14.- Talón de Aquiles.

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Alec

-Alec, tenemos mucho de qué hablar, esta noche como te lo prometí-me susurro mientras me miraba fijamente a los ojos.

-Está bien, Miranda-me agache depositando un beso en la comisura de sus labios y salí de la habitación de Miranda sintiéndome como un perfecto idiota poco profesional por todo lo que acaba de decirle, pero cuando estaba con ella olvidaba por completo cual era el propósito de estar tan cerca de ella, olvidaba que solo la estaba usando para poder atrapar a su tío Michael Anderson.

Todo esto se estaba volviendo sumamente difícil, Michael Anderson confiaba en mi, incluso me tenía mucho aprecio y Miranda era enigmática y misteriosa lo cual me tenía sumamente interesado en ella, prácticamente le acababa de confesar que estaba enamorado de ella lo cual estaba prohibido de mil formas en mi trabajo "no relaciones sentimentales o emocionales con los involucrados en el caso". Trataba de convencerme a mí mismo de que todo esto era una farsa para el bien del caso, pero algo en mi interior me repetía hasta el cansancio que no podía hacerle daño, que tenía que protegerla, que estaba enamorado de ella y que eso no era malo.

Este era por mucho, el caso más difícil que me habían asignado, cuando hay sentimientos de por medio es más difícil romper los lazos y de cierta manera no quería romperlos quería reforzarlos, pero eso significaría quedarme del lado de los cazados no de los cazadores. Ella, sus besos, su olor, su voz, su silueta perfecta y esa enigmática mirada que poseía solo hacía más complicado el hecho de que yo llevara a cabo mi objetivo, jamás conté con su existencia y eso me tomo por sorpresa, intentaba con ganas desenmarañar la telaraña de pensamientos que giraban en torno a Miranda, pero cada vez que lo intentaba terminaba pensando en la deliciosa sensación que me provocaban sus labios contra los míos. Sacudí la cabeza para dejar de pensar en ella y tome el teléfono dispuesto a hacer esas llamadas pendientes y al segundo timbrazo contestaron.

-Agente Hoffmann, creímos por un momento que lo habíamos perdido.

-No se entusiasmen tanto con la idea de haberme perdido, sigo en pie y me da gusto que seas tú quien contesta el maldito teléfono.

-Si me imagino Alec, Tania nos comentó del inconveniente de hace unos días y el de esta mañana.

-Fue muy inoportuna con su llamada, pude haber terminado muerto o peor aún terminar en la lista negra de los Anderson.

- ¿Sospechan de ti, Alec?

-Afortunadamente creo que Michael y Miranda Anderson, no. Pero el mayordomo de su casa en Nueva York era quien estaba presente cuando recibí la primera llamada y no me vio para nada bien.

-Debes tener cuidado Alec, no podemos jugar con los Anderson, sabes a lo que te arriesgas.

-Si lo se Taylor...tu solo evita que Benson me haga otra de sus inoportunas llamadas.

-Me encargare de eso Alec. Ya estamos preparando el primer operativo, tan solo esperamos tu señal para llevarlo a cabo.

-Si...está bien Taylor, tengo que colgar-dije titubeante considerando la gravedad de lo que acaba de escuchar, lance el teléfono con fuerza a la cama, golpee la pared lastimándome los nudillos provocando que sangraran, pero no me importo, la impotencia que sentía era mucho más abrumadora que el dolor de los nudillos, lance una de las lámparas de noche causando un estruendo bastante audible para cualquiera que se encontrara en un radio de cien metros a la redonda y como era de esperarse tocaron a mi puerta, trate de relajar mi respiración y hablar lo más calmado posible.

- ¿Quién?

-Soy yo joven Hoffmann...Mike, ¿se encuentra bien? Un gran ruido salió de su habitación.

PREFIERO MORIR ©Where stories live. Discover now