Día 131

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Diario de Marco

Me sentí intranquilo apenas desperté. Pensé que encontraría al colibrí muerto, pero se encontraba en buen estado, quieto sobre su nido. Traté de relajarme viendo algo en la televisión pero esto no funcionó. Me puse a meditar y la primera imagen que apareció fue la del salón donde llevo el curso de escritura creativa.

Ernesto está sentado, tratando de resolver el juego del Missing Link. Es la única persona en el salón. Su maletín está encima de la mesa.

—Hola —digo.

—Hola —responde Ernesto. Me quedo callado varios minutos y él sigue concentrado en el juego, girando las secciones, ladeando la cabeza, meditando en los próximos movimientos.

—¿Has podido resolverlo? —pregunto cruzando los brazos.

—¿El "Missing Link" o "El juego de los 365 días"?

—Me refería al primero, pero quisiera saber en qué consiste el segundo.

—Tú también lo estás jugando, no necesitas que lo explique —responde Ernesto sin despegar la vista del Missing Link—. Ya llegamos al día 131, no lo estamos haciendo tan mal.

—¿Y cómo se gana el juego de los 365 días?

—Llegando al día 365.

—¿Por qué no habríamos de llegar al día 365?

—Porque estamos dentro de una esfera que tiene sus propias reglas y si cometemos un error, la esfera se reiniciará.

—¿Qué quiere la esfera de nosotros?

—Que lleguemos al día 365, eso es todo.

—¿Pero cuáles son las reglas de la esfera? —pregunto impaciente. Me preocupa que el estado de relajación se rompa por cualquier motivo: una llamada telefónica, que alguien toque la puerta o simplemente, si pierdo la concentración.

—Los niños X deben traer la figura multidimensional. Eso es lo que quiere la esfera. Cuando logremos eso, solo quedará esperar a que termine el año.

—¿Para qué sirve la figura multidimensional? —pregunto, algo molesto porque Ernesto solo observa sus movimientos con el Missing Link como si la conversación no le importara.

—Sí me importa la conversación, pero tengo que resolver esto —dice dando unos últimos giros en el puzle—. Ya está, todos los colores en su sitio.

Ernesto me tira el objeto y lo atrapo con facilidad. Recién me mira a los ojos.

—Hoy no debes ir al curso, porque hoy es cuando decides preguntarme cosas sobre mis escritos. Y yo te hablo del niño que nace el primer día del año y envejece rápido. Entonces tú me dices que la historia es real y yo no vuelvo más al curso porque pienso que estás loco. Tienes que volver al curso el día miércoles y mantenerte distante de mí. Román necesita información y la podrás encontrar en un texto que presentaré en el curso. Pero es importante que nunca seas mi amigo. Solo escucha con atención lo que lea en las próximas clases.

Alguien tocó el timbre justo en ese momento, sacándome de la meditación. Por la mirilla de la puerta vi a Isabella que cogía de la mano a su hijo.

La vida de HoracioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora