38.- Un mentiroso y traicionero.

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Miranda



Después de terminar de cenar fuimos a la sala de piano. Sabia tocar el piano desde niña y en ninguna de las casas que teníamos podía hacer falta un piano de cola de varios miles de dólares. Me senté en la banquilla con Alec junto a mí, puse la caja que me había llevado Jackson sobre mis piernas y deshice el bonito moño para abrir la caja, dentro de esta había un dibujo hecho a lápiz, demasiado detallado, demasiado profesional, era una réplica de la escena del día que nos conocimos, el día que chocamos al correr, yo tirada en el suelo aceptando su mano y el sonriendo ampliamente, los detalles eran tan vividos que parecía más una foto del momento que un dibujo, era por mucho un muy buen dibujo, lo observe a detalle y note que al pie del dibujo había una leyenda en letra cursiva que decía "Me siento con suerte", precisamente eso me había dicho casi al final de lo que hablamos esa mañana, sonreí en automático para luego encontrarme con un curioso Alec que me miraba expectante de cada gesto de mi cara al observar el dibujo.

-Creo que te falto mencionar que es muy bueno dibujando-dije coqueta.

-Sí, creo que lo olvidaba, hace tanto que no lo hacía que por poco olvido que era tan bueno.

-Debo ser muy especial para que se tome estas molestias conmigo-resoplo fastidiado, incluso creo que estaba celoso del detalle que me había enviado su hermano.

-Ese es el problema...te estas volviendo demasiado especial para él y no puede ser, linda.

- ¿Acaso tienes miedo a que te gane la partida conmigo, Hoffmann?

-Claro que no, es solo que no quiero que sufra al descubrir lo nuestro.

- ¿Lo nuestro, Alec? No hables en presente mejor di...lo que tuvimos-el sarcasmo me ayudo a ocultar el evidente malestar que me causaba decir aquello.

-Bueno...lo que tuvimos, tenemos y tendremos...porque así será aunque te empeñes en negarlo con toda esa ironía, sarcasmo y frialdad, ocultando el verdadero dolor que te causa decirme eso, Anderson-hablo tan seguro de lo que decía que casi dude que pudiera seguir con mi postura de hacerlo sentir celos de su hermano y de no perdonarlo aun.

-¿De verdad crees que me conoces lo suficiente como para hablar con tanta seguridad, Alec? Puedo ser todo menos predecible y te estas equivocando si crees que me tienes segura, deja de alardear de tus dotes de lector de rostros y gestos para doblegarme, soy Miranda Anderson y necesitas mucho más para convencerme que tu tan poco comprobable inocencia-dije segura, altanera e insolente, me miro con desaprobación, suspiro evidentemente fastidiado y se levantó de mi lado, por un momento creí que se iría indignado, pero no lo hizo se posó tan rápido frente a mí que me fue imposible moverme para evitar la cercanía y el contacto con él, tomos mis muñecas y aseguro mis piernas entre las suyas evitando que me moviera.

- ¿Qué demonios crees que haces, Alec? -dije mientras inútilmente forcejeaba con él para liberarme de sus firmes agarres, se inclinó dejándome congelada por su exquisito aliento, la calidez de este me reconfortaba y me hacía desear aspirar más, mi espalda toco algunas teclas del piano, provocando unas notas mal armonizadas.

-No alardeo linda, digo lo que veo...-dijo más seductor que nunca-No solo tú sabes jugar este juego, yo también se hacerlo solo que hasta ahora no creía que fuera necesario.

- ¿Te crees lo suficientemente bueno como para seguirme el juego y no caer ante mí en el camino, Hoffmann? -contraataque exhalando de manera suave en su boca, rozando mi labio inferior con el suyo.

-No me creo, soy lo suficientemente bueno como para aguantarte el ritmo y obligarte a que seas tú quien me bese hasta que nuestros labios se desgasten.

PREFIERO MORIR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora