Día 215

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Diario de María

Soñé que viajaba en avión. Por la ventana podía ver un campo atravesado por los círculos y cuadrados que Horacio había dibujado ayer.

Cuando desperté, mi hijo no estaba en casa. Salí apurada y lo vi a varios metros de distancia, girando las ruedas de su silla, con la guitarra sobre sus piernas. Lo alcancé de inmediato, pero al notar mi presencia, movió la cabeza de un lado a otro varias veces. "¿En serio no quieres que te acompañe?" le dije; él siguió diciendo "no" con la cabeza, avanzando, decidido seguramente a seguir tocando su guitarra en la calle. Pensé en los 53 años que tenía; lo dejé ir. No fue fácil porque en el fondo todavía percibo a Horacio como un niño. Horacio Papá, que había contemplado esto desde la ventana, se acercó a mí, pues no me movía, concentrada en ver a mi hijo ir solo a un lugar. "Va a estar bien, no te preocupes" me dijo poniendo su mano en mi hombro. Tenía miedo de que le pasara algo a Horacio en la ciudad, pero a la vez, debía aceptar su independencia de nosotros.

Por alguna razón, cuando lo vi muy lejos, hecho una figura pequeña en el horizonte, pensé en el día 365; en cómo cada día que pasaba la vida de Horacio se iba disolviendo, como un libro que pierde páginas mientras uno lo lee.


La vida de HoracioWhere stories live. Discover now