9. Vodka.

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Miranda


Acompañe a Alec a la habitación en la que se hospedaría, era justo la que estaba al lado de la mía.

—Te dejo para que te instales Alec, yo haré lo mismo, estaré en la habitación de al lado si me necesitas.

—Gracias, bonita—detuve mi paso que se dirigía a salir de su ahora habitación, lo mire esbozando una media sonrisa, expectante de mi reacción y de mi respuesta, pero me limite a mirarlo y sonreírle coqueta, para salir de ahí y cerrar la puerta detrás de mí.

La última vez que había sentido algo por alguien había sido hace mucho tiempo cuando cursaba la preparatoria y fue algo que no duro mucho, después de eso me encerré tanto en la idea de encontrar a la familia del asesino de mi padre y hacerlos pagar que me olvide de sentir…amor. De sentir las emblemáticas mariposas en el estómago, de sonreír con el simple hecho de verlo sonreír, de sentirme bien con su cercanía…de mencionar su nombre y no poder evitar que una sonrisa tonta se dibuje en mis labios y en este instante el único nombre que hacia un efecto en mi es el de…<<Alec>> grito mi subconsciente de manera casi desesperada y entonces caía en cuenta de que Alec estaba ejerciendo un poder en mí y que hacérselo saber era riesgoso y al mismo tiempo satisfactorio.

Deje mi maleta abierta sobre la cama porque estaba dispuesta a desempacar, pero tuve la necesidad de abrir el gran ventanal y salir al balcón de mi habitación para tomar un poco de aire y aclarar el enredo de ideas que se había formado en mi cabeza con respecto a Alec, me recargue en el barandal dejando que el delicado viento me diera en la cara, que jugara con mi cabello, cerré mis ojos respirando profundo, Alec estaba ganando terreno en mi con esos pequeños pero significativos detalles que tenía conmigo y para ser sincera no sabía si me daba miedo o me emocionaba.

Estaba tan inmersa en las ideas que rondaban en mi cabeza que ni siquiera me percaté de que Alec había entrado a mi habitación y se encontraba recargado en el marco de la puerta de cristal del balcón, no hasta que toco ligeramente con sus nudillos el cristal.

—Te sienta bien el resplandor del atardecer, Miranda—rápidamente me di la vuelta, sin duda me tomo por sorpresa que estuviera ahí justamente cuando me encontraba pensando en el.

—Alec…eeehh…gracias, ¿qué haces aquí? —dije titubeante, lo cual odie, yo no titubeaba.

—Perdón por entrar así…la puerta estaba abierta y solo vi la puerta del balcón entreabierta—dijo mientras se acercaba a mi lado, obligándome a voltear de nuevo a la puesta de sol.

—No te preocupes, estoy de buen humor, así que no te acusare por allanamiento de morada—reímos por lo bajo mientras recargábamos nuestros brazos en el barandal al mismo tiempo.

—Tienes una linda vista aquí Miranda, mi habitación no tiene un mirador como este—dijo divertido y sarcástico mientras yo sonreía sin remedio.

—Sí, es hermosa, me gusta estar aquí cuando vengo a Dubái…y solo dos habitaciones gozan de este privilegio; la mía y la de tío Michael.

—Debí suponerlo, pero aun así, la habitación donde me quedare es enorme, no pareciera que es de huéspedes, más bien parece suite presidencial.

—A tío Michael le gusta consentir a sus huéspedes, así que no escatima en gastos.

—Si lo he notado, ahora entiendo porque te dio la vida que llevas, si consiente a los huéspedes con mayor razón a su sobrina prodiga—golpee de manera amistosa su hombro con el mío mientras seguíamos observando el ocaso.

— ¿Quieres ir a pasear al centro de la ciudad, Alec?… ¿cenar algo?

— ¿Me estas invitando a salir, Miranda? —pregunto pícaro mientras dirigía su mirada hacia mí.

PREFIERO MORIR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora