103.- Algo anda mal.

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Intente despertar sintiendo cada musculo de mi cuerpo quejarse insistentemente, entrecerré los ojos cubriéndolos de la resplandeciente blanca luz que se colaba por las ventanas, a pesar de que tenían las cortinas cerradas, la luz era intensa. Mis ojos no podían enfocar para identificar el terreno, lo único que mi cerebro procesaba era malestar, dolor, confusión y desorientación, además tenía las extremidades entumecidas y la garganta demasiado reseca como para emitir algún ruido. Una de las maquinas a las que estaba conectada comenzó a emitir un sonido que parecía de alarma, el sonido me taladro el cráneo, y una punzada se apodero de mi cabeza.
—Doctor Jhonson la señorita Anderson ha despertado—escuche decir una femenina voz, vi su silueta blanca, alejarse y acercarse, pero no podía verle el rostro con claridad.
Por fin pude abrir los ojos, la enfermera había cerrado los huecos de las cortinas que dejaban filtrarse los rayos del sol, no era de día, más bien el cielo parecía naranja, el naranja del atardecer. Solo que la luz encendida de la habitación era tan fluorescente que había engañado a mi vista haciéndola creer que eran los primeros rayos de sol de la mañana. Intente enderezarme, pero la enfermera puso una mano en mi cabeza y en mi hombro para impedir que lo hiciera.
—Tranquila señorita, no tan rápido—musito acomodándome la almohada. Dirigí la mirada hacia la puerta, resignada a que no me dejarían levantarme, no por ahora.

—Tranquilos, necesito que se queden afuera mientras la reviso, acaba de despertar necesito verificar que está bien y que no hay daños permanentes, tengan paciencia. —escuche un par de voces protestar pero al fin de cuentas entro Andrew mirándome sonriente, cerrando la puerta tras él.
—Miranda me da mucho gusto que hayas despertado—lo mire aun aclarando la vista, la tenía borrosa aun.
— ¿Qué fue ese sonido? —fue lo primero que dije señalando la máquina que había empezado a emitir un espantoso sonido, tan tenue pero tan molesto.
—Tecnología de punta, cuando tu cerebro y tu cuerpo están en modo alerta, en este caso despertaste, se activa un sensor que me avisa para enterarme de inmediato.
—Pues es molesto, no puede llamarse tecnología de punta si hace ese espantoso ruido. —Andrew sonrió en tanto tomaba varios de sus herramientas de trabajo y hacia su respectivo trabajo, lleve mis manos a mi cabeza que empezaba a quejarse en una dolorosa punzada una vez más, note que aún tenía los yesos en los dedos, pero los habían cambiado por unos limpios y nuevos.
—Me recordare agregar eso a la solicitud de mejoras, quejas y sugerencias del proveedor—dijo Andrew divertido. Pareciese que estaba realmente contento por el hecho de que desperté, y no lo culpaba. Él me había diagnosticado la viruela, había ido en la madrugada a casa cuando tenía fiebre, me salvo de la espantosa etapa del acné e incluso me oriento con respecto a mi primer periodo. También había crecido con él, así que había cierto afecto.
— ¿Cuánto he dormido? —pregunte casi en un susurro a causa de la resequedad de la garganta.
—Varios días Miranda, pero es normal después de las condiciones en las que ingresaste al hospital, tenías aun secuelas de la última vez que estuviste aquí y junto con todas las nuevas que te acomodaron aquella noche...bueno sinceramente no esperaba que despertaras. —dijo levantándose de mi lado terminando de tomarme el pulso, quitándose el estetoscopio del cuello. Sentí frio de inmediato en las piernas, me había levantado la sabana que me cubría, observe los vendajes en mis pies, hasta un poco más debajo de la rodilla.
— ¿Qué...?—dije sin completar la pregunta dejándola al aire, mientras señalaba con un dedo a mis pies.
— ¿No recuerdas nada? —no negué ni asentí, me quede viendo los vendajes intentando excavar en mi psique más interno. Una oleada agresiva de imágenes empezaron a proyectarse en mi cerebro, golpeando de manera brusca. El buro de investigación, Alec y yo cayendo de la moto, prisioneros de Henry, Tania sonriéndome desvergonzada, besando a Alec, las palabras de Alec volviendo a partir el trozo de corazón que me quedaba después de aquella noche << ¿De verdad creíste que te amaba? >>, el fuego cruzado, tío Michael, Patrick, Grecia, sentí el olor a gasolina entrar en mis fosas nasales como si de verdad lo estuviese viviendo de nueva cuenta, el dolor de cada herida de mi cuerpo, el ardor a mis pies, Alec ayudándome a terminar con el fuego, Henry y Tania siendo torturados y asesinados y al final obscuridad, cegadora, aterradora e incómoda obscuridad. El aire me faltaba mientras escuchaba que llamaban mi nombre, intentaba hacer entrar aire en mis pulmones pero pareciese que hubiese olvidado como hacerlo.
—Miranda, respira, necesito que respires, inhala, exhala, relájate, no pienses en nada más, más que en respirar—decía Andrew dándome indicaciones como a una niña pequeña. Así me sentía.
—Enfermera tráigame la mascarilla, está teniendo un ataque de pánico. —le indico a una apresurada enfermera que rebusco en uno de los muebles de la habitación y regreso casi de inmediato con lo que Andrew le había pedido.
—Bien, voy a ponerte esto, para que te ayude a respirar necesito que te relajes ¿está bien? —asentí mientras sentía como mis pulmones se encogían, me puso la mascarilla de plástico en la cara, cubriéndome la nariz y la boca y comencé a intentar respirar el oxígeno del que me proveía. Poco a poco sentí como mis músculos comenzaron a relajarse y el aire entrar con normalidad en mis pulmones.
— ¿Mejor? —pregunto Andrew, transcurridos unos minutos. Asentí como niña pequeña entregándole la mascarilla, la rechazo regresándomela—Deberías conservarla—me dijo tranquilo, pero yo negué y se vio obligada a tomarla. Volví a mirar mis pies vendados y Andrew pareció entender la pregunta que se formulaba en mi cabeza.
—Sufriste leves quemaduras en los pies y parte de la espinilla de ambas piernas.
— ¿Leves? ¿Qué tan leves?
—Tan leves como para no preocuparse Miranda—dijo sonriendo de medio lado, volviendo a cubrir mis pies, acomodando la sabana de nuevo. —Bien, ordenare que te traigan algo de beber, de comer y analgésicos, aun necesitas descansar, pero antes hay personas que quieren verte. —dijo mientras se dirigía a la puerta, salía y después de unos segundos volvía entrar acompañado de tío Michael y Patrick. Sonreí de medio lado sintiendo una punzada de dolor, toque ligeramente mi labio y pude sentir una cortada, la ignore poniendo atención a los detalles en la habitación, estaba llena de arreglos florales. Pero en medio del ataque de pánico los había ignorado. Tío Michael se acercó a depositar múltiples besitos en mi frente, en mi cabello y me acuno en su pecho de manera cuidadosa.
—Hola, princesa, me diste un gran susto—logro decir con un deje de alivio en el tono de voz.
—Hola—musite volviendo a sonreír, pero sintiendo una vez más mi labio quejarse. Patrick también se acercó, beso mis manos, mis mejillas y me lleno de apapachos. Unos minutos más tarde salieron y en esta ocasión entraron Grecia y Evan con las manos entrelazadas. Los fulmine con la mirada rogando que me dijeran lo que quería oír. Grecia se veía hermosa, llevaba unos jeans, una blusa y una chaqueta color tinto a juego con sus zapatos, media parte de su cabello suelta y la otra agarrada de manera desgarbada. Y solo al percatarme de lo bien que se veía mi prima y amiga, pude recordar lo horrorosa que debía ser mi apariencia en este momento. Evan en cambio, le hacía falta color, tenía la piel un poco pálida y llevaba un brazo enyesado. Me saludaron, me dijeron lo contentos que estaban de poder verme despierta una vez más. Y dispuestos a salir, Grecia regreso para depositar otro beso en mi frente y susúrrame emocionada como adolescente enamorada.
—Me pidió que fuese su novia justo cuando estaba teniendo un paro cardiaco—sonreí dejando escapara una risita.
—Eso debe ser romántico—alzo los hombros sonriendo de nuevo y antes de que se fueran le hable a Evan lo suficientemente fuerte como para que me escuchara.
—De haber sabido que te darías cuenta de que la amabas con un paro cardiaco, te lo habría provocado hace meses—dije divertida.
—Lo sé, por eso es que no te lo dije—me contesto divertido, mostrándome una hermosa sonrisa. Cerraron la puerta y unos minutos después Patrick volvió a entrar y junto con él una enfermera, que llevaba un carrito, con una bandeja encima. Me sentó por completo con mucho cuidado y acomodo una bandeja a la altura perfecta para que no tuviese que esforzarme demasiado.
— ¿Gusta que le ayude a comer señorita? —pregunto amable la enfermera y antes de que yo pudiera contestar Patrick contesto.
—No se preocupe enfermera, yo le ayudare—la enfermera asintió y salió de la habitación, bebí agua, mucha agua antes de comenzar a comer una sopa que parecía de pollo ¿Qué acaso era de la única sopa que se conocía en los hospitales?. Devore la sopa mientras Patrick me miraba atento y cuando termine me ayudo a retirar la bandeja y los recipientes, me obligo a tomar los analgésicos y se sentó a mi lado en la cama, acomodando de nuevo mi almohada, mientras desenredaba mi cabello con sus dedos de manera suave y tierna, como asegurándose de que enserio estaba ahí frente a él, despierta.
—Me diste el susto de mi vida—dijo sin dejar la tarea de desenredar mi cabello.
— ¿Puedes hacerme parecer más linda? Debo estar horrenda—Pat sonrió de medio lado y se acercó al mueble que estaba junto a la ventana y saco una pequeña bolsa y se acercó.
—Trajimos tus cosas en cuanto te cambiaron a esta habitación, estuviste en terapia intensiva cerca de 4 días, inconsciente—dijo mientras tomaba un cepillo y comenzaba a cepillar mi cabello de manera delicada. Entonces en medio del silencio de segundos que se formuló, un vacío en mi corazón que me gritaba su nombre me hizo sentir la necesidad de saber de él y como estaba.
—Pat...—musite debatiéndome entre preguntar y no.
—Dime—dijo sin detenerse de cepillarme el cabello.
— ¿Dónde...? ¿Dónde está Alec? ¿Cómo está? —lo sentí tensarse y dejar de cepillarme, mientras me miraba fijamente a los ojos, note que trago saliva con dificultad y entonces supe que algo andaba mal.

PREFIERO MORIR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora