109.- Acabo de romper fuente.

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Grecia me había maquillado, peinado y vestido en tiempo record. Una hora más tarde, después de la propuesta de matrimonio de Alec, estaba casi lista frente a Grecia que tenía un peine en una de sus manos y una brocha para polvo facial en la otra dándome los últimos retoques. EL vestido no era totalmente de mi agrado, era blanco, pegado al cuerpo y con esta barriga tan hinchada, parecía como una serpiente que acaba de comerse un buen ratón, pero Grecia insistía en que me veía hermosa, así que no me quedo de otra más que no protestar con ella, me tomo de las manos para ayudarme a levantar del banquillo y me obligo a verme en el espejo de cuerpo completo.
— ¿Estas segura que este vestido es adecuado? —dije viéndome de todos los ángulos posibles, el trasero, las caderas y los senos me habían crecido de forma considerable y esas partes se veían bien, pero cuando mi vista se detenía en mi estómago hinchado me hacia preferir un vestido con vuelo debajo de la cintura.
—Te ves preciosa—afirmo entrecerrando los ojos haciendo un marco con sus dedos y enfocándome—Además, creo que no reconoces el vestido—lo mire pasando mis dedos por la suave tela y me fue imposible reconocerlo. Negué con la cabeza y volví mi mirada hacia la de ella.
—Es el vestido con el que se casó tu madre Miranda. Le añadieron un par de tallas para que te quedara. Iker se encargó de hacer eso, me imagino que él ya sabía que estabas embarazada y hace unas semanas se encargó de conseguir el vestido y mandar modificarlo. —<<Dios>> Volví a mirarlo y entonces un vago recuerdo apareció en mi mente. Una, una sola vez había podido ver el vestido con el que se casó mi madre y no lo había vuelto a ver jamás. Una lagrima rodo por mi mejilla y Grecia la noto, se acercó y me abrazo, mientras yo recargaba mi mejilla en su hombro.
—Alec creyó que te gustaría casarte con este vestido puesto—murmuro sin dejar de abrazarme.
—Es un hombre maravilloso Grecia, yo tengo un pasado tan turbio, que no se si lo merezca—solloce refiriéndome a Alec.
—Shh, no digas eso. El quiso esto para él, no le importo "tu turbio pasado". No le importo nada, y ahora está aquí, te acaba de proponer matrimonio y está encantado de formar una familia a tu lado. Eres una mujer maravillosa, que solo hacia lo que creció sabiendo hacer. Mereces todo lo bueno que te está pasando—musito Grecia conciliadora, tomando mi cara entre sus manos y limpiando de manera delicada las lágrimas de mis mejillas.
—Lo amo—dije sonriéndole de medio lado. Me devolvió la sonrisa encantada.
—Y el a ti—dijo abrazándome de nuevo. Se separó de mí y limpio algunas lágrimas que habían brotado de sus ojos también. —Basta de lágrimas, tenemos a un ejército de atractivos hombres, una preciosa niña y una hermosa señora que es como tu madre esperando a la preciosa novia embarazada que tengo en frente. —sus palabras casi me hacen llorar de nuevo. Sonreí, sabiendo lo afortunada que en este momento era, tenía una hermosa familia que había ido creciendo y seguiría creciendo con la llegada de este bebé. —Bien, vamos—dije sorbiendo por la nariz y sonriéndole a mi mejor amiga.
—Te ves preciosa...y tú haces que tu mamá se vea preciosa bebé—dijo hablándole al pequeño ser que crecía dentro de mí.
—Tendrás una tía encantadora mi amor—musite tocándome el vientre.
—Basta, me harás llorar y vamos de una vez—dijo Grecia tomando el puente de su nariz y cerrando y abriendo los ojos.
Salí de mi habitación dispuesta a responder que sí.
*Alec POV*
Estaba caminando de un lado para otro frente a la mesa donde se encontraba el juez que se encargaría de unirnos en matrimonio. Tomando la corbata en mis manos, aflojándola todo lo que podía, me pase la mano repetidas veces por el cabello y trague saliva con dificultad unas cuantas más. Me sentía como un adolescente nervioso y no como un hombre que está a punto de casarse con la mujer que ama. Un suave agarre me detuvo antes de emprender el camino de regreso en la misma línea que había estado trazando ansioso con mis pies, me gire para encarar a la persona y me topé con los ojos verdes de Leila. Nunca la había visto de tan cerca, ni siquiera porque pasaba la mayor parte de su tiempo a lado de Isabella. Pero tenía unos ojos muy bonitos y lejos de que fueran bonitos por el color, eran bonitos por la tranquilidad que trasmitían cuando te miraban, por la mesura y la ternura con la que te observaba como intentado leerte y poder darle solución a tus problemas tanto como pudiera.
—Déjame a mí—dijo tomando mi corbata pidiéndome permiso para acercarse con la mirada. Asentí en afirmación y se acercó apretando el nudo que ahora estaba flojo, acomodo el cuello de la camisa y paso una de sus manos por mi cabello, intentando que se viera decente.
—Mejor—musito retrocediendo un paso de mi cercanía.
—Gracias—respondí sonriendo amable de medio lado.
—Has sido muy fuerte Alec. Isabella te ama e Iker te admira a pesar de todo. Estas a punto de casarte con Miranda y de ser papá en cuestión de meses. Incluso yo te admiro—estaba escuchándola atento.—Perdiste mucho, y jamás lo recuperaras, pero todo eso te está siendo devuelto de otra manera. Todo vuelve a nosotros, quizá no de la manera que esperamos pero regresa. —termino Leila diciendo, cuando sintió que Isabella se acercaba. Moví los labios articulando un gracias y ella solo sonrió. Isabella me encaminaría al altar en representación de mi madre. La levante en mis brazos y bese su mejilla.
—Leila es una buena persona—dijo Isabella sonriendo en dirección a Leila, que le lanzo un beso e Isabella le mando uno de regreso.
—Si lo sé—asentí bajándola cuando escuche los murmullos acallarse, mientras veía a Miranda salir por la puerta que daba al jardín.
*Miranda_ POV*
Estaba casi tan nerviosa como cuando dispare por primera vez un arma, o como cuando cambie por un calibre más grande, o que tal mi primera emboscada o mi primer fuego cruzado, eran cada una de esas emociones combinadas en una sola, haciendo un torbellino traicionero de emociones, a todo eso había que agregarle que había amor revoloteando por todo mi estómago, una sensación extraña incomoda, lo más parecido a las náuseas y el movimiento constante de mi vientre, bebé cada vez se movía más.
—Dios, Grecia, ciento que caeré en cualquier momento—musite entre dientes hacia Grecia que caminaba tomándome del brazo a mi lado. Grecia reafirmo el agarre sosteniéndome, deteniéndose justo donde comenzaba la alfombra blanca. —Además tu sobrino no deja de moverse—agregue con una risita.
—Bebé, deja de moverte. Mamá y papá están a punto de casarse y lo único que conseguirás es que caiga al suelo—dijo tierna rozando mi vientre con la palma de la mano.
Estaba a punto de casarme con el hombre de mi vida y no podía estar más nerviosa.

(...)
La boda había sido un éxito rotundo. Pero ya habían pasados tres meses desde entonces. Me habían llenado de regalos, de amor, de muestras de afecto y a mi bebé también. Lo esperaban con ansias y eso me hacía aún más feliz. Había estado asistiendo a la oficina, después de mucho discutir con Alec por qué no debía ir, según él. Como en casi todas las discusiones termine llevándome la victoria.
—No, absolutamente no. No quiero que compren material de segunda mano por ahorrar unos centavos en eso. Compren de primera calidad, no expondré la reputación de toda la constructora. —dije profesional al teléfono girando sobre mi silla giratoria, metiéndome bocadillos en la boca cada que el fulano del otro lado de la línea me lo permitía.
—Mantenles el precio, y si tienen alguna duda, diles que estoy más que dispuesta a responder su llamada y debatir sus términos, —dije firme colgando el teléfono. Daisy entro en mi oficina con una jarra de agua y la puso frente a mí.
—Gracias Daisy—dije sonriendo mientras me metía otro bocadillo de queso panela, pan y jamón. Estaba tremendamente gorda, tanto, tanto que me deprimía pensar que jamás recuperaría el cuerpo de infarto que una vez tuve. Pero cuando bebé se movía dentro de mí, nada de eso me importaba, más que esa vida creciendo dentro de mí. Lleve mis manos a frotar delicadamente mi barriga hinchada, cuando sentí un espasmo que me recorrió de lado a lado. Pensé que bebé Hoffmann se había movido y me reacomode en la silla, pero otro espasmo doloroso me embargo. Me queje intentando levantarme, fue en vano, los dolores aumentaron en intensidad y frecuencia.
— ¡DIOS! ¡DAISY! —grite lo más fuerte que el dolor me lo permitió, porque el grito termino en un aullido distorsionado. Me puse de pie, empleando todo la tolerancia al dolor que me quedaba. Di pasos titubeantes, sosteniéndome fuertemente del escritorio. Gemí de dolor, el dolor no se comparaba con ningún otro que había experimentado. Daisy entro por la puerta, asustada y me vio retorciéndome de dolor a un lado del escritorio, y se aproximó con rapidez. El tono de llamada en mi celular se expandió por toda la oficina y saque mi teléfono de la bolsa de mi abrigo. La foto de Alec parpadeaba en la pantalla y conteste histérica.
— Muy oportuno señor Hoffmann...—dije tratando de regularizar mis respiraciones. — ¡Tú me hiciste esto, quiero que estés aquí en cinco, si no es así, te cortare los testículos y te obligare a comértelos en un omelett! —trataba de respirar como me había enseñado la doctora Smirnov, pero el dolor solo aumentaba y quería llorar.
—Miranda, nena, ¿Estas teniendo contracciones? —pregunto agitado del otro lado. Iba responderle con un buen comentario sarcástico, pero el líquido caliente resbalando por entre mis piernas me lo impidió, mire hacia abajo, no podía ver mis pies, mucho menos el líquido amniótico que salía de mí, pero la mirada asustada de Daisy me lo confirmo.
—Señorita, acaba de romper fuente. —susurro.
—Acabo de romper fuente Hoffmann, te quiero aquí. Ahora mismo.

PREFIERO MORIR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora