89.- Sangre Anderson.

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Miranda


No podía moverme, mi cuerpo no me respondía, quería abrir los ojos, pero tampoco los parpados me respondían. Escuchaba a Alec hablar, prácticamente suplicarme que me quedara con él, pero yo no podía hacer nada para consolar el dolor que reflejaba su voz. Sus cálidos labios se situaron en mi frente, el calor que desprendía era reconfortarle, dado que yo sentía frio, su mano fue a acariciar mi cabello, para luego sentir su tibio aliento susurrarme al oído << No te vayas, no me dejes...te necesito conmigo amor>> sentí ganas de llorar por la impotencia, pero no podía moverme. Voces a mi alrededor que hablaban impacientes y apuradas, me esforzaba por abrir los ojos, por mover alguna parte de mi cuerpo pero parecía ser que mi cerebro estaba ignorando mis órdenes manteniéndome inmóvil, sentía la mano que Henry me había pisado con fuerza latir, la cabeza casi me explotaba y los hematomas de cuando caí por las escaleras habían renacido y también me estaban pasando una factura, el dolor era punzante, era molesto <<Ha perdido mucha sangre, la bala rozo una costilla y ligeramente el hígado si no hacemos algo ya, Miranda Anderson se convertirá en leyenda muy joven>> decía una voz grave cerca de mí, mientras sentía como me tocaba el costado para intentar sacarme la bala <<Mierda...tiene una hemorragia interna aparte de la externa>> y fue lo último que pude escuchar algo más poderoso, me arrastro a la inconsciencia, a la obscuridad y caí rendida ante ella.


Alec

Llevaba un buen rato caminando de un lado para otro en la sala de espera, Patrick, Evan, Grecia y Michael habían llegado justo detrás de mí, Leila era la única que no estaba ahí, pero me habían explicado que se había quedado con Isabella en casa. Aun no tenía noticias de ella y la espera me estaba pareciendo eterna.

— ¿Dónde está el cabrón de Henry? —Pregunte ansioso.

—Está custodiado no te preocupes, lo reservamos para ti—dijo Evan palmeando mi hombro—resople desesperado quería que salieran ya del maldito quirófano, la voz constante de los altavoces del hospital, los pasos por los pasillos y el abrir y cerrar de puertas comenzaban a volverse detonadores de mi angustia.

— ¿Por qué mierda no salen a decirnos nada? —resople furioso, mirándolos fugazmente a todos, Michael se mantenía sereno sentado, pero podía oler su preocupación por su pequeña Miranda.

—Trata de relajarte Alec—dijo Grecia levantándose de donde estaba sentada dirigiéndose hacia mí, masajeando mi hombro.

—No puedo Grecia, estaba muy mal cuando la metieron al quirófano, y...—deje la frase sin terminar cuando por la puerta venia entrando el doctor Miles.

— ¿Familiares de Miranda Anderson?—se levantaron apresurados y caminaron detrás de mí, para quedar frente al doctor.

—Aquí—dijimos al unísono, el doctor frunció el ceño.

— ¿Su papá? —pregunto.

—Falleció, yo soy su tío, ella está a mi cargo—dijo Michael con la voz profunda.

—Bien puedo hablar con usted primero—le dijo y Michael camino junto a él alejándose de nosotros.

—Como un carajo—espete entre dientes, unos minutos después que me parecieron eternos, se integraron a nosotros y el doctor comenzó a hablar.

—No fue fácil y no será fácil para ella recuperarse...perdió mucha sangre, tiene tres dedos fracturados, leve inflamación cerebral, una costilla lastimada, y la bala rozo el hígado de manera peligrosa, tuvo una hemorragia interna que controlamos, debemos dar gracias a que no tenia rota ninguna costilla, hubiese perforado el pulmón y quizá estaría dándoles una mala noticia, es un milagro que nos seas así, pero esta inconsciente y no sabemos cuánto tiempo tome su cuerpo para repararse, en pocas palabras no sabemos cuándo despertara, y tampoco sabemos si despertara sin ninguna repercusión, así que tenemos que darle tiempo—suspiros cargados de preocupación y ansiedad llenaron la sala de espera, Grecia se acurruco en los brazos de Evan que depositaba pequeños besitos en su cabello, y le pasaba la mano por la espalda para relajarla, Grecia no dejaba de sollozar y yo me sentía desesperado, Patrick palmeo mi espalda y pude ver que estaba al borde del llanto pero lo estaba conteniendo. El doctor Miles nos acababa de decir que quizá Miranda no despertaría bien o simplemente ni siquiera sabían si despertaría, y pensar en eso no era más que una tortura constante. No podía perderla, si acababa de recuperarla, no podría con eso.

PREFIERO MORIR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora