94.- Esto es patético.

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Tense la mandíbula apretando los dientes, quería terminar con todo esto deshaciéndome de ella.

Ella era el motivo de todos mis males, ella se había encargado de envenenarle la cabeza a Henry, aliándose con él y ocasionando una oleada de sucesos desastrosos en mi vida y la vida de las personas que me importaban. Quería asesinarla con mis propias manos.

—Si pero por alguna razón, no me siento amenazada por ti, Samanta, un novato me daría más miedo.

—Estas desarmada, Miranda—dijo burlona, creyendo que tenía la ventaja y aunque de cierto modo la tenía no se lo haría saber, eso me daría desventaja. Lo que ahora pasaba por mi cabeza, era el cómo había pasado a mi gente de seguridad que hasta ahora estaba mucho más concentrada en mantenerme a salvo que antes, y no es que antes no lo estuvieran, es solo que después de todo lo que ha pasado, estaban haciendo un mayor esfuerzo.

—Y aun así querida Samanta te llevo la ventaja, considerablemente—dije con superioridad sacando a la Miranda Anderson, asesina, fría y sarcástica, de donde había estado recuperándose después de haber estado en completa esclavitud durante casi dos meses.

—Siempre, sintiéndote más que los demás, Miranda—argumentó negando con la cabeza.

—No me siento, soy mejor querida, y no mejor que los demás, solo mejor que tú y eso es reconfortante—su mirada se obscureció y dio un paso hacia mi decidida, en esta ocasión, solo por esta ocasión tenia las de perder, estaba desarmada, estaba dolorida y la herida de bala aun no sanaba por completo. Retrocedí un paso discretamente solo para asegurarme de que hubiese alguien cerca de la casa que pudiese ayudarme.

— ¿Crees que por haber vuelto, estas a salvo? ¿Crees que todo esto termino? —soltó una risa sínica mientras decía aquello, su voz estaba tan llena de odio.

—No Samanta, tengo muy claro, que mientras estén ahí afuera con vida cualquiera de las tres ratas que me han hecho sufrir en los últimos meses no estaré a salvo, y tampoco es que me preocupes mucho, estoy acostumbrada a sufrir desde que era una niña y tu también—suspire y me aclare la garganta para decir eso que me había surgido de forma espontánea, ni siquiera estaba segura de decirlo, pero tendría que intentarlo, tenía que intentar cualquier cosa para frenarla

— No sé porque quieres vengarte de mí después de tantos años, tu padre fue el que inicio esto, si hubiera sido menos ambicioso estaría vivo, mi padre estaría vivo y a estas alturas quizá seriamos amigas Samanta. Recuerdo como me miraste cuando me viste amordazada y asustada, sentiste compasión por mí. Porque luchar batallas que no son nuestras, ya basta, nos hemos hecho sufrir y créeme que he tratado de entender lo que sentiste, yo también perdí a mi padre Samanta, el mismo día que tu perdiste al tuyo. Es un dolor que ambas experimentamos—la mirada de Samanta volvió a oscurecerse, pero esta vez se suavizo, parecía estar recordando, pero yo seguí hablando.

—Éramos unas niñas, lamentablemente crecimos en este lado del mundo, en donde tienes que sufrir, superar y crecer. No te puedes detener a llorar la muerte de nadie, porque ese puede ser tu fin, tienes que tragarte el sufrimiento, atragantarte con él y seguir adelante. Éramos unas niñas como para comprender porque demonios nuestros padres habían terminado muertos. —la mirada de samanta comenzaba cristalizarse y estaba bajando el arma, emití un suspiro pero no me detuve, realmente no la perdonaba, pero sentía compasión por ella, había perdido a su padres y prácticamente a su madre al mismo tiempo. Después de que Enrique Ferrara muriera, la madre de Samanta se tiro al abandono, refugiándose en las drogas, olvidando que tenía dos hijos, sobrevivió como pudo junto con su hermano.

—Tu no viviste lo que yo viví—dijo resentida, suavizando la voz, estaba hablando con Samanta, no estábamos gritando, y tampoco insultándonos, simplemente hablando.

—No, pero estoy tratando de entenderte, siempre he tratado de entenderte, para comprender que fue lo que te llevo a querer vengarte de mí—ni siquiera creía que esas palaras estuviesen saliendo de mi boca, pero a unos metros se encontraban todos dentro de la casa y aunque probablemente la neutralizaríamos antes de que intentara algo no quería arriesgarme, además estaba cansado de todo esto, quería darle fin a como diera de la manera que fuera no importaba como.

— ¿Cómo sé que eres sincera?

—Porque yo jamás en mis cinco sentidos y muchos menos después de todo lo que me has hecho, te diría algo como esto, pero estoy cansada, Samanta, estoy cansada de tener que cuidarme cada cinco segundos por la preocupación de que puedas llegar a asesinarme como en este momento. Tu no quieres asesinarme, si de verdad quisieras hacerlo lo habrías hecho hace tiempo cuando se te presento la oportunidad, pero estas bajo el mando de Henry que me quiere para el de manera enfermiza, déjame ayudarte, libérate de las garras de Henry y déjame ayudarte a comenzar a de nuevo, ayudaremos a tu madre a recuperarse y te apoyare para llevar una vida decente. Pero ya no más venganza—una chispa de esperanza brilló en los ojos de Samanta, esta mirada probablemente era la misma con la que me había observado cuando se acercó curiosa a verme secuestrada cuando éramos unas niñas y me daba gusto, al principio de la conversación tan solo quería que bajara la guardia, pero ahora estaba dispuesta a ayudarla de verdad si a cambio olvidaba su tonta venganza. El amor de Alec por mí me había suavizado y había sacado mi lado más humano, de donde me había esforzado en retenerlo, la ternura de Isabella me hizo recordar la fragilidad de las personas, recordar que todas las personas tenemos un lado frágil e inocente que aunque nos esforcemos en ocultarlo seguirá ahí para salir cuando menos lo esperas, quería ayudar a Samanta de verdad.

— ¿Lo prometes, Miranda? —pregunto temerosa, mostrándome la mirada de una persona arrepentida y dispuesta cambiar.

—Por mi padre Samanta—musite observando cada uno de sus movimientos, estaba expectante por si decidía cambiar de opinión. Me extendió la mano con el arma, invitándome a que la tomara. La tome y la retire de nuestra cercanía resbalándola por las baldosas del piso, me acerque a ella temerosa, no sabía cómo reaccionar, aun no la perdonaba, pero le estaba dando una oportunidad para que se ganara mi perdón y de toda la gente a la que le había hecho daño.

—Este es el inicio de una nueva vida Samanta, te ayudare a despojarte de los lazos que te atan a Henry, lo prometo—dije indulgente observando sus ojos que se encontraban cristalizados.

—Yo...jamás...—comenzó a decir titubeante.—Me di la oportunidad de conocer esta parte de ti...—dijo susurrando temerosa de las palabras que salían de su boca.

—Y yo no conocía esta de ti—musite esbozando una tímida sonrisa. Es cierto que no puedes perdonar de la noche a la mañana pero me estaba dando la oportunidad y ella también.

—Ya tendremos tiempo de conocernos mejor, pero necesito que me prometas que tu cambio es de verdad, Isabella está ahí dentro, Iker, Leila, Grecia y toda la gente que me importa está dentro de esa casa y no quiero arriesgarlos...—Samanta asintió como entendiendo mi miedo y en un gesto que nunca espere tomo mi mano.

—Ya no más venganza, ya no más dolor, Miranda—dijo condescendiente. Estaba siendo sincera, podía verlo. Aplausos y una risa falsa provenientes de espaldas de Samanta, nos hicieron girarnos, sobresaltadas y confundidas.

— ¡Esto es sumamente patético, Samanta! —grito la pelirroja sosteniendo un arma dispuesta disparar, Samanta estaba a un lado de mi aun sosteniendo mi mano. —Que débil eres Ferrara—dijo quitando el seguro de su arma apuntándome decidida.

—Terminemos con esto, se me revuelve el estómago de verlas tomadas de la mano—trague saliva nerviosa, con una pregunta retumbando en mi cabeza ¿Dónde carajo esta mi preparado equipo de seguridad? Todo lo demás pasó tan rápido que apenas pude reaccionar...

PREFIERO MORIR ©Where stories live. Discover now