, diré cosas muy puntuales. Para empezar, Marco, te tengo que presentar a aquel que se hizo pasar por mí en tantos sueños lúcidos. Supongo que el nombre más apropiado para él es "Falso Nimrod".

El hombre de seguridad, parado a la izquierda de Nimrod, me dio la mano con gesto inexpresivo. Devolví el saludo de la misma forma, mirándolo a los ojos, intentado buscar una conexión entre esa mirada y la de aquel personaje que conversaba conmigo en el Burj Khalifa. Algún parecido tenían, pero era difícil notarlo con la poca luz de las velas, que llenaba el lugar de una atmósfera tenebrosa.

—Estoy al tanto de que "Falso Nimrod" se presentó ante ti como un emperador romano. En eso sí no hay nada falso. Fui un emperador romano hace mucho tiempo. Mis formas de celebrar los Saturnales eran muy diferentes a las de otros emperadores. Mucha sangre corrió en esos tiempos bajo mis órdenes... —dijo Nimrod mientras servía vino en una copa de oro—. El único problema es que "Falso Nimrod", cuando conversaba contigo, más parecía una caricatura de mí mismo, pero no lo culpo. Hizo su trabajo lo mejor que pudo.

—¿Por qué no conversaste tú mismo conmigo? —pregunté.

—Soy un hombre muy ocupado, Marco. Hay océanos de dinero que tengo que manejar, millones de personas que controlar, millones de espíritus en busca de luz, a quienes hay que mantener bloqueados —dijo cerrando la botella con un corcho—. Por supuesto que les ofrece-ría vino, pero sé que ninguno de ustedes lo tomará. En fin, vayamos al grano. El único propósito de esta reunión es decirles que X-4 ha sido liberado. Solo necesitan hablar con su líder para que sea parte de su proyecto, otra vez.

—¿Cómo atraparon a X-4? —dijo Gunter.

—No fue tan difícil —contestó Nimrod, manteniendo la seriedad—. El problema de X-4 es su curiosidad. Cuando era niño se permitió unos viajes prohibidos. Y se atrevió a entrar en nuestro pequeño "infierno", pensando que tenía el poder de no ser atrapado. Es lo que pasa cuando un niño X medita demasiado y quiere bajar a los mundos más oscuros.

—¿Por qué lo liberan? ¿Por qué nos ayudan? —insistió Gunter.

—Son órdenes de mis superiores. Ellos quieren ver el "gran juego" —hizo un gesto burlón moviendo el rostro cuando dijo esas dos palabras— de los niños X contra la oscuridad. Si la figura multidimensional aparece en este planeta, podemos usarla para nuestro beneficio también. Queremos abrir un portal usando la figura. Los espíritus que viven en nuestro mundo habitarían la dimensión de los hombres, sería algo muy importante para nosotros. Por eso no tenemos problema en liberar a X-4. Ustedes traen la figura y nosotros la "convertimos" a su aspecto negativo. Intentarán detenernos, lo sabemos. Pero creemos que nuestras chances de ganar son muy buenas—. Bebió la copa de vino. Se podía escuchar con nitidez el sonido de las paradas que hacía el líquido al pasar por la garganta. —Más que buenas —agregó—, porque ustedes tienen un gran problema, relacionado a su falta de "humanidad". Su líder lo sabe, pero seguro no se los ha comentado todavía. Eso me parece curioso. Que yo sea el primero en contárselos... En fin, nos volveremos a reunir de nuevo, les avisaremos cuándo —concluyó Nimrod.

El hombre de seguridad cargó mi silla junto con Gunter. A la salida vimos una limosina negra. Enrumbamos a la casa de Horacio Papá con el mismo ritmo con el que llegamos, pero esta vez la energía de Gunter no pudo tranquilizar mi angustia. Porque no bastaba con traer la figura multidimensional, también había que protegerla de Nimrod y de las fuerzas que lo acompañan.


La vida de HoracioWhere stories live. Discover now