74.- Quédate donde pueda protegerte.

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Miranda


Transcurrieron unos segundos que me parecieron eternos sin respuesta alguna de Alec, algo en mí se rompió, el labio inferior me tembló en un intento fallido de contener un sollozo y entonces el sonido recurrente de la melodía que anunciaba una llamada entrante en mi móvil me sobresalto, quite la mirada de Alec y me aleje para contestar el teléfono.

— ¿Marco? Dame buenas noticias—dije recuperando la compostura intentado sonar firme.

—Afortunadamente así es, tenemos el paradero, yo mismo he revisado que la dirección no sea un anzuelo y aunque nos ha costado trabajo rastrearlos y encontrarlos sin que sospechen que ya lo sabemos, tenemos la ubicación.

—Buen trabajo Marco, mándame la dirección vía GPS a todos los dispositivos, y te quiero apoyándonos en el campo de batalla.

—Así será señorita, no me atrevería a dejarla sola.

—Marco...—dije antes de colgar el teléfono, necesitaba escuchar que él las había visto con sus propios ojos para poder estar seguros e ir más decididos que nunca— ¿Las viste? ¿Están bien? —escuche como Marco resoplo al otro lado de la línea y espere escuchar lo peor.

—Si las vi, no puedo asegurarle que están bien, la pequeña tiene cara de que no dejo de llorar un buen rato y la señorita Grecia intenta no alejarse de ella, parece ser que a la niña no le han pegado, pero la señorita Grecia si ha sido abofeteada generosamente...debemos darnos prisa...—dijo terminando con el tono de voz mortificado.

—Voy para allá Marco, con toda la gente y con la que ya traes contigo—colgué el teléfono mirando a los hombres que me observaban atentos a cada uno de mis movimientos. Trataba de evitar la mirada de Alec, lo nuestro parecía estárseme yendo de las manos y no podía soportar el dolor de esa idea, parecía que había dejado de amarme de un momento a otro y la Miranda orgullosa no estaba aquí para reprochárselo y tratar de repelerlo, estaba oculta en algún rincón de mi interior deseando que Alec me dijera que aún me amaba y que estaba dispuesto a seguir luchando por mí—Hora de irnos, no tenemos tiempo que perder...Iker te quedaras aquí, no podemos llevarte...no sabes disparar un arma y tampoco puedo ponerte en riesgo, así que por más que reproches la decisión no habrá manera de que salgas de la mansión Anderson...—Iker frunció el ceño y abrió la boca dispuesto a reclamarme, pero la cerro cuando note que Alec le lanzo una mirada desaprobación al notar cuales eran sus intenciones hacia mí—Y por lo que más quieras si Andrew llama del hospital diciendo que tío Michael despertó no le menciones que Grecia e Isabella están secuestradas, y mucho menos cual es mi plan para traerlas de vuelta ¿entendido? —Iker asintió de mala gana esperando que todos empezaran a levantarse, cuando estuvieron de pie los dirigí al estudio de la mansión, era grande muy grande lo suficiente como para tener lo necesario en defensa ahí dentro, pase e indique que Alec, Pat y Evan entraran cuando los tres estuvieron adentro cerré la puerta y me dirigí al piano de cola que se encontraba junto a la pared del fondo, toque unos acordes que hicieron una pequeña nota musical y el muro del fondo se abrió ante nuestros ojos dejándonos pasar a una sala completamente iluminada que tenía cartuchos y armas para escoger de todo tipo y variedad, para el gusto de cualquiera—Tomen con la que sean mejores, los necesito en su mejor facha de asesinos, sanguinarios y despiadados con Ferrara, Wilson y Benson...no quiero que tenga piedad...—dije mientras tomaba unos cartuchos y me los llevaba a la bolsa de la chamarra y cargaba una pequeña, quitando el seguro haciendo repiquetear el sonido de este—A menos de que quieras mantener con vida a Benson para casarte con ella Alec, ese será tu problema, mientras no se meta conmigo...—dije arrogante mientras lo miraba, resoplo fastidiado, mientras cargaba también su arma.

PREFIERO MORIR ©Where stories live. Discover now