Día 109

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Diario de Marco

En la mañana, Isabella tocó la puerta. Venía acompañada de un niño de unos 3 años.

—Se llama Willy —dijo—. ¡Saluda, Willy!

El niño me miró con timidez y me tendió la mano.

—Hola Willy —dije respondiendo el gesto, y ambos entraron. El niño contempló las palomas con curiosidad.

—¿Crees que mi hijo pueda ver un poco de televisión mientras... paso la prueba?

—Claro —respondí, llevando a Willy a la habitación de Horacio hijo. Isabella y yo nos sentamos en la mesa de la cocina, donde ya tenía la hoja con el dibujo del día 58, en un sobre.

—Lo que tengo que interpretar está en el sobre. ¿Cierto? —preguntó ella acomodando su cartera en la silla.

—Sí —respondí. Isabella cogió el sobre y lo sostuvo entre sus manos largo tiempo. 

—No puedo ver nada. ¿Puedo abrirlo ahora? —dijo tranquila. Asentí con la cabeza. Sacó lentamente la hoja y se puso a analizar los símbolos.

—¿Te sirvo jugo de naranja? —pregunté. Ella estaba tan concentrada que solo me respondió después de unos instantes.

—Sí, gracias —dijo. Me empecé a sentir mal. Ella iba a decir que no entendía nada, yo le diría que no le puedo dar ningún tipo de información y allí terminaría todo. Le serví el jugo lentamente. Cuando el color naranja llenó el vaso, dijo la palabra mágica que abriría la caja de Pandora donde toda la información estaba guardada: —Cuatro. Esto empieza con el número cuatro. Tomó el jugo sin dejar de mirar la hoja.

—¿Dónde está el cuatro? —pregunté revisando los símbolos, sin encontrarlo.

—¿Qué figuras geométricas ves en el dibujo?

—Puros triángulos.

—No, hay otra que es más importante. No está dibujada, pero está allí.

—¿El cuadrado que rodea a todas las figuras?

—Sí —dijo lsabella—. Un cuadrado que es un 4. Ahora mira los triángulos dentro del cuadrado. ¿Cuántos son?

—19 —dije contando de uno en uno con mi dedo índice. Me sentí como un niño aprendiendo a sumar y observando a su profesora desde la carpeta.

—El cuadrado es un 4 y encierra al 19. Ahora bien, ¿cuál es la fecha de hoy? Dilo en números, por favor. Empieza con el mes, y luego el día.

—Abril, 19. Es decir, 4 – 19.

—Exacto. Entonces en el plano físico, es decir, en esta hoja de papel, tenemos un 4 que encierra un 19. Y luego, en el plano del tiempo, que es la fecha de hoy, tenemos otro 4 que encierra un 19. Menuda coincidencia, ¿no? Pero atención, el plano físico llega a la tercera dimensión, y el plano del tiempo llega a la cuarta dimensión. ¿Me sigues?

Tomé más jugo, como preparándome para una carrera vertiginosa de interpretación de símbolos, donde tendría que ponerme a la misma velocidad de Isabella.

—Sí, hasta ahora te sigo.

—Bien. Resumiendo, tenemos un 4-19 en la hoja, y un 4-19 en la fecha de hoy. Una figura dentro de otra figura, pero que a la vez son la misma figura, porque las dimensiones de espacio y de tiempo se cruzan entre sí. El número 4 habla de la cuarta dimensión. Pero antes de avanzar, ¿sabes cómo definir una figura en la primera, segunda, tercera dimensión?

—Una figura en la primera dimensión, es solo una línea. En la segunda, puede ser un rectángulo o un círculo. En la tercera, un objeto en 3 dimensiones, como una esfera...

—O un cubo. ¿cierto? Pues bien, el cuadrado en la hoja de papel está en una segunda dimensión. Si lo elevas a una tercera tienes un cubo. Pero si lo llevas a una cuarta, ¡tenemos un hipercubo! Un cubo dentro de otro, pero que a la vez son el mismo cubo. —¿Quieres una manzana? Me acaba de dar hambre —dije como quien se relaja.

—Sí. Dame una manzana, ¿te imaginas proyectar una manzana de tres dimensiones en una cuarta dimensión? No puedes hacerlo porque eres un ser de tres dimensiones. Pero Erkin si podría hacerlo, con facilidad. Y lo que nos está diciendo aquí es que hay un problema con la cuarta dimensión. Debe estar relacionado a su misión. Pero sabes, Marco, creo que he pasado parte de la prueba y si no me das más datos sobre la experiencia terrenal de mi maestro, me va a ser difícil continuar avanzando.

No lo pensé mucho. Le dije el nombre de Erkin en su primera experiencia humana: Horacio. Luego me puse a preparar una tortilla, mientras le contaba todo lo que había pasado desde el primer día del año hasta el viaje a Óbninsk de su maestro. Esto tomó un buen tiempo. De vez en cuando me hacía preguntas relacionadas a ciertos hechos y yo las respondía con el mayor detalle posible. Por un momento sentí que los roles se estaban invirtiendo y que yo era el profesor experto en la vida de Erkin como humano. Isabella me escuchaba con emoción, parecía que transformaba mi historia en una película mental y podía ver con nitidez cada escena.

—Horacio —dijo cruzándose de brazos, cuando terminé mi relato—. Cómo me hubiera gustado verlo.

—Todavía puedes hacerlo. Tendrías que viajar a Rusia. Aunque tienen un protocolo y no sé si...

—Horacio había marcado este día. Abril, 19. El sabía que yo iba a interpretar este mensaje hoy. Pude haberlo hecho ayer, ¿sabes? Pero me sentía muy cansada. Tenía que ser hoy de todas maneras. Ni un día antes, ni un día después. Por cierto, ¿cuándo fue el día en que hizo el dibujo?

—El día 58 del año —respondí.

—¿Y qué día del año es hoy? —El día 109.

—Entonces en el día 58, Horacio viajó en su mente hasta el día 109. Mira, Marco. Coge el 58, separa los dígitos. 5+8=13, luego suma 1+3=4. Ahora el otro número, 109. Desaparece el 0, queda 19. Otra vez tienes 4-19. Yo me crucé de brazos. Era todo un espectáculo verla descifrar lo indescifrable. Isabella debía ser el mejor alumno de Erkin, por algo la había escogido para interpretar el mensaje. Me serví la tortilla y le pregunté si quería la mitad, pero me dijo que estaba a dieta.

—¿Pero por qué Erkin se vio en la necesidad de enviarme un hipercubo como mensaje? Debe ser porque el hipercubo habla de una cuarta dimensión —dijo Isabella mientras observaba el corredor que daba a la habitación de Horacio hijo, desde donde se escuchaban los sonidos de dibujos animados—. Tengo que profundizar en esto con más calma. Recuerdo que en una meditación larga, Erkin me explicó el tema de la cuarta dimensión. Hasta me recomendó buscar un video de Carl Sagan en internet sobre el tema. Era gracioso cuando me dejaba material para ver o leer después de abrir los ojos. Bueno —dijo poniéndose de pie—, tengo que llevar a mi hijo a su clase de piano. Pero dime, ¿pasé la prueba?

—Claro —dije. Ella llamó a su hijo que se despidió de mí diciendo "gracias", y quedamos en vernos mañana.

La vida de HoracioWhere stories live. Discover now