52.- ¿Hola, mamá?

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Miranda


Cuando llegamos al aeródromo en Nueva York, mi hogar. La noche abrazaba los grandes edificios y el manto estrellado nos recibió al bajar del jet. Alec insistió en llevarme en brazos y la verdad era que estaba muy cansada como para reprochar su generosa oferta, estaba somnolienta deseosa de poder dormir más, pero Andrew tendría que revisarme las heridas y moratones, así que me obligue a mantenerme despierta.

Dos Aston Martin negros, nos esperaban cuando bajamos del jet, el camino hacia la mansión fue corto, estacionaron los autos en las escaleras de la entrada de la mansión y bajamos de los autos. Jackson salió a recibirnos como ya era de esperarse, pero esta vez su semblante era de incertidumbre, nos vio llegar y suspiro aliviado al verme en brazos de Alec, entramos en la sala, sucios, heridos, despeinados, agotados y con el olor a pólvora impregnado en nuestras ropas.

Alec me deposito en el sillón mediano con cuidado, los golpes de Henry estaban surtiendo efecto de manera considerable en mí, el dolor de su último golpe en las costillas con la culata de su arma me estaba pasando factura y era dolorosa.

Grecia se sentó a mi lado, tomando mi mano recargando su cabeza con suavidad en mi hombro cuidando de no hacerme ningún daño.

Alec, Evan y Patrick conversaban a unos metros de nosotros, ver a Alec y Evan en un mismo círculo de conversación sin sus gestos de indiferencia e insultos, era extraño, pero me tranquilizaba y me agradaba verlos tratarse como personas e incluso como amigos. El cansancio y el dolor que empezaba a emanar de los moratones y los golpes me impedían enfocar mi sentido del oído para percatarme de lo que hablaban.

—Grecia, ¿logras escuchar de que hablan?—le susurre a Grecia que aún tenía su cabeza recargada en mi hombro, negó pesarosa, también estaba agotada con los ojos entreabiertos intentado dormir. Tío Michael entro en la estancia acompañado de Andrew y dos... ¿enfermeros? ¿Doctores? No lo sé, observo la escena y resoplo, abrió la boca para decir algo pero el ruido de unos tacones acercarse rápidamente lo hizo volver el rostro hacia el origen del ruido, me esforcé por entornar los ojos que estaban empeñados en cerrarse por el cansancio, una Leila, preocupada, angustiada y cansada estaba en el umbral de la sala observando la escena horrorizada ¿acaso tan mal nos veíamos? Pregunto mi subconsciente. Leila se acercó con decisión a Grecia que se incorporaba somnolienta.

— Hola, mamá—dijo despreocupada mientras bostezaba, Leila frunció el ceño molesta y aliviada, una combinación extraña para ir en una misma frase, pero supongo que las madres pueden lograr eso.

— ¿Hola mamá?... ¿Hola mamá? Solo vas a decir eso Grecia Christensen...te fuiste sin permiso a una balacera inminente, arriesgando tu vida y la de los demás y tan solo dices ¿hola mamá?

—Tenía que hacer algo para ayudar—dijo esbozando otro largo bostezo.

— ¿Y qué te parecía esperar aquí, a tener buenas noticias para no arriesgar tu vida y no matar a tu madre de la preocupación?—dijo Leila preocupada.

—Tranquila, mamá ya estoy aquí...ya estamos aquí—dijo Grecia con voz suave mientras tomaba la mano de su madre, Leila la miro condescendiente y un largo suspiro salió de su boca.

—Y no sabes cuánto me alegra de que estén con vida...ambas—dijo de modo que solo nosotras escucháramos, tomo a su hija estrechándole entre sus brazos, mientras daba repetidos besos en su frente, la soltó y se acercó a mi cariñosa, miro los moratones y heridas de mi rostro, horrorizada, beso mi pómulo con cuidado y luego mi frente, se levantó para mirar a todos los demás en la sala, que estaban expectantes de la cariñosa escena.

—Me alegro de que hayan regresado con bien—dijo dirigiéndose a todos los hombres del otro lado de la habitación, observo a tío Michael con especial detenimiento y se acercó a él, decidida, lo abrazo con fuerza y le susurro unas cuantas cosas al oído que no pude escuchar, tío Michael también le susurro y se apartaron observando las reacciones de todos los que estábamos en la sala. Definitivamente, ahora más que nunca creía que tío Michael y Leila tenían algo y yo tendría que preguntárselo a tío Michael y tarde o temprano él tendría que decirme cual era ese lazo tan fuerte que los une o los unía. Andrew comenzó a revisarnos.

—Andrew, revisa a Pat primero tiene una herida de bala—dije pesarosa mientras intentaba incorporarme con una mueca de dolor en el rostro, Evan, Alec y Patrick me miraron amenazadores y empezaron reprochar mi petición.

—Mi hombro puede esperar, tu eres la más machacada de la habitación, así que serás la primera en ser revisada—espero Pat autoritario mientras Evan y Alec asentían ante su afirmación, les hice mala cara a los tres. Andrew noto el "bonito" atuendo que llevaba puesto torciendo el gesto y obviamente tendría que quitarme los restos del vestido y la chaqueta de Alec y ciertamente no me desnudaría en la sala de mi casa a la vista de todos, intente levantarme llevándome instintivamente la mano a las costillas. Alec se acercó presuroso a sostenerme, le dedique una mezcla de sufrimiento y felicidad impregnado en mi rostro, me tomo en brazos y salió de la sala tomando la dirección de las escaleras.

—Espero haber llegado a tiempo, Miranda—dijo distante, frio y serio, sabía que se refería a la situación en la que me encontró cuando entro en la habitación donde Henry me tenía prisionera, suspire aliviada mientras depositaba un dulce beso en su cuello.

—Bastante a tiempo, Alec—dije tranquila, tratando de no revivir caricias y besos salvajes de Henry en mí, me perturbaba estar impregnada de sus besos a un grado sepulcral, pero no se lo demostraría a Alec, demostrárselo solo empeoraría las cosas llevando esto a una masacre inminente y lo último que quería era que tocaran a Alec. Entramos en mi habitación me deposito tiernamente en la cama, mire la puerta por la que todavía no entraba Andrew y atraje a Alec para situarlo a unos centímetros de mí, mire sus ojos, estaba mortificado por el hecho de pensar que Henry pudiese haber abusado de mí, paso una mano desesperado por su cabello despeinado, lo observe y acune su mejilla con mi mano, se inclinó sobre ella para luego tomarla y besarla suavemente.

—No puedo concebir la idea de que te haya tomado por la fuerza y peor aún que yo no haya llegado a tiempo de impedirlo—dijo desconsolado y evidentemente enfadado con Henry, sus ojos develaban ira pura y alivio por tenerme ahí frente a él.

—Pero no fue así, Alec, afortunadamente llegaste a tiempo...cuando tu entraste ese era su objetivo...y verte ahí de pie en la puerta, fue como respirar de nuevo, como volver a la vida de un instante a otro, fue como recuperar las ganas de vivir solo para estar contigo deseando que borraras todo el rastro de Henry de mi piel...de una piel y de un cuerpo que te pertenecen solo a ti, que responde solo a ti y que te reclama a gritos...—dije en un susurro mientras perfilaba sus labios y su barbilla con el dedo pulgar de la otra mano que no me tenía sostenida, escucho con atención lo que le decía, y un brillo especial resplandeció en su mirada, una media sonrisa se asomó por la comisura de los labios y agradecí que mis palabras pudieran haberlo relajado un poco.

—Necesitas que te ayude ponerte algo de ropa—pregunto seductor con la mirada encendida de deseo.

—Eso sería muy amable de tu parte, Alec—dije siguiéndole el juego, me necesitaba tanto como yo a él, el deseo era palpable en la habitación, me tomo en brazos de nuevo, me llevo el baño y ahí me deposito en el suelo, trate de mantenerme en pie, mientras sacaba algo de ropa interior de los cajones, me gire y me encontré a Alec observándome con detenimiento, se acercó decidido sin dejar de mirarme de pies a cabeza, tomo la solapa de su chaqueta y la retiro de mi muy lenta y exquisitamente, la dejo sobre el lavabo y acaricio mi espalda desnuda con sus dedos, me acerque instintivamente hacia él, besándolo de manera posesiva, lo necesitaba y quería embriagarme del sabor de su boca, correspondió a mi beso pegándome su cuerpo, sentí su creciente erección en mi abdomen y jadee en respuesta al roce, escuchamos que tocaban la puerta de la habitación suavemente con los nudillos, sacándonos de nuestra pequeña burbuja de deseo.

PREFIERO MORIR ©Where stories live. Discover now