La vida de Horacio

Día 30

El lienzo de la casa en la colina sigue en la habitación.

—Solo lo ha pintado, no pasa nada —dice María que está viendo las noticias.

—¿No te da miedo? —digo.

—No, ya hablamos de esto. La casa le gustó. Es normal que la pinte. Además, no ha vuelto a hacer ningún berrinche para que lo llevemos allá.

En el noticiero, un policía rescata a un bebé de entre los escombros, tras una explosión en un hospital de México.

—Otro niño salvado —reflexiona María, justo cuando el reportero dice que después de unas horas, se ha confirmado la muerte del recién nacido.

—Igual ha sido heroico. Pero ponte a pensar en todos los talentos que ese bebé pudo mostrar.

—Un gran músico, pintor, matemático, psicólogo. Tantas posibilidades.

—El niño salvado por el gato en Rusia… quizás tiene talentos extraordinarios —digo mientras me saco los zapatos.

—¿Será que los niños del 2015 tienen dones fuera de lo común?

—Si es así ¿estarán preparados los padres para criarlos?

—Imagina que hubiéramos llevado a Horacio a un orfanato. No tendría lienzos para pintar —María observa la pintura de la casa.

—Además, habría que ver la reacción de los otros niños al verlo cumplir años tan rápido. Se alejarían de él.

—Y nunca le hablarían con las sílabas wa,we,wi,wo,wu.

—Horacio no soportaría ese tipo de vida.

—Wiwa Wiwa —dice Horacio.

—Lo hemos salvado. Lo rescatamos —digo.

—Mauro Enrique Vera —lee María en la pantalla—. Voy a apuntar el nombre. No quiero olvidar a nadie que haya salvado a un niño este año.

Horacio gatea hasta el atril, quiere coger su pintura. Yo le ayudo. La deja caer en el suelo y toca un lienzo nuevo, que de inmediato subo al atril. Cargo a mi hijo y lo pongo encima de su silla. Le acerco la mesita con sus óleos y su paleta. Él se limita a contemplar el lienzo en blanco, como si estuviera visualizando su nueva obra. Se queda así durante más de una hora, concentrado en el vacío que tiene en frente, sin hacer el mínimo gesto. Luego se echa a dormir.