Día 200

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Diario de María

Nos llevaron en camionetas hacia un terreno descampado. Ivo guio a los niños X lejos de la zona donde nos reuníamos los padres con Marco y Román, que fumaba un cigarrillo —el primero después de cinco años, según nos comentó— y luego regresó a nuestro grupo, indicando a Marco que se acercara a los niños X.

La lluvia nos sorprendió. No era intensa, pero dadas las circunstancias, le ponía algo de dramatismo a la escena, como si una fuerza relacionada al planeta Tierra estuviera pendiente de la decisión de Marco.

Los niños X formaban un círculo; Marco estaba en el centro. Eva decía algunas palabras que no podía escuchar por la distancia. Su actitud era tranquila, se cogía las manos por detrás de la espalda, como todos los demás —excepto Cronos, que tenía los brazos cruzados—, y decía cosas que parecían preparadas con anticipación, porque no había ningún asomo de duda en sus gestos. Cuando Eva terminó de hablar, se produjo un silencio. Marco giró sobre sí mismo, observando el rostro de Nadenka, quien estaba a la derecha de Eva. Se quedó un buen rato contemplando sus ojos; hizo lo mismo con Teseo, que era el siguiente y así continuó con cada niño X. Me dio la impresión de que esto era parte de un protocolo que Eva había acabado de explicarle.

Todos los padres se mantenían en silencio, Román tiró el cigarrillo, pisándolo con impaciencia, cruzándose de brazos. Después de que Marco observó los rostros de cada uno de los niños X, Eva le hizo la pregunta esencial, produciéndose un nuevo silencio. Marco, observando a Eva, tomo aire por la nariz con calma; expiró y luego, enérgico, dijo la sílaba esperada.

Los niños X se quedaron quietos. Tan imperturbables, como cuando saludaron a Marco por primera vez. Solo Cronos movió la cabeza de izquierda a derecha, una y otra vez, inconforme. Eva le dio la mano a Marco y el resto de niños X hicieron lo mismo. Todos estos saludos se intercambiaban con un tono frío, sin amabilidad ni odio. Pero cuando llegó el turno de Cronos, este no le saludó. Le increpaba cosas y lo hacía con tanta rabia que Teseo junto a Gunter tuvieron que apartarlo de Marco. Incluso cuando Marco les dio la espalda para volver con pasos serenos hacia nosotros, Cronos no dejó de lanzarle gritos. Horacio hijo giró las ruedas de su silla y alcanzó a Marco, acompañándolo en el largo camino de vuelta. ¿Acaso había tomado una decisión también?

La vida de HoracioWhere stories live. Discover now