Día 37

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Ayer, después de meter a la paloma en su jaula, lo primero que dijo María fue: celebremos el cumpleaños de Horacio y después conversamos.

Llamamos a Marco para celebrar desde temprano. Horacio ya estaba sentado en la mesa, esperando. Jugaba con su pequeño reloj de arena, uno de sus objetos más preciados. Si no está mirando las noticias o dibujando, está viendo la arena moverse de un lado a otro del reloj.

Pusimos la torta de chocolate en la mesa. Encima de ella una vela con la forma de un número nueve. Cantamos cumpleaños feliz, pero Horacio andaba extraño. No celebraba como los años pasados y se quedaba mirando la vela con incomodidad. Después de nuestro aplauso de siempre, retiró la vela y se fue corriendo a su cuarto. Sacó la vela con forma de número ocho, y la puso encima de su torta. Empezó a aplaudir, como esperando que cantemos de nuevo. Cantamos y recién se puso contento. Luego comimos la torta.

—¿Será que no le gusta que pasen los años? —dijo María, intrigada.

—No creo. Más bien debe ser que le gusta el número ocho —dijo Marco que se concentraba en el sabor del postre—. Si lo ha pintado en un lienzo, es por algo. Por cierto, la torta está buenísima. Para mi cumpleaños me compran una igual, por favor.

—Este 12 de abril te compraremos la misma torta, está decidido —dije después de tomar limonada—. ¿Cuántos cumples, por cierto?

—Treinta y cinco. ¿Cuántos años tendrá Horacio ese día?

María fue a la habitación y trajo unas hojas impresas de un archivo Excel. Lo primero que hizo cuando decidimos quedarnos con el niño, fue hacer un cuadro con las fechas en que Horacio cumpliría años.

—Qué suerte tienes, Marco. Tu cumpleaños cae justo el mismo día en que Horacio cumple veinticuatro —dijo María observándolo con fastidio.

—¡Excelente! ¿Me pueden poner las velitas con mis números en mi torta, también?

—Tenemos muchas velas con todos los números, no será problema —dije—. También te cantaremos feliz cumpleaños en el lenguaje de Horacio.

—¡Qué divertido! ¿Y tú, María, no cumples años el mismo día que Horacio hijo? —dijo Marco, que seguía disfrutando su torta.

—No —le respondió con mirada de desprecio y revisando después su lista—. Por un día. Cumplo años el 22 de junio y mi hijo cumple cuarenta un día antes.

—¡Cuarenta años! —dije—. ¿Estará pintando como Salvador Dalí a esas alturas?

—Seguro ya te puede preparar una torta —le dijo Marco a María.

—¿Cuántos años tendrá Horacio para mi cumpleaños? —consulté a María que buscó la última página de su Excel.

—El 29 de noviembre Horacio hijo tendrá setenta y siete años. Casi cumplen años juntos, por un día también. Pero no, por eso digo que Marco tiene tanta suerte —María se quedó observando su Excel, revisando las palabras clave que pone al lado de cada día vivido con Horacio. Por ejemplo, al lado del día 15 está escrito “Nos convertimos en padres de Horacio”. Al lado del día 18, “Dice Wa por primera vez”. En el día 21, “Segundo cuadro: Catedral de San Basilio / Gato con bebé recién nacido”.

Fue un día tranquilo y acordamos no tocar el tema de Óbninsk, tal como María lo había planteado. Incluso hoy, decidimos no mencionar la palabra. La idea era relajarnos de tantos enigmas acumulados durante el año. Pero es inútil. Durante todo el día estuve pensando en esas siete letras. Voy a buscar la bendita palabra en Google, porque de lo contrario, nunca podré dormir.

La vida de HoracioWhere stories live. Discover now