Día 222

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Marco sigue en coma, no sabemos nada de Horacio. Tres picaflores entraron en la jaula.

En la tarde dormí una siesta. Soñé que estu­diaba, nervioso, un libro de matemáticas. Tenía doce años, Marco también. Un monje, a quien no se le podía ver el rostro porque estaba encapuchado, era nuestro profesor.

— ¿Ya estudiaron los números triples? —dijo con voz cavernosa, el monje. Todos los alum­nos tenían miedo, repasaban sus libros con prisa.

— ¿Ya estudiaron los números triples? —repi­tió el monje.

— ¿Para qué me sirve estudiar números triples ahora? —exclamó Marco—. Estoy en estado de coma.

— Te pueden ayudar mucho —dijo el monje—. Corre a la biblioteca de nuestro colegio, busca un libro que se llama La ciencia de los números y tráelo aquí.

Marco había conseguido el libro en cuestión de segundos.

— Ábrelo en cualquier página —dijo el monje—, y lee la primera frase que encuentres.

— El número es un ser del plano espiritual —leyó Marco.

— Es verdad —dijo el monje—, en otras dimen­siones, los números son seres espirituales. Ahora que lo sabes, te voy a presentar a un amigo, el número 222.

En el salón entró un ser luminoso. No tenía forma humana; en verdad, no tenía ninguna forma; era una luz que medía casi dos metros. Avanzaba arrastrando su halo. Su luz era tan intensa que los alumnos se tuvieron que cubrir los ojos con un brazo. El ser luminoso se colocó al lado del monje.

—Mi amigo, el número 222, no habla porque el lenguaje necesita tiempo, y él vive en un lugar sin tiempo —explicó el monje—; sin em­bargo, puede saludarlos.

Del ser luminoso nacieron una suerte de ex­tremidades, como si estuviera convirtiéndose en una estrella; tres puntas sobresalían en su parte superior, otras dos, en su parte inferior; pero esto es relativo, pues las puntas se multipli­caban alrededor de su centro, alargándose. Otro ser idéntico, haciendo los mismos movimientos, apareció en frente suyo; luego un par más a sus costados. Pero la luz de estos era menos potente que la del primer ser, dando la impresión de ser proyecciones del mismo, hasta que otra vez volvió a ser uno solo. Finalmente, el extraño ser desapareció. Cuando miré a derecha e izquierda, Marco también había desaparecido.

—Tu amigo ha ido a dar un paseo con el número 222 —dijo el monje—. No debe tardar en regre­sar.

Alguien tocó la puerta del salón. El monje la abrió; apareció Marco, hecho un anciano.

—¡Vaya viajecito! —me dijo, mientras volvía a su carpeta, vestido con su uniforme del colegio, con el pelo blanco y una larga barba gris; la piel llena de arrugas. Desperté enseguida.

Sentí curiosidad por buscar el libro La ciencia de los números en internet. Pensé que me iba a en­contrar con un manual matemático, pero terminé leyendo la obra de un ocultista francés. La frase "el número es un ser del plano espiritual" apare­ció en una de las páginas. Cuando revisé el con­tenido del texto, no entendí absolutamente nada. Eran tan incomprensibles las cosas que decía el libro, que por un momento pensé estar dentro de otro sueño.

—¿Y si el sueño es un mensaje de Marco? ¿Algo que debemos interpretar? —le pregunté a María, después de contarle todo.

—Puede ser un mensaje de Marco, sí. También puede ser un mensaje de los niños X, o de Sasha, o de los contrarios de los niños X, de Nimrod, de alguna secta contraria al proyecto Sasha, o del mismo proyecto Sasha. Puede ser cualquier cosa, ¿entiendes? Nunca sabremos de dónde vienen los mensajes —dijo María subiendo cada vez más el tono de su voz. La tensión pro­vocada por el estado de Marco, nos embargaba.

"El número es un ser del plano espiritual" me quedé repitiendo para mis adentros. Luego prendí la televisión en el canal deportivo, para ver el re­sumen del partido del West Brom con el Manchester City. Buscaba tener un día más normal.

La vida de HoracioKde žijí příběhy. Začni objevovat